863 15 Agosto 2011 |
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ESCENARIOS IMPOSIBLES San Miguel Allende.- La Verdad, esa dama fina y elegante de modales educados y presencia agradable. Porte altivo pero no distante, más bien cálida e incitante su mirada que hechiza. ¿Cuántas cosas se pueden decir de ella? Y siendo tan chira, ¿por qué generalmente es tan ausente de nuestra realidad? ¿No tendría que ser más que habitual su presencia en nuestras vidas? Pero no lo es. Hemos elegido a esas señoras de dudosa reputación para acompañar nuestra cotidianeidad: Farsa, Mentira, Hipocresía, Simulación y sus otras primas. Se han sabido meter en nuestro entorno y se enseñorean y reinan en casi todos los ámbitos. La religión es su medio. El dogma la joya de su corona. La ignorancia es su acorazado. Y qué decir de la codicia, altar y templo de sus mayores devociones y mejores esfuerzos. Con ella han dado forma a lo que ahora es el mundo o tal vez deba decir a lo que queda de él. La política es su jardín. Siembran y cosechan. Riegan y abonan y obtienen con abundancia sus frutos podridos que nosotros habremos de tragar nos guste o no. ¿A quién debemos voltear a ver con índice flamígero y señalar como culpable de esto? Aun los más antiguos registros de la historia, las crónicas de culturas ya desaparecidas que se pierden en el tiempo consignan esta afición del ser humano. Ningún origen étnico, cultural o religioso queda fuera. Pero es una realidad que en nuestros tiempos algunos países, como el nuestro, están más inmersos que otros en esta funesta dinámica. Pero, oh sorpresa: el Universo, ese gigantesco caldero de alquimista, ese gran creador y depósito de delicias y maravillas, de diversidad sin límite, de arco iris sin fin, que nunca detiene su vocación, nos ofrece un obsequio: un científico a sueldo de un estado fallido, contratado por un igualmente fallido Secretario de Atención y Corrección de Fallas, trabajando en sus muy sofisticados y costosos laboratorios, con la consigna de crear con ingeniería genética diversos virus que afecten la mente y por ende la conducta y el comportamiento de los seres humanos, da origen muy a su pesar, a un virus benigno (cuestión de opiniones dirían aquí algunos personajes de la reacción de este país) que transforma los procesos mentales y hace incapaz de mentir a quien sea inoculado. Por si fuera poco, es un virus que se difunde por el aire y se reproduce a una velocidad pasmosa, de manera tal que en unos días prácticamente todo el mundo ha recibido el contagio. ¡San Goloteo nos proteja, Doña Angustias! Y tal parece que el efecto no es reversible. Escenario 1 ─ Usted no actuó con imparcialidad. Ese predio era mi único patrimonio y con su venta pensaba asegurar la educación de mis hijos. ─ Yo sólo hice lo que se acostumbra en la mayoría de los casos. Así es como se hace la justicia en este país. Usted nunca se acercó a mí para buscar un arreglo. ─ ¿Un arreglo? Una corruptela dirá usted. ─ Llámelo como quiera, pero así se lubrica la maquinaria de la justicia. En cambio el lic sí que supo granjearse nuestra buena voluntad. ─ Un vulgar soborno. ─ Usted no comprende la gran satisfacción que produce recibir el sobre con esa cantidad de dinero. Nada se le compara. Normalmente no lo diría yo con tanta franqueza pero con la situación actual, usted sabe que no podemos mentir. ─ Usted es un corrupto, no tiene vergüenza. ─ Soy un corrupto, lo acepto. Vergüenza sí tengo. Antes hacía concha y me la aguantaba, pero últimamente no puedo hacerlo. Es más, he sufrido cambios que me van a afectar mucho. Ayer no pude hacer otra trácala como la que le hicimos a usted. Si hubiera sido en estos días, el fallo que la afectó no se hubiera podido dar. ─ Desvergonzado ─ Ya le dije que vergüenza sí tengo. Por otro lado, usted es una ilusa, mire que confiar en la justicia así nomás. Todo mundo sabe que al entrar en los laberintos de los aparatos judiciales, sólo los que conocen cómo funciona todo y que se saben mover salen adelante. Usted llegó confiando en que recibiría justicia. Es una tonta. ─ Espero que ahora todo cambie en realidad y que ustedes ya no puedan continuar con lo que han venido haciendo. Lo voy a denunciar y será juzgado. ─ ¡No!, ¡eso no! Es la peor de mis recurrentes pesadillas. Me veo juzgado por un tribunal implacable. Confesándolo todo al ser interrogado y siendo condenado a severas penas. Y a sufrir el escarnio público. ¡Eso no!
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