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1976 23 Noviembre 2015

 

 

Los rostros de la Sharia
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- La imagen es inconfundible. Un joven musulmán con la cabeza cabizbaja y el rostro triste, impotente, frente al de una mujer blanca que lo mira con sorpresa, desconfianza e incredulidad.

Y más allá de ese islote humano un caudal de flores multicolores en la entrada del Hotel-bar parisino Le Carrillon; ambas son la viva imagen del silencio y la congoja que dejó una madrugada larga con olor a pólvora. El muchacho estoico. Su thawb y su kafiyyeh blanco nunca antes tuvieron una mejor connotación de amor y paz. Las dos tajadas de cartón que reposan en sus manos recuerdan en inglés: “Terrorismo no es Islam; el Islam es como esta flor; el terrorismo no tiene religión”.

La gente lo lee y se va de largo. No tiene tiempo para plantarse frente a este muchacho de barba incipiente y preguntarle sobre su propósito humilde y por ello valiente. Está en uno de los escenarios donde los yihaistas al grito de “Alá es el más grande” hicieron rugir las Kalashnikov, y con ese grito de guerra incomprensible ante hombres y mujeres desarmados, dispararon a diestra y siniestra sobre  decenas de parroquianos que habían salido de sus viviendas y hoteles quizá para pasar una buena noche otoñal en el siempre encantador París.

Quizá, ese tránsito rápido e indiferente, ocurre porque la mayoría lo tiene claro y sabe distinguir entre el islamismo y el yihadismo; entre la no violencia y la violencia; o quizá no, quizá para la mayoría de los franceses, como el resto del mundo, está claro que no hay distingos, ni matices, de ningún tipo y todos son uno solo haciendo eco de esa uniformidad que se empeñan mostrar los grandes medios de comunicación bajo la ecuación simple: islamismo es yihadismo (como en los ya lejanos años setenta, Luis Echeverría sentenció uniformando “sionismo es racismo”).

La inexplicable necesidad de respuestas rápidas, sin atender que este tipo de grupos violentos siempre serán minoritarios y la gran mayoría ajena al narcotráfico. Sin embargo, cuando cruzas una frontera con frecuencia sientes que te cae una mirada de sospecha que muchas veces se traduce en interrogatorios que resultan humillantes.

Y es que ante el ruido mediático, reaccionamos con mayor o menor ignorancia, con mayor o menor prejuicio racial, buscando respuesta y tendemos en la distancia hacer conjeturas estimuladas por la información a botepronto o las sospechas que tenemos a la mano.

Entonces, ante los acontecimientos de París, vale pena volver la vista a tres manifestaciones del islamismo. http://www.esglobal.org/, una publicación española dedicada a difundir escritor sobre las relaciones internacionales, dio a conocer el fin de semana una serie de artículos sobre el tema desde una visión despojada de prejuicios para ayudar a entender en mayor  o menor grado el islamismo. De estos trabajos destaca el del español Jesús Núñez Villaverde bajo un título en clave de  alerta: Cinco razones por las que Occidente está perdiendo la lucha contra el islam radical

En este trabajo que me parece fundamental para que nos situemos los neófitos en temas de Medio Oriente. Discute con el desaparecido politólogo Samuel H. Huntington quien en 1993 publicó el influyente libro: El Choque de las Civilizaciones, que se transformó en una suerte de biblia en los círculos militares de Estados Unidos y Europa, cómo también el alegato moral de Oriana Fallaci después de los ataques a las Torres Gemelas.

El entonces profesor de la Universidad Harvard, recordemos, sostenía que ante la caída del Muro de Berlín en 1989, la amenaza al mundo occidental, ya no era el comunismo soviético, sino el islamismo radical que en ese entonces no pintaba más allá de algunos secuestros de aviones estimulados por el estrafalario Muamar Gadafi y ejecutados algunos por Ilich Ramírez, Carlos el Chacal, un venezolano que no representaba para nada una avanzada del fideísmo sino una mezcla de intereses de los subterráneos del extremismo.
Núñez Villaverde dice que ante ese enemigo identificado: “Se ha ido creando un estado de opinión que no suele distinguir entre una creencia religiosa (islamismo), una opción política concreta (el islamismo radical) y una expresión de violencia extrema (el terrorismo yihadista)”.

En efecto, el islamismo al igual que el catolicismo es un sistema de ideas que durante siglos han profesado cientos de millones de personas y es tan fuerte su influencia cultural que ha llegado a extremos del establecimiento de sociedades coránicas cómo son los casos de Irán y Sudán, es decir, lejos del liberalismo democrático sustentado en un sistema de normas laicas.

La ley islámica (Sharia) no distingue el ámbito civil o religioso. Es uno solo. De ahí se deriva las prescripciones religiosas, entre otras, contra el consumo de alcohol, la vestimenta de la mujer o el homosexualismo.

Luego, en algunos países el islamismo radical ha constituido partidos para competir en la frágil escena democrática de los países árabes –como sucedió con el Frente Islámico de Salvación que en 1991 que ganó las elecciones en Argelia– pero un golpe de Estado evitó la toma del poder  o los partidos islámicos que después de la Primavera Árabe proponen una Constitución democrática y el reconocimiento del pluralismo político.

Finalmente, están los movimientos abiertamente terroristas en regiones que van desde África hasta Asia llegando a ser gobierno en algunos de ellos como ocurre en Afganistán y hoy en el califato del Estado Islámico –ubicado en la frontera de Siria e Irak- que es un santuario de radicales de varias partes del mundo.

En definitiva, al revisar la literatura sobre el Islam, cualquier i lector llega rápidamente a la conclusión de que en este hay una diversidad de expresiones incluso no pocas que vienen del intento de modernizarlo para estar más acorde con los principios liberales. Sin que esto signifique renunciar a los principios tradicionalistas y conservadores de la Sharia.

Lo que debería evitar los juicios sumarios que están detrás de muchos de los pronunciamientos militaristas de este momento y los posicionamientos que está asumiendo la derecha radical que ve en los ataques de Paris una oportunidad  para justificar el blindaje de fronteras.

Y en el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, impedir la llegada humanitaria de migrantes sirios especialmente a los estados gobernados por los republicanos.

Ciertamente, detrás de estas decisiones, se encuentra el miedo inoculado por los medios, los que impiden ver en la imagen de aquel joven musulmán algo más que las sangrientas imágenes que abundan como escenografía de la declaración de guerra francesa, sólo esperemos que los peores augurios no se vuelvan realidad y como recuerda un líder político europeo la salida debe ser sin la renuncia de los valores democráticos. Qué así sea.

 

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