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1983 2 Diciembre 2015

 

 

Cuando la ceniza
Eligio Coronado

 

Monterrey.- La poesía refleja un universo personal: su desarrollo emocional transformado en poemas. Poemas que captura un lenguaje. Lenguaje que sintetiza una realidad: la realidad de un universo personal.

Cada poeta es una voz diferente, y en eso radica su valor: en su individualidad. Cada quien vive la realidad a su manera y cada quien efectúa su propio asalto a la realidad para entenderla y explicarla.

De esta manera, cada poeta representa una realidad distinta: la que él percibe, la que él siente, la que él vive. Y todas estas realidades son válidas, pues de todas existe una constancia por escrito: la obra poética de cada autor.

En Cuando la ceniza,* de Gricelda Cruz (Santiago, N.L., 1970), la poesía alcanza un nivel telúrico por su extrema intensidad. Cada poema nos sacude, independientemente de su tema. Es tal su fuerza que no podemos permanecer indiferentes.

¿De dónde viene tanta intensidad? De su forma de enfrentar la vida: no como un segmento de tiempo que hay que dejar pasar ociosamente, sino como una férrea batalla del espíritu para sobrevivir en las encrespadas olas de la rutina, la desazón, el estrés y la apatía, entre otros males contemporáneos.

Es notable ver cómo la vehemencia de sus poemas se mantiene de principio a fin, sin disminuir nunca, lo cual indica un oficio largamente gestado en la práctica: “Pero regresa / porque Soledad y Realidad se han aliado en mi contra / y están a punto de destruir toda esta Magia” (Hechizos, p. 21), “atrapada desde siglos / en la arena del reloj / (…) Empiezo a caer / dividida” (Reloj de arena, p. 89), “En estos días / (…) tiendo el alma / y la ofrezco sin censura al aire / (…) Al sentirme libre / vibrante / hasta un mínimo contacto / provoca estremecimientos ya olvidados” (Recién nacida, p. 91).

 

De los diversos temas de su alforja (hechizos, depresión, muerte, soledad, crítica social, etcétera) destacamos el erotismo, inmerso a veces en la espesura metafórica: “Su pasión se desbordó / lanzó un grito grave, largo, impaciente / llamándome / Y su semilla escurrió hacia el centro de la tierra / para fundirse en mi ser palpitante” (Vulcano, p. 35), “Adivinar tu desnudez y no poder tocarte / (…) Es vivir en el infierno / con vista panorámica al paraíso” (Canícula, p. 77).

Pero es su letanía Desapariciones el más alto logro de este poemario. En ella concentra toda su rabia e impotencia, mismas que compartimos muchos mexicanos, pues se refiere a los compatriotas que han sido secuestrados o levantados y que nunca volvieron: “Qué final / Qué destino / Qué absurda razón / Qué cruel motivo / (…) Qué cobardes / Los buenos o los malos / Los héroes o villanos / (…) Qué carne de cañón / Qué tortura / Qué agonía / Qué lamento / Qué amnesia / (…) qué lista de qué nombres / qué ADN / (…) Qué autoridad / Qué fondo de qué lago / Qué gobierno / Qué sepultura escondida / Sin ángel y sin cruz, sin flores ni lamentos... / Qué olvido / Qué recuerdo” (p. 84-85).

 

* Gricelda Cruz. Cuando la ceniza. Monterrey, N.L.: Resolana Ediciones, 2015. 114 pp.

 

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