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1951 19 Octubre 2015

 

 

México, un gobierno borderline
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En psiquiatría se ha ampliado recientemente el diagnóstico de trastorno bipolar. Ahora la ciencia médica habla de espectro de esa patología; de enfermos borderline.

Esta extensión del estado fronterizo, de la zona crepuscular del trastorno bipolar, atrae episodios hipomaniacos de personalidades que antes no se determinaban como maniaco-depresivas.

Esta personalidad limítrofe que no llega a definirse con los síntomas de dicha descomposición del estado de ánimo, pero que ya se atiende como una variable del trastorno bipolar, puede ser también una metáfora del Estado Mexicano, que delimita su condición mórbida con más precisión que los gastados eufemismos de Estado fallido, o "sociedad en shock de ingobernabilidad".

El Estado mexicano padece un estado fronterizo, crepuscular, donde los episodios hipomaniacos, a punto de desmoronarlo, pasan en cuestión de semanas o meses, hasta retornarlo a su condición de aparente normalidad. Estos episodios tienen su cúspide en masacres como Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014, pero también en Tlatlaya, en junio del mismo año, el casino Royal y Sabino Gordo en 2011, o el asesinato de San Fernando, en 2010, de 72 migrantes centroamericanos.

En esos episodios hipomaniacos, mientras se desquicia el ego del Ejecutivo, recibiendo el Premio Estadista Mundial 2014, que otorga la Appeal of Conscience Foundation, en el México profundo fuerzas armadas y policiacas atentan contra los derechos humanos y torturan de manera generalizada, según denuncias de organismos internacionales como la ONU y Amnistía Internacional (AI).

Estos episodios hipomaniacos se suscitan bajo estímulos externos. La barbarie militar y paramilitar en estados sureños como Guerrero y Michoacán, pero también en entidades norteñas como Tamaulipas y Nuevo León, derivan de convenios aberrantes contra la inseguridad global que México suscribió como la Iniciativa Mérida o el malogrado Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).

Este acuerdo, que había funcionado bien en Colombia, propiciando el exterminio mutuo de carteles, en México sólo provocó la desmedida proliferación de daños colaterales. Se trata de una guerra de baja intensidad, o “brush war”, guerra irregular o menor, que despertó los delirios ilimitados de la represión estatal. Mientras las fuerzas militares y policiacas ejercen una tarea de contrainsurgencia, la delincuencia organizada se robustece mediante purgas internas, reacomodos de cabezas y renegociación de plazas.

En tanto el gobierno federal se trastorna y pierde piso, el territorio mexicano se convierte en el principal abastecedor de heroína de EUA. Regiones enteras de Michoacán y Guerrero son los principales recolectores mundiales de goma de opio y de adormidera (papaver somniferum), después de Afganistán, y se pierden en una vorágine de toxicomanía, extorsiones, secuestros, desapariciones forzosas, pago de derecho de piso y trata de personas.

En 2013 se cometieron 33.1 millones de delitos en el país, de los cuales sólo el 6.2% terminaron en averiguaciones previas. Los mexicanos recibimos el 2014 con 31 millones de delitos impunes. Esta cifra bestial descendió notoriamente en lo que llevamos de 2015 por una simple razón: ante la flagrante impunidad, las víctima de delito denuncian cada vez menos. Y si no hay denuncia, no hay delito. Se trata del fenómeno psiquiátrico de codependencia con el maniaco-depresivo: acabamos sometidos a su arbitraria potestad.

En su fase hipomaniaca, el gobierno mexicano se autopromociona: en 2014 gastó en publicidad 600 millones de dólares, sin la mínima autocrítica, manipulando datos a espalda de la realidad. Es la barbarie disfrazada, con la asesoría de “spin doctors” expertos en inventar la verdad histórica, legitimando la mentira oficial y fingiendo un México legal a costa del México real. Como si disfrazando la barbarie se le domesticara o se normalizara.

Es la vieja treta de hace pasar como personalidad chocarrera y peculiar lo que en realidad es una grave enfermedad de trastorno bipolar que destruye poco a poco a todo un país.

 

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