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1956 26 Octubre 2015

 

 

El bosque de La Pastora, memoria y lucha
Lylia Palacios

 

Monterrey.- El libro que hoy nos reúne tiene dos méritos: el principal, combatir la desmemoria contribuyendo a la visibilización de la historia social regiomontana.

Y el segundo, objetivar esta historia en un libro hecho por jóvenes que decidieron asumir el oficio artesano de la encuadernación. Gracias por su invitación a esta reflexión contra-hegemónica.

El bosque de La Pastora, memoria y lucha, publicado por Editorial An.alfa.beta vio la luz hace unas semanas. La labor de convocar a los que aquí escriben fue la tarea de Antonio Hernández. Dividido en cuatro partes, correspondientes a los siguientes textos: “La defensa de La Pastora: tres cartas de navegación”, Ximena Peredo; “Río vivo”, Sara Luz Sánchez Chávez; “Sí al estadio, pero en otro lado”, Antonio Hernández Ramírez; y “La Pastora: despojo y ecocidio consentido”, Claudio Tapia

Todos ellos activistas del Colectivo en Defensa de La Pastora. Las cuatro voces, como cuatro puntos cardinales confluyen en una causa común, cada uno con sus emociones, convicciones, razones y sinrazones como saco al hombro. Distintas perspectivas que integran una misma historia donde el cuestionamiento, la movilización y los hallazgos colectivos hacen de este libro un punto de inflexión que repara en nuestra dispersa y casi inexistente memoria colectiva.  

La causa común: entre 2008 y 2011 dos gobernadores (Natividad González y Rodrigo Medina) el primero consintió y el segundo convirtió en mandato, el despojo de un bien público en beneficio empresarial privado, mediante el comodato por 60 años, o sea gratis, para construir un estadio de futbol.

El lugar: el bosque de La Pastora, al que le cercenaron  casi 30 hectáreas de suelo vegetal. La vitalidad del bosque y de su río, último en una ciudad construida sobre la destrucción de manantiales y bosques naturales, los servicios ambientales que ofrecía, el gozo y disfrute recreativo que significó en términos de humanización, despertó conciencias y movilizó voluntades y saberes.    

El beneficiario: La apropiación privada de este bien común fue capricho y orden del corporativo FEMSA, propiedad de la familia empresarial Garza Sada, co fundadora de Cervecería Cuauhtémoc en 1890 y cabeza política e ideológica de la ya centenaria élite empresarial regiomontana, la más rica de América Latina en términos de concentración geográfica.   

La estrategia: al igual que con la liquidación de Fundidora en 1986, que le cargó el muerto a los conflictivos, viciosos, improductivos obreros, justificar el despojo y mutilación de La Pastora fue producto de una campaña mediática: donde luego del abandono gubernamental que convirtió en baldío una parte sistémica del bosque, en un segundo tiempo se echó a andar el dispositivo economicista y utilitarista para persuadir de lo “inservible” de esa tierra vegetal,  y acto tercero fue posicionar como salvadores a los buenos empresarios que ofrecieron “rescatar” La Pastora ahora como un gran parque, pero enjaretándole un espectacular estadio.

El Colectivo en Defensa de la Pastora como trayectoria y suma: en los años 2010 y 2011 la violencia y el terrorismo delicuente y de Estado hacían trizas la “ciudad imaginaria” de Monterrey. La “ciudad real” mostraba con muerte y desaparición los límites de un discurso social hegemónico. Ya no fue posible seguir tapando la desigualdad económica y social, que siempre estuvo pero fue creciendo a la sombra hasta convertirse en oprobiosa polarización porque no queríamos verla. Qué mejor tiempo para distraer a este pueblo que convirtió el futbol en su entretenimiento y fuga más contundente. Tiempo-pretexto para el “rescate” de espacios públicos, tiempos para incentivar la industria del espectáculo masivo, tiempos para seguir enriqueciéndose, tiempos para mostrar quiénes mandan en esta ciudad, tiempos para que el aparato de gobierno confirme a qué clase representa.

Pero la élite cometió el error de obtusa vanidad de no ver que los cambios también se estaban dando en la capacidad de indignación y respuesta de las clases subalternas, que fue sumando arbitrariedad tras otra en términos ambientales: la ignominia de la élite de pretender construir su nuevo feudo para alejarse de la canalla (o la prole, diría la hijita de Peña), huyendo hacía nuestra huasteca, para hacer su “Valle de Reyes”; la prepotencia desarrollista de querer agujerar el Cerro de La Silla para beneplácito de su majestad el automóvil, y la memoria sigue por el parque Fundidora, contra el uso de suelos industriales para suelo habitacional (Los Naranjos, Centrika, etcétera, etcétera). Experimentados luchadores ambientalistas, jóvenes estudiantes que se abrían a nuevas formas convivienciales, porque comenzaban a dudar de las bondades del individualismo capitalista, colonos con tradición de resistencia o simplemente agraviados por el despojo. Esta fuerza social y ética fue la que conformó el Colectivo en Defensa de La Pastora.

El Colectivo fue la respuesta más activa y sólida a esta especie de extractivismo urbano que remite a lo que señala Camilo Contreras para Monterrey, cito: “Se cumple lo que Jane Jacobs califica como el ‘saqueo de las ciudades, es decir, una desequilibrada y apresurada forma de administrarlas donde priva lo nuevo sobre lo tradicional, donde se fomenta la fragmentación social y económica, y donde las vías rápidas destripan a las urbes” (2015:  10).
Las cuatro lecturas de un mismo hecho: las cuatro voces que aquí se unieron, son algunas de todas las que se sumaron, pero tienen la virtud (y eso es mérito del coordinador) de ser representativas. Veamos en el orden que aparecen el libro:

Ximena en su cartografía traza coordenadas que enlazan la historia y el presente de esta ciudad. Acude a la historia y a la teoría social para comprender los porqués de la ciudad industrial que es Monterrey. Apunta sobre la construcción del discurso social hegemónico acerca de una propalada excepcionalidad regiomontana. Ximena ubica el poder de las élites, el cual dice: “reside en provocar la sensación de creer que «siempre hemos sido así».” Y en Monterrey, esta tarea tiene ya 100 años, la de labrar un imaginario social donde el trabajo, el ahorro, la lealtad, fuera el credo entre patrones y trabajadores (aunque ahora debidamente adaptado a la competitividad individual y el éxito emprendedor). A la par han creado un santoral laico de pater que ni apellido necesitan: Don Isaac, don Eugenio, don Roberto, don Lorenzo, etcétera, que pareciera que con su simple invocación el espíritu industrioso como manto nos cubriera.

Sara Luz, con una agradable ironía cuestiona una cultura que metaliza  todo bien: “El bosque La Pastora era un área verde que no tenía nada dentro de sí, simplemente era” y eso era suficiente. Nos acerca a la complejidad sociológica que es el deporte en sociedades capitalistas y particularmente el del futbol: negocio globalizado con jugadores como “rockstar”, industria poderosa del espectáculo y del consumo cada vez más pasivo que activo, que se imbrica con la relaciones sociales que se generan entre los comunes, los pertenecientes a la clase que vive del trabajo, escribe: “todos los aficionados, sin importar su equipo, sí comparten la cotidianidad: el camión, el metro, los tacos, las cantinas, los bares, el día a día sin más.”... Algo hay allí que aun no comprendemos.  

Y luego, nos comparte con minuciosidad  de filigrana sus recuerdos de adolecente, cuando conoció el río La Silla y su bosque. El cambio que en ella generó la hace reflexionar: “Quizá los regiomontanos no aprecian las áreas verdes simplemente porque no las han vivido.” Muy verdad! Y me lleva a ver con preocupación la formación de las nuevas generaciones que ya no conocen la tierra en sus pies, ni el vuelo de una mariposa, ni el aroma y sonido de los árboles al batir sus ramas por el viento. Pues “conocer” la naturaleza a través de los Ipad  y X-box, sólo puede contribuir a nuestra deshumanización, pues la disociación creciente entre naturaleza y cultura que somos, sólo confirma la sentencia de Noam Chomsky, cuando recientemente se le preguntó sobre crisis financieras:
“No podemos predecir cuándo va a explotar esta burbuja, no podemos predecir nada. Sin embargo, lo político y económico son cuestiones académicas: hay una crisis todavía más grande, que es la que nos va a destruir a todos a menos que se haga algo al respecto: la crisis ambiental...”

Los siguientes dos textos, los de Antonio y Claudio, son evidencia de los nuevos recursos para la lucha social. El movimiento ambiental (lo fui entendiendo conversando con David Pulido) se distingue por el uso de la información experta y científica. Antonio desde la denuncia a la violación por parte de FEMSA de múltiples leyes ambientales, hace el recorrido de trampas, pifias y omisiones que con participación directa o anuencia de las dependencias gubernamentales, consumó el ecocidio que reseña Claudio desde su expertise legal, en resumen, dice Claudio:
“...finalmente [todas las instancias de gobierno] claudicaron, dejando en manos de la empresa socialmente responsable la decisión de concesionar un bien público, definir el interés público, y afectar el medio ambiente de la ciudad sin asumir las consecuencias.”

Además del argumento técnico ambiental, el Colectivo recurrió a tribunales, demandó justicia con expediente de causa en mano, interpuso amparos, etc. Al final, logran mostrar que contra la supuesta democratización en la impartición de justicia, en México de poco sirven leyes  y normas reglamentarias si la voluntad política para su observancia tiene el precio del mejor postor.  Con la destrucción de ese suelo vegetal se perdieron, señala Antonio, los servicios ambientales que La Pastora prodigaba a sus habitantes cercanos: “mitigación de temperatura y protección contra inundaciones”... porque esa fue la lucha: por la vida.

No obstante, el sentimiento de fracaso atraviesa las emociones de los cuatro coautores. Tal como lo expresa Claudio:
“Los defensores de La Pastora no alcanzamos el objetivo primordial. Habíamos fallado en lo que más importaba: salvarla. Resistir la construcción del estadio nunca fue nuestra intención, nos proponíamos salvar el espacio, preservar el lugar por el servicio ambiental y social que prestaba y porque cambiar su destino nos pareció un acto irracional, ilegal e inmoral.” 

Pero sobre la derrota se erige la convicción, condensa Sara: “Es enseñanza que nos permitirá corregir los errores y establecer nuevas estrategias para que cualquier lucha ciudadana logre eficazmente sus objetivos.”  Y la tenacidad para que quede juzgado para la historia y “dejen clara y contundentemente sentado que la caprichosa resolución fue ilegal, que el ecocidio se cometió y que el mal uso de un bien público ocurrió. No importa lo que se tarden en hacerlo.”

Soy una convencida de que si la convicción personal de aspirar activamente a una sociedad distinta de la capitalista, no es producto de modas o de vil oportunismo discursivo, la derrota no marca ningún punto final, apenas es una lección más pues toda acción colectiva nos permite aprender.

Los aportes: son muchos y enumero algunos:

  • Introduce nuevas formas de organización y comunicación haciendo uso de las redes sociales para informar, convocar, movilizar.
  • Fue un movimiento intergeneracional (viejos y nuevos activistas sin relación jerárquica),  inter sectorial (estudiantes, colonos, profesionistas), y convocó diversos tipos de saberes (políticos, técnicos, científicos, artísticos).
  • Un movimiento que reivindicó la vida y con ello la alegría de la proclama y la acción con diversidad e innovación: videos, poemas, canciones (p.e. la de Sarita y su adaptación de “Árboles de la barranca”), performance, la Marcha del bosque viviente, la Marcha de las preguntas, la virtual toma de Cervecería...
  • Con su lucha construyeron una parte de una estructura que no sabíamos qué era, ahora ya sabemos que es un puente. Sí, el puente de la historia social de esta ciudad que une las luchas de una clase trabajadora que a lo largo de un siglo luchó contra el autoritarismo patronal, por mejorar colectivamente sus condiciones de vida y trabajo. Con este movimiento cobran otro sentido las luchas obreras y sindicales, universitarias, estudiantiles, populares de los años 20, 30, 50, 70, 80 en Monterrey. La lucha ambiental y por los derechos humanos se erigen en las demandas del Monterrey contemporáneo, el de la desigualdad extrema, el de la polarización económica, social y ambiental, el del abuso empresarial, el de la violencia contra los más pobres. La importancia de poder VER este puente es que hace polvo la idea de sentido común de que “siempre ha sido así”. No, no siempre hemos sido una sociedad pasiva y facilona, esta ciudad tiene una memoria de lucha fragmentada, dispersa y olvidada, que ustedes están ayudado a articular.
  • El inescrupuloso y prepotente comportamiento de los dueños de FEMSA develó cual retrato de Dorian Grey, la faz verdadera atrás del mito del empresario paternalista. Créanme, este es el mayor triunfo del movimiento, o si quieren, la mayor derrota del discurso social hegemónico regiomontano.
  • “Haber participado en la defensa del espacio natural La Pastora y sufrir su destrucción fueron experiencias políticas sin retorno”, escribe Ximena. Este fue me atrevo a definir, el primer movimiento contra hegemónico en el Monterrey de globalización neoliberal y eso, es mucho.

Por eso, querida Sara Luz, en el caso del movimiento en defensa de La Pastora, la curiosidad no mató al gato. Ese gato colectivo y curioso escaló contracorriente el muro llamado discurso social hegemónico, ese añoso discurso de la “cartablanca city” que dio forma a la ciudad imaginaria y al mito de la excepcionalidad regiomontana. El gato curioso y colectivo alcanzó el muro y desde la cima comprendió lo que sostiene Marc Angenot (2010: 47 y 65) “El discurso social es un dispositivo para ocultar, para desviar la mirada, ya que sirve para legitimar y para producir consenso, [para] “legitimar prácticas y maneras de ver...” Por tanto, con esa curiosidad contracultural el mito regiomontano perdió al menos una generación de jóvenes.

Lo confirmo a la vista de las nuevas experiencias convivenciales que construyen –con altas y bajas- sectores de jóvenes en diversos órdenes como la movilidad, el consumo, los oficios, las relaciones de género, el arte, etcétera.

Y esto se celebra y se comparte, como ahora lo estamos haciendo. Gracias.

* Texto leído por la autora en la presentación del libro: El bosque de La Pastora, memoria y lucha. Varios autores. Editorial Analfabeta. / FIL Mty, Cintermex, 18 de octubre de 2015.

 

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