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2017 19 Enero 2016

 

 

El invierno de la democracia en México, I
Mario García García

 

Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.
Aldous Huxley

Puebla.- Mucha tinta ha corrido, envuelta entre razonamientos y pasiones intelectuales y políticas, acerca de los que los clásicos han dicho o entendido sobre la democracia, acerca de sus limitaciones, o sobre las nuevas expectativas para su realización.

Entre los teóricos modernos de la democracia, ocupan un lugar importante algunos de los representantes del realismo político, entre los  que destacan Josep Schumpeter, Norberto Bobbio, Robert Dahl y otros más. Éstos coinciden en una mirada del tema que transita, mesuradamente, de una perspectiva sustantivista hacia otra práctica, procedimental, sin romper completamente la perspectiva de origen. Desde esta óptica, se alude a la democracia como un contrato institucional para que se suministren las decisiones políticas de los individuos de la sociedad por medio de una lucha competitiva del voto de los ciudadanos. (Schumpeter, 1983)

De igual forma, en tono un tanto fatídico, se relativiza la democracia como ideal programático (así por ejemplo, se considera el hecho de que la democracia no garantiza por sí misma la felicidad, la justicia y prosperidad de sus ciudadanos, ideales que, cuestión aparte, están más allá de cualquier gobierno). En su lugar, se propone una democracia moderna o poliarquía, como las reglas de igualdad para la competencia y el relevo del poder entre las élites, mediado por la participación de la sociedad a través de un mercado político, en una justa electoral, en el que las diferentes opciones ofrecerán representar las aspiraciones y las preferencias del voto de los ciudadanos. (Dalh, R. 1992)

Independientemente de las diferentes interpretaciones de lo que es y cómo opera la democracia, se puede decir que el punto que media estas diferencias consiste en reconocer que la democracia refiere a un proceso para llegar a unir procedimentalmente las decisiones de cada integrante de la sociedad, considerando sus demandas e intereses.

Indubitablemente, más allá de una revisión exhaustiva de las teoría de la democracia, bajo estas breves aducciones podemos identificar analíticamente, cómo, desde su remoto origen, la democracia en México es un sino en vilo. Una pequeña prueba de ello, por ejemplo, tiene que ver como con la creación del PNR, que se convierte en PRM y posteriormente en PRI se consolida un sistema político, sustentado, en apariencia, en un régimen que reconoce a los procesos de elección popular como mecanismo para asumir puestos de representación política y de gobierno, pero de manera concomitante recupera viejos vicios como el fraude electoral y otros mecanismos de coerción política y social.

A lo largo de su amplia trayectoria en el poder, el PRI ha desarrollado toda una ingeniería —reconoce Krauze— “…para desvirtuar el sufragio: adulteración del padrón electoral, brigadas de voluntarios que votaban en varias casillas, robo de urnas o relleno de ellas con votos marcados previamente, instalación de casillas clandestinas, voto de personas inelegibles como niños, ancianos incapacitados (y hasta muertos), manipulación electrónica de resultados.” (Krauze, E. 2015:sp)

En este sentido, setenta años de un sistema de partido único, llena de procesos fraudulentos, de control social y político (patrimonialista y corporativista) y otras expresiones de violencia política, son testimonio claro del carácter grácil del origen y la evolución de nuestra democracia.

Quizá la iniciativa de Reyes Heroles, con la Reforma Política y acaso, pese a las iniciativas de retorcer los avances en materia legislativa electoral, con el lapsus panista, al ganar las elecciones presidenciales del 2000, parecía la oportunidad de liberación de la fábrica monopólica del voto y la ciudanización del proceso. Pero la Democracia de Estado, no sólo no dio lugar a esa transición, sino que ha propiciado un reacomodo en el sistema político mexicano, que mueve a pensar más en una refuncionalización del sistema autoritario que prevalecía en el sistema de partido único priísta, dando lugar a nuevos elementos ideológicos fundamentalistas, patrimonialistas, jurídicos y del uso de mecanismos de corrupción y de violencia política de estado, incluso, como históricamente ha ocurrido, por encima de la propia ley (de por sí limitada).

A propósito de lo anterior, creo que Lorenzo Meyer tiene razón, al aseverar que los mexicanos hemos tenido varios momentos valiosos para dar un giro positivo en la estructura política y social en México, pero nos hemos quedado cortos. (Meyer, L. 2013)
Por supuesto, la democracia en México tiene un sentido esquizoide, ya que por un lado tiene un soporte discursivo demócrata que busca dar legitimidad interna y externa a nuestro sistema político y, por otro, se opera mediante mecanismos absolutamente antidemocráticos de intolerancia política, donde ser de oposición y sobre todo de izquierda, si no media un negocio particular con el poder, es jugarse la vida, porque puedes desaparecer, ser encarcelado, ser torturado y/o la seguridad familiar amenazada.

En torno a los años 60s, del reciente siglo XX, Gabriel Almond y Sidney Verba presentaron a la Cultura Política como una categoría central para el estudio de las sociedades democráticas y no democráticas. Hablando de las primeras, sostenían que el desarrollo y presencia de la participación social [que me recuerda el igualitarismo citado por Alexis de Tocqueville (2002), en lo sustantivo, como en lo formal], la formación de un sistema de partidos políticos, la participación de sufragio universal y la división de poderes o creación de cuerpos legislativos, si bien son condiciones elementales, no son garantías suficientes para el desarrollo de un sistema político democrático. (Almond, Gabriel y Sidney Verba 1963)

Aunque México, como dan cuenta José Woldenberg (2016) y Enrique Krauze (2015), dispone de un régimen sustentado en un entramado normativo e institucional, que dan pauta para la cristalización de un proceso de democracia para la vida social y política: la libertad de opinión y de expresión, una división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), un sistema de partidos políticos, procesos de elección de representantes de los poderes ejecutivos y legislativos (a nivel federal, estatal y municipal), la creación de órganos “autónomos” para la organización y vigilancia de los procesos electorales, se abren espacios para que ciudadanos, al margen de los partidos políticos, puedan nominarse como candidatos que puedan ser electos, etc.

Sin embargo, uno de los peores enemigos de la democracia es la persistencia de poderes invisibles que atentan la vida de “un gobierno cuyas acciones deberían realizarse en público”. (Bobbio, N, 1986:22) Se trata de una tendencia que ya no hace por el máximo control del poder por parte de los ciudadanos, sino hacia el máximo control de los súbditos por parte del poder. Y buena dosis de eso es lo que está pasando en nuestro sistema político, ya que con un pequeño asomo a nuestra realidad reciente, se constata que nuestras libertades y derechos políticos están conculcados por estas presencias y la falta de espacios reales para su plena garantía.

Desde tiempos remotos en nuestro país, el ejecutivo federal y su partido han mantenido maniatados a los otros poderes y organismos de manera patriarcal (a su vez emulada a nivel de las entidades estatales); dado por lazos oscuros entre las instituciones y los poderes fácticos; la intolerancia política del poder; etc. En virtud de ello, repercute en que nuestra sistema político no acaezca en ser más que una democracia de papel, con unas instituciones blandengues, ha doc, con toda la disposición para ser vulneradas por la simulación, el fraude, la corrupción y la violencia política.

Actualmente, con la instrumentación del “Pacto por México”, la institución formal del poder legislativo pasa a la categoría de ser una instancia cínica de simulación, que ha dejado de legislar por sí mismo, pues las reformas o iniciativas en su materia se cocinan en dicho pacto. Meyer relata que, no se recuerda desde cuándo han podido realmente legislar, pues a los legisladores don Porfirio les cortó las piernas y se quedaron enanitos y ni con la revolución, ni la posrevolución, nunca se les dio la oportunidad de crecer. (Martínez, Marco A. 2013)

Ahora con el Pacto por México, queda en evidencia que es el Presidente, junto con las oligarquías de los partidos, quienes mandan (nada que tenga que ver con la poliarquía de Dahl) y que el Congreso es un parapeto, una ficción.

Por otra parte, no existen, de manera efectiva, espacios en donde la sociedad civil participe en procesos de toma de decisión, a no ser más que los exangües momentos de elección de representantes, en la figura de los partidos políticos y/u otros actores políticos, que una vez electos representan más el interés de su línea partidaria u otros intereses, pero menos el de los ciudadanos.

Eso es lo que pasó con el ramillete de reformas que se han aprobado en los últimos tiempos, que auto-justificándose, cínicamente, en diagnósticos que arrojan números rojos, la maquinaria del Estado y las maniobras de control de los poderes, rompiéndose las vestiduras, se lanzaron con toda arrogancia a aprobar, pero que evidentemente ni tienen un sustento social en su diseño o presentación, ni existió ninguna mediación social en su decisión.

Ante estos nudos ciegos de nuestro sistema político, ¿qué es lo que queda a los ciudadanos? Hasta ahora muy poco: la protesta, la resistencia civil y cierta postración  de desilusión, impotencia y un fatalismo redentor, en donde una revolución providencial llegará… Así es que los maestros, los trabajadores electricistas, los campesinos, los universitarios, los estudiantes de Ayotzinapa, jóvenes, viejos y ciudadanos de muchos estados o entidades de nuestro país, han decidido movilizarse, tomar casetas carreteras, tomar calles, tomar edificios, concentraciones sociales, etcétera.

La respuesta del sistema ha sido muy sombría, lo cual ha puesto al descubierto o ha abierto las cloacas de la corrupción, las alianzas del poder y de diversos actores políticos con otros poderes oscuros, como las bandas del crimen: la intolerancia, la represión masiva, el secuestro, la tortura… Junto a ello, los políticos piden a los ciudadanos críticos prudencia, tolerancia y confianza en las instituciones y la promesa (históricamente reincidente) de que al final del camino vendrán las ganancias, con toda su democracia.

[Mañana: Segunda parte.]

Referencias Bibliográficas
Almond Gabriel y Sidney Verba (1963), The Civic Culture, Pollitical Attitudes and Democracy in Five Nations, Princeton, New Jersey. Princeton Unvisety Press.
Apter, David (1965), Política de la modernización, Paidós, Buenos aires.
Bobbio, N. 1986, El futuro de la democracia, México, Fondo de Cultura Económica.
Castilo F. (2014) “Democracia Actual en México”, Publicado en Internet : ht tp://ensayopol.blogspot.mx/2014/04/democracia-actual-en-mexico.html
Dahl, Robert(1992). La democracia y sus críticos, Barcelona.
Flores, Horacio (2016) “Hacia el 2018”, en 15diario.com, del 5 de enero de 2016
Gamboa H., Juan Carlos (1995), “Medios de comunicación, encuestas y elección presidencial: México 1994” en Ai Camp, R. (1995), Encuestas y democracia: opinión pública y apertura política en México, México, Editorial siglo XXI.
Hernández Montes de Oca, R. (2016) “La democracia como problema. Entrevista a José Woldenberg” en MEXICAN TIMES. PIENSAGLOBAL OPINALOCAL, 13 DE ENERO DE 2016, publicada en internet: http://themexicantimes.mx/entrevista-a-josewoldenberg/)
Krauze, E. (2015) “México: La democracia difícil”, en EL PAÍS, 18 junio de 2015
Máiz, Ramón, “Democracia y poliarquía en Robert A. Dahl”, Universidad de Santiago de Compostela, publicado en Internet: http://webspersoais.usc.es/export/sites/default/persoais/ramon.maiz/descargas/Artigo_35.pdf
Martínez, Marco Antonio (2013) “México democracia autoritaria: Meyer”, septiembre 25, 2013, entrevista a Lorenzo Meyer publicada en internet: http://www.sinembargo.mx/25-09-2013/765273
Meyer, Lorenzo (2013) Nuestra Tragedia persistente. La democracia autoritaria en México, México, DEBATE.
Oszlak, Oscar (2013), Gobierno abierto: hacia un nuevo paradigma de gestión pública, Red GEAL/OEA/IDRC/BID, Colección de documentos de trabajo sobre e-Gobierno 5.
Schumpeter, J. (1983), Capitalismo, Socialismo y Democracia, Barcelona, ORBIS.
Silva-Herzog Márquez, J. (2016), “Gobernar y conversar”, en El Norte, Monterrey, Nuevo León, 04-01-2016, sección opinión.
Silva-Herzog Márquez, J. (2015), “Nueces 2015” en El Norte, periódico de Monterrey Nuevo León, 28 Dic. 2015, sección opinión.
Tocqueville, Alexis de (2002). La democracia en América. Ciencia política. Madrid: Alianza Editorial (2 tomos).

 

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