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1973 18 Noviembre 2015

 

 

Musulmanes en Nuevo León
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Nuevo León ha crecido, en gran medida, por la influencia del Cercano Oriente. A pesar de la distancia geográfica, una buena parte de nuestra población es de origen libanés, palestino, egipcio. Tengo grandes amigos de Kuwait y Arabia Saudita, que no dejan de ser profundamente regiomontanos.

Son musulmanes y, al mismo tiempo, su pensamiento es de raigambre occidental. Austeros en las formas y creativos en su actuar: nos identifica el clima árido, el paisaje agreste y el espíritu indómito que nos sobrepone a la adversidad del entorno. 

No olvidemos que a Occidente lo atraviesa en su subsuelo histórico, ancestrales corrientes musulmanas. Cuando los reinos de Castilla y Aragón, en lo que ahora es España, fueron invadidos por los árabes, florecieron las artes, la ciencia y las buenas maneras. El Islam fomentaba la tolerancia. En los califatos reinaba el respeto por el otro. Nos quedan, de esos siglos lejanos, la etimología de innumerables vocablos, el arte culinario y el ansia nómada de asumir que estamos de paso, de migrar constantemente, así sea con la imaginación.

Los recientes atentados en París han encendido el odio al Islam. Incluso en Nuevo León he recibido opiniones en contra de musulmanes. La relación familiar o de amistad que varios regiomontanos tenemos con algunas víctimas, han exacerbado la natural indignación. Se piden respuestas extremas a hechos extremos, de marcado salvajismo, que no se derivan de la fe; se execran como bilis. Guerra contra el terror: cuando infieles se ensañan contra infieles. No es un duelo de creencias: es una riña de paranoicos con armas de fuego.

Por supuesto, las clases políticas son iguales aquí y en Francia. No las inspira el sentido común sino el populismo ciego del resultado instantáneo. Antes que el respeto a la libertad y la tolerancia, se impone el deseo de congraciarse con el vulgo. Por eso en cuestión de horas, se aprueba un bombardeo contra civiles en un país lejano. Y aumenta la exigencia absurda de cerrar las mezquitas de París, bajo la premisa de bloquear el yihadismo.

Cuidado con los imitadores de Le Pen. Y con los gobernantes que amenazan con recortar libertades civiles en aras de la seguridad pública. En hechos excepcionales, se diluye la necesaria crítica al gobierno y se adelgaza la prudencia y la sensatez, virtudes sin las cuales, la Ilustración Francesa quedará en un bello pero distante recuerdo colectivo.

 

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