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1094 4 Julio 2012

 

Rodrigo no es el Cid
Hugo L. del Río

Monterrey.- Monterrey confirmó su vocación panista. Y Rodrigo Medina corroboró que la política, vamos ni siquiera la grilla, son lo suyo.

Los regiomontanos hemos sobrevivido a dos tsunamis blanquiazules y vamos, jubilosos, por el tercero.

Maderito hundió a la administración en el fangal de las corruptelas intolerables ─léase “comisiones” del 15 por ciento para arriba─, pero es un gordo simpático y no se le vinculó con asesinatos.

Peor, mucho peor fue el trienio de Larrazabal. Y pese a la tragedia del casino Royale y tantas prevaricaciones los paisanos lo premian con una diputación federal.

Es verdad que Felipe Enríquez no fue un candidato que electrizaba de entusiasmo a la multitud, pero Margarita tampoco despertó el rapto del respetable.

¿Será que Arellanes no le disputará el gobierno a Medina?

En un futuro inmediato el gobernador navegará por aguas procelosas: y es mal marinero y peor capitán.

Peña Nieto no quería venir a Monterrey: cerró aquí su campaña porque se lo pidió su compadre Enríquez, único invitado a quien se le permitió tomar la palabra. El templete del mexiquense fue espacio prohibido para RM y sus epígonos hasta que al dúo dinámico EPN-FE se le antojó.

El desaire era evidente.

Pero además ahora Medina tendrá que rendirle cuentas al del EdoMex, porque en Monterrey Jose tuvo más votos que el priísta.

Es larga la lista de pifias medinistas: se perdió, otra vez, la joya de la corona: Monterrey; y el PAN ganó la mayoría en el Congreso local.

Pero qué esperamos del joven Rodrigo, si ni siquiera es capaz de imponer un mínimo de orden y respeto en su gabinete: el manejo de Prensa de gobierno es tarea política y profesional. Mal la puede desempeñar un quisque comprometido con un partido contrario al del Ejecutivo estatal.

Aquí no caben los mercenarios: si no hay lealtad política y personal no hay nada.

Y todavía el tal Laviada se dio el lujo de promover el voto a favor del Peje.

Los panistas cercan el palacio de cantera, pero además, como vemos, hay desleales y desafectos en la guarnición. Si quiere hacer carrera política, César Garza tendrá que desvincularse del cetemista Ismael Flores.

Y la cercanía de Yvonne no le hace ningún bien a Marcela Guerra.

Un político profesional como don Alfonso resolvería estos problemas entre la primera y la segunda taza de café antes del desayuno. Pero don Alfonso es don Alfonso y… bueno, ai muere.

Pie de página
¿Se resignó ya el Estado mexicano a dejar Tamaulipas al narco?

 

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