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1976 23 Noviembre 2015

 

 

La casa hiena
Joaquín Hurtado

 

Para Lina Meruane

Monterrey.- El actor Charlie Sheen reveló que pertenece al selecto grupo castigado por el Huevecillo. Así le decimos acá, en jerga bajuna de locas rastreras, al bicho incurable. Puro folklor salvaje.

Caprichos del sida indómito, ha premiado al celebrité con justicia exquisita. Ha tatuado una manchita indeleble en su sangre azul de depredador imperial. Charlie es ahora vih+, otro vulgar guarismo estadístico de la vergüenza global. Uno más.

El histrión es portador de la marca del demonio en su expediente clínico. El escándalo ha caído como balde de agua helada en su carrera invicta de ardiente Casanova. Charlie presume su honorable adscripción en el club de los apestados. Con sus revelaciones nos eclipsa las vísperas, los preparativos, de la magna celebración que año con año realizamos el uno de diciembre, día mundial de la lucha contra el virus que ya nos arrebató a casi 40 millones de almitas.

Treinta y dos años después de su descubrimiento aún hay pájaros entercados en picar flor a lo pendejo, que saben del mal y nomás cierran los ojos como si la alerta sanitaria no fuera de su incumbencia. El virus en el cuerpo sagrado de un artista pop es comidilla intragable, pero el verdadero escándalo se cifra en el revés propinado a los planes de control total de una pandemia que subsiste en el radar del estigma y la discriminación.

Ya había un montón de leopardos pintitos y se le ocurre a este tipo lanzarse de cabeza al foso de los carnívoros. Llueven en las redes sociales epítetos de toda laya. Que el tal Charlie se lo merece por puto, se echaba doscientas por mes. Háganle cuentas: más de seis damas diarias. Un semental. Decía el mamón que tenía sangre de tigre. ¡Doscientas parejas anuales! Por las hemorragias del Cristo Parado, ni juntando a todas las lobas más putarracas logramos esa cuota. Con lo escasa que está ahora la carne humana. La sangre de los cristianos se encarece con los bárbaros yihaidistas en las puertas de Sodoma.

Don Charlie contabiliza en millares el número de señoras licenciosas rendidas bajo sus encantos. Un magnífico ejemplar de miembro jacarandoso. Abuela decía que va tanto el cántaro al agua hasta… ¿Dónde pondremos al triste donjuán? Ni siquiera pertenece a la tribu respetable de mariposos flamariosos, él tan bugambilio, tan hetero hipercogelón. Francamente no necesitamos que una estrella de las más conspicuas entre el populacho venga a robar cámara en momentos tan solemnes. No admitimos que un figurón de su envergadura se aparezca tan de pronto con sus desfiguros, en cadena mundial, a anunciar lo que ahora sabemos de sus truculencias.

Ya con los actos terroristas de París teníamos para soñar tersas pesadillas y este pobre diablo ricachón sale con sus menudencias. Esto no es una diatriba contra el don copulativo de los machotes. Qué bueno que en la viña del Cabrón haya tipos con capacidades envidiables para el coito indiscriminado. Por mí que le den duro a los placeres verracos en el monte de Venus. Mientras que su cuerpo, y su billetera, aguante.

Propongo invitar a Charlie Sheen para que venga y apadrine a la nueva generación de seroconversos nativos. A nivel local la epidemia está que arde. Ya son varios millares haciendo antesala, cayéndose en cachitos, esmirriados de esqueléticos, devorados por el bonito look de lipodistrofia galopante, esperando los antirretrovirales tan escasos. Llegan en legiones, según los reportes más serios. Madre mía, qué vicio el de estos vagos, muñecos caldosos que no perdonan ni una escoba con faldas. 

Charlie, vete a la cola, la casa hiena ya está bien llena.

 

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