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2055 11 Marzo 2016

 

 

Broncobozal
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Honorables Señorías, C. Diputados de Nuevo León, qué cositas tan virtuosas sois vosotros. Qué criaturitas tan ingenuas, morusitas  despistadas en la infancia del Congreso estatal. Como dice mi madrina Aurorita Rodríguez de Sabinas: “Sí serán mondaos qui´ora las quieren chichonas y lecheras”.

Mis adorados chilpayates chupones de la democracia en pañal, venerables bancadas policromas del espectro político representacional. Miembros y miembras (no olvidemos la perspectiva del género y de la génera) del poder sanguijuelo del Legislativo de NL. ¿Acaso no tienen temas más punzocortantes qué agendar en sus parlamentarios desvelos?

Mira que querer capar al gato electrizado que habita en el habla de nuestro distinguido primer caudillo nacional de las causas independientes. No mameys que nomás hay chilacayotes.

Ahora nos salen con la ociosa pretensión de domarle el discurso al mulo, macho, cerrero, mostrenco, rústico, pelagatos, patarrajada, bucólico señor Don Bronco, príncipe assolutto del chingadazo oral.

Gandules levantafinger, se erigen en paladines del recatado idioma español y el ultracorrectísimo castellano que putea en los bajos fondos de la loca polaca nativa. El español es idioma hermoso y heteroflexible con su léxico verijón y bastardo. Vocabulario de sangre adúltera, sucia, cachonda, más contaminada que el río Pesquería y los afluentes del San Juan.

Ah, vosotros los viciosos de la hueva congresional. Ah, bizantinas trabazones palaciegas. Pacatas potestades diputadiles, ahora se sienten con tamañas bolsas escrotales para regir la expresión vocal de la pícara Política. Creen que con una ley censura, ley mordaza y oscura, van a corregir el contumaz verbo florido de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, el gobernador más deshocicado, malarrazoniento, boquiflojo, procaz, carretonero, superlatorio, salaz y grosero que ha tenido la moralina regional. Si es una joya el méndigo.

¿Es un problema acaso que el Bronco indómito posea una verba montaraz? ¿Por tan triviales pajas lingüísticas se arrebolan como damas victorianas? ¿A qué están jugando con su estulta iniciativa espantamonjas? ¿Domesticar a la mar océano, atar a la luna como huila en aironazo de febrero, evaporar el cerro de la Silla desde un decreto en la curul?

Nomás de escuchar el pomposo título de su capirotada legislativa tenemos para echar a reír o llorar sin parar por años y hasta siglos: “Ley de Promoción de Valores y Cultura de la Legalidad de Nuevo León”. El Barroco fue un estilo muy apropiado para decorar una época de absolutismo y rapiña, esclavismo e inquisiciones. Pero ya se murió.

Su ley bozal, como aquella estética imperialista, va a acabar donde acaba todo intento de enjaular el alma humana que se expresa por la hendidura bucal: en el basurero histórico, en la pena ajena, en la befa nacional.

El aludido Bronco, tozudo como él solito, machote testarudo como garrapata en culo de perro sarnoso, ya les reviró: “Yo así nací, así crecí y así me voy a morir, no le hago daño a nadie, no soy ejemplo malo para nadie, no digo una mala palabra en lo particular a una persona”.

Bien dicho, Bronco, yo te aplaudo. No te dejes, condenado. Para joderte y pedorrearte nomás la plebe ciudadana, no esos señoritos hipócritas que arman un jaleo mundial por la irreverencia babosa de la película Deadpool.

Hay que seguirle dando a las leperadas que para eso les pagamos. Como dijo la Octavia Paz, una marica poeta, cada vez que nos presumía una verga nueva: ¡Chillen, putas!


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