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1956 26 Octubre 2015

 

 

La tercera fuga del mito
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Con todos los servicios operativos y de inteligencia de México y los Estados Unidos de Norteamérica, la tercera fuga exitosa de Joaquín [El Chapo] Guzmán, resulta una afrenta a la efectividad de las fuerzas participantes...

... teniendo todos los recursos humanos y tecnológicos destinados a resarcir ante el gobierno estadounidense la segunda fuga del “hombre más buscado del mundo”.

Se podrá argumentar en descargo de ellas. Que si bien es cierto, el despliegue de fuerzas fue mayúsculo, incluso como ha dicho alguien superó al que fue utilizado contra Osama Bin Laden, este se mueve como pez en el agua en el llamado Triángulo Dorado de la Sierra Madre Occidental. Es más, se podría agregar a este argumento que el éxito de la fuga se debe a que cuenta con un efectivo blindaje en todos esos pueblos que van desde la costa hasta lo más alto e intrincado de la serranía.

Es decir, algunos de los que ven pasar lo informan a los de arriba y es imposible que no hayan visto el desplazamiento de marinos, vehículos, helicópteros y aviones aun cuando haya sido en la madrugada.

Pero aquel argumento, si bien resulta razonable para quienes creen que al final siempre termina por imponerse el bien sobre el mal, lo cierto es que cuando se trata de efectividad policial o militar los resultados cuentan: no tienen a El Chapo Guzmán.

Entonces, ante este nuevo fracaso del sistema de seguridad binacional, la leyenda de El Chapo Guzmán crece enormemente en el imaginario popular como la mítica lucha entre David y Goliat.

Sí, porque, ante cada derrota de esta alianza de instituciones de los dos países, estamos aun con todos los peros que se le pudieran poner ante una nueva victoria de El Chapo Guzmán.

Y esta “victoria”, para un pueblo agraviado como el nuestro, con autoridades frecuentemente  corrompidas y donde se margina cada vez a mayores segmentos de la población, está demostrado que una parte de esta gente siempre buscará tener su propia leyenda y fortalecer el mito del “narco bueno”, el moderno “Chucho El Roto”, o en el caso específico de la serranía sinaloense, la reedición del legendario Heraclio Bernal que en el siglo XIX robaba a los ricos para ayudar a los pobres.

Que por supuesto no es tal. La pobreza y marginación es inmensa en los altos de la Sierra Madre Occidental, simplemente el municipio de Badiraguato, cuna de la mayoría de los jefes del Cártel de Sinaloa de antes y después, está en la clasificación de INEGI entre los 200 municipios con extrema pobreza del país y es uno de los más pobres de Sinaloa.

En agosto de 2013 Ángel Robles, alcalde de Badiraguato, dio una entrevista a Sin embargo.mx y en una expresión sintetizaba la situación social del municipio serrano: “No, no, no, no es el narco el problema. Ni lo que queda del narco. O lo que vaya a ser del narco. Es el hambre”. La sufre el 50% de su población.

Sinaloa mismo, en el más reciente informe de Coneval, señala que 111 mil 500 sinaloenses engrosaron la pobreza y 25 mil 600 personas pasaron a la pobreza extrema entre 2012 y 2014, que no es un número irrelevante para un estado con menos de 3 millones de habitantes, y donde el actual gobernador Mario López Valdez, llegó al cargo con la promesa de que sería el mejor gobernador en la historia de Sinaloa y terminara siendo reconocido por ser el beneficiario de un singular sistema de cuotas y cuates, además de ser, quizá de los menos transparentes en el manejo del dinero público. Lo último, quizá lo más elemental y burdo, es que sus viáticos personales no los acredita con factura alguna.

Entonces, el mito de El Chapo Guzmán construido a golpe de ser un self-made man, fugas de prisiones, corridos, amantes, valentía, benevolencia comunitaria, buen padre e hijo, amigo de los amigos, enemigos de los enemigos, como se canta en una de las epopeyas hechas corrido, es una construcción en el imaginario social y no precisamente en el de los más pobres –qué sin duda es un semillero inagotable de simpatías y apoyo logístico y operativo- sino de segmentos de la clase media, como aquellos que salieron a las calles de Culiacán, luego de la detención del capo para exigir su libertad.

Un mito para ellos no puede estar encerrado en una celda del penal del Altiplano.  Y menos en una prisión de alta seguridad estadounidense. Lo suyo es la libertad para hacer crecer el mito del capo todopoderoso, omnipotente, justiciero. Una libertad deseada por los desvalidos e irritados con el estado de cosas. Aquellos que estando en la calle se sienten presos de las circunstancias y los efectos de las malas decisiones. De la inagotable impotencia de no poder hacer nada por salir de ella. Los que ven en El Chapo Guzmán su alter ego. La posibilidad de ser conocido, reconocido, temido, liberado.

Quizá, entonces, cobra sentido que al mito no se le puede matar. Solo herir como ahora dicen los medios de comunicación que El Chapo Guzmán va huyendo por la sierra o los valles del Triángulo Dorado, sin que nada puedan hacer sus persecutores. Que tendrán que regresar a sus oficinas y cuarteles para volver a rehacer la tarea. Redefinir la siguiente estrategia. Lamer la herida de la derrota no sólo frente a El Chapo Guzmán, sino ante la red de blindaje serrano aun con los años colaterales.

Mientras ocurre el balance de estos días y noches en que la zozobra hizo presa de los pobladores serranos vuelve poco a poco la normalidad en los montes. Los desplazados empiezan a regresar a sus comunidades. A las tareas del campo. A esperar la siguiente arremetida de los marinos con los servicios de inteligencia estadounidenses. El mito de El Chapo Guzmán sigue vivo y más con corridos como ese de El Komander:

…Por ahí se escucha una banda 
y cuernos cacaraquear 
es gente del mes de mayo 
que acompañan a Guzmán
y unos de Badiraguato
y otros son de Culiacán…

 

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