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15 Agosto 2011
 


¿Y las voces?
Samuel Schmidt

Los Ángeles, California.- Saramago visitó Junin, un pequeño poblado en Medio Oriente donde hubo un conflicto del que resultaron arriba de veinte palestinos muertos; el viejo comunista se apresuró a comparar a Junin con Auschwitz, uno de los campos de exterminio que construyeron los nazis para eliminar a los judíos de la faz de la tierra. La exageración era notoria aunque se basaba en un silogismo falso: si Junin es igual a Auschwitz los israelíes son nazis; el prejuicio le salió del alma. Aunque se puede censurar el uso de fuerza en el conflicto israelí-palestino, en ningún momento los israelíes han intentado eliminar a los palestinos, aunque hay posturas palestinas dominantes que proponen “aventar a los judíos al mar”.

Cuando le sugirieron a Saramago que condenara al régimen estalinista se negó a hacerlo. Un intelectual de su importancia no debió ignorar que los campos de concentración estalinistas no se diferenciaban en nada de los nazis, ni que Stalin fue culpable de más asesinatos que Hitler, pero nada de eso era suficiente para el miembro de un partido estalinista cuya ideología se ponía por encima de la verdad y la justicia.

La ligereza de Saramago no es única. Para la “izquierda” Israel es el enemigo. No es suficiente que se demuestre hasta la saciedad que Israel es el único país democrático en el Medio Oriente, que una primera ministra fuera destituida por errores militares y que un presidente fuera obligado a dimitir por acusaciones de acoso sexual. Su planteamiento es simple, absurdo y estúpido: Israel es aliado de Estados Unidos, Estados Unidos es la mayor fuerza imperialista, luego entonces, Israel es imperialista. Siguiendo el silogismo, los estalinistas aprobaron la alianza de Stalin con Hitler, Hitler era fascista, luego entonces el apoyar la alianza los hace fascistas.

Esta reflexión me viene a la mente cuando leo la espantosa matanza que está conduciendo el dictador sirio –quien por cierto heredó el trono-. Por cierto, no hay presidente o primer ministro israelí que se atreva a ese manejo poco democrático del poder. Me estremece el silencio insidioso de la izquierda que es tan cuidadosa de los derechos humanos. Bueno, no todos los derechos humanos. Una cosa son los derechos de algunos palestinos en Gaza y otra la de los miles de sirios masacrados por un gobierno anti-democrático. Una cosa es tratar de romper el bloqueo naval sobre Gaza y otra tratar de influir sobre los países europeos para que dejen de comprar petróleo sirio y con eso doblegar a un gobierno asesino. Quien está promoviendo esa demanda son unos asquerosos imperialistas en Estados Unidos que se han conmovido con esta represión brutal.

Una aclaración pertinente. He puesto entrecomillada izquierda, porque tengo dudas si algunos vociferantes conocen el contenido libertario y humanista de tal postura política. No te hace de izquierda agredir a un país o grupo étnico. Me pregunto si lo que le molestaba a Saramago y a la mal llamada nueva izquierda, es que los judíos crearon un estado fuerte que ha logrado derrotar a sus enemigos, no obstante estar en rotunda minoría.

Me pregunto si estos activistas pro derechos de los palestinos irían a Irán o Siria a defender judíos perseguidos por tener una religión distinta; no solamente defienden con vehemencia a los dictadores, sino que no se atreven a confrontar la ausencia de libertad. Pero seguro nos dirán que los judíos pueden defenderse solos, mientras que los pobres palestinos de Hamas que agreden a la sociedad civil tienen el apoyo de dictadores, los mismos que no se tientan el corazón para secuestrar disidentes y desaparecerlos, o disparar contra la población civil con toda la potencia de las fuerzas armadas.

Los gobiernos, si todavía tienen algo de dignidad y no solamente intereses económicos o geopolíticos, tienen que obligar a Assad a cesar la violencia contra la sociedad. Una forma es ahorcarlo con los fondos petroleros, otra consiste en bloquear las fortunas que se han robado utilizando el poder. La sociedad civil tiene que elevar la voz para censurar a los dictadores que se aferran al poder a toda costa, que no han ayudado a que su sociedad mejore, sino que la someten a un silencio ignominioso, cada día más brutal.

Nos hemos cansado de leer historias y hasta ver películas sobre el tremendo daño que estos dictadores le infligen a la sociedad. Un ciudadano musulmán oprimido, es un ciudadano del mundo de cualquier denominación que ha sido arrebatado de la libertad y como la libertad es indivisible, por cada asesinado por los dictadores, todos somos asesinados.

 

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