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1044 25 Abril 2012

 

Nahui Olin, la eterna
Eligio Coronado

Monterrey.- Hasta hoy, todo lo que sabíamos de Nahui Olin es que era una pintora mexicana de principios del siglo XX y que pertenecía a una pléyade de mujeres distinguidas en los ámbito del arte y la cultura: Tina Modotti (fotógrafa), Frida Kahlo (pintora), Antonieta Rivas Mercado (escritora y mecenas), Lupe Marín (novelista), Dolores del Río (actriz), María Izquierdo (pintora), Lupe Rivas Cacho (actriz), Amalia Castillo Ledón (feminista y diplomática), María Conesa (actriz), Clementina Otero (actriz), Lupe Vélez (actriz) y María Tereza Montoya (actriz), entre otras.

Ahora, gracias a la investigadora Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, Ver., 1954) y su volumen Nahui Olin: sin principio ni fin*, sabemos que Nahui era, además de pintora: “dibujante, grabadora, caricaturista, pianista, poeta, ensayista y aficionada a la ciencia” (p. 28). También fue compositora, maestra de dibujo, precursora del feminismo y musa y modelo de pintores (Diego Rivera, Dr. Atl, Ernesto “Chango” García Cabral, Roberto Montenegro, Gabriel Fernández Ledesma, Jean Charlot, Matías Santoyo, Ignacio Rosas, Antonio Ruiz “El Corcito”, etcétera) y fotógrafos (Edward Weston, Gustavo Casasola y Antonio Garduño).

Rosas Lopátegui tiene a bien rescatar los cinco libros que Nahui logró publicar entre el vértigo de su agitada vida: Óptica cerebral. Poemas dinámicos (1922), Cálinement je suis dedans (Tierna soy en el interior, 1923), Á dix ans sur mon pupitre (A los diez años en mi pupitre, 1924), Nahui-Olin (1927) y Energía cósmica (1937). Tres libros más permanecen inéditos: Una molécula de amor, Totalidad sexual del cosmos y un poemario sobre uno de sus amantes, Eugenio Agacino.

También sabemos, gracias a este volumen, que Nahui Olin se llamaba en realidad María del Carmen Mondragón Valseca, que nació en la Ciudad de México en 1893 y murió en esa misma ciudad en 1978, que su seudónimo le fue impuesto por el pintor y vulcanólogo Gerardo Murillo (Dr. Atl) hacia 1922 y que representa: “el cuarto movimiento del Sol, cuya significación cosmológica se relaciona con el símbolo de los impulsos renovadores del universo, con el eterno retorno y la transformación de las fuerzas cósmicas” (p. 601).

Nahui Olin (o sea, Carmen Mondragón) fue hija del general Manuel Mondragón, militar que inició el cuartelazo para derrocar al presidente Madero el 9 de febrero de 1913 y luego fue premiado por el usurpador Victoriano Huerta con la Secretaría de Guerra y Marina para, más tarde, renunciar y salir del país en un exilio disfrazado rumbo a Bélgica; de allí marcharía a París y se asentaría definitivamente en San Sebastián, España.

Ese mismo año de 1913, Carmen Mondragón se casó con el pintor Manuel Rodríguez Lozano y al año siguiente viajaron a París para reunirse con la familia de ella. Durante ese tiempo tuvieron un hijo que murió en condiciones poco claras. Vivieron en San Sebastián hasta 1920, para luego regresar a México. 

Fue entonces que comenzó a gestarse la leyenda de Nahui Olin: al año siguiente dejaría al marido para irse a vivir con el Dr. Atl; vendrían después otros amantes. Comenzaría a pintarse a sí misma desnuda y a ser fotografiada como dios la trajo al mundo, impactando con ello a una sociedad mojigata que ostentaba dos morales: una para los hombres y otra para las mujeres. Posiblemente por esto, Hollywood la llamó, pero no filmaría película alguna.

A mediados de los años cuarenta, Nahui se fue retirando de la vida pública, hasta concluir vistiendo harapos, cuidando gatos y ser víctima del olvido y la maledicencia popular que la llamaba “la polveada”, “la loca”, “el fantasma del Correo”, “la dama de los gatos”, etcétera (p. 500-501). 

Su resurrección se debe al restaurador de arte Tomás Zurián Ugarte, quien desde 1978 se ha dedicado a reunir el material de Nahui para promoverlo a través de exposiciones, análisis, ensayos, artículos y entrevistas, además de facilitarlo a personas interesadas (como la autora de esta investigación), llegando al grado de convertir su casa en un santuario en honor de esta artista y hasta regalar cinco mil reproducciones de una fotografía de Nahui, la misma foto que lo fascinó la primera vez que la vio y que originó su veneración.

Complementan este volumen antológico más de cien documentos entre los que hay prólogos, poemas de y para Nahui, ensayos, crónicas, anécdotas, traducciones, invitaciones, diplomas, semblanzas, artículos, reseñas, análisis, portadas de libros, cartas, remembranzas, folletos, fotos, notas, manuscritos, entrevistas, recortes de periódicos, dibujos, óleos, poemas ilustrados, reportajes, prosa poética, un documento oficial, un fragmento de novela (del Dr. Atl), una cronología y una bibliografía de y sobre Nahui. Todo bajo la prestigiada firma de autores como Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Guadalupe Amor, José Gorostiza, Raquel Tibol, Rubén Salazar Mallén, María Luisa “La China” Mendoza, Homero Aridjis, Adriana Malvido, Tomás Zurián, Rocío Luque (traductora de los libros franceses de Nahui, incluidos aquí) y Armando Ponce, entre otros.

Sí, ahora ya sabemos que Nahui Olin fue un espíritu libre que cabalgó impetuosamente entre la hipocresía social de su tiempo a través de su arte y sus pasiones, preludiando con ello la liberación sexual de los años sesenta, aunque despistadamente “El misógino Salvador Novo la sentenció como un caso incurable de ‘furor uterino’” (p. 520).
   
Nahui Olin. Nahui Olin: sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención. Patricia Rosas Lopátegui, coord. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2011. 657 pp., Ilus.

 

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