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1094 4 Julio 2012

 

Camus y el Señor Germain
Ismael Vidales Delgado

Monterrey.- Albert Camus nació en Argelia en 1913, sus padres fueron extremadamente pobres. Su padre fue reclutado para la Guerra de 1914 y apenas ingresó al ejército fue muerto. Así que Albert, “huérfano de guerra”, fue criado por su madre y por su abuela en medio de la miseria, recibiendo ayuda de dos maestros que influirían por siempre en Camus: Louis Germain y Jean Grenier.

Albert estudió filosofía y empezó a escribir desde muy joven, a los veintidós años publicó el ensayo El revés y el derecho. Se afilio al Partido Comunista pero en menos de un año se separó; también se casó pero su matrimonio terminó muy pronto.

En 1938 escribió la obra de teatro Calígula, esbozó la novela El extranjero y el largo ensayo El mito de Sísifo; más tarde publicó La caída y el drama El malentendido. Camus cultivó el género del absurdo. En una segunda fase publicó El hombre rebelde, seguido de la novela La peste y de  la obra de teatro Los justos

En 1940 se casó otra vez y se fue a vivir a Francia, donde se unió a la resistencia antifascista Combat. En esos años Camus era muy famoso en todo el mundo y en 1946 dictó conferencias por Europa, América del Norte y del Sur. El y Jean Paul Sartre aparecen como las “cabezas” más visibles del “existencialismo”, pero a raíz de la publicación de El hombre rebelde, Camus y Sartre se distanciaron.

Hacia 1957, Camus conmovido por la guerra civil desatada en Argel entre colonos y colonizados, conmina a las dos comunidades a establecer una tregua, lo cual unido a su poderosa obra literaria lo hacen ganador del Premio Nobel. En 1964 se le ofrece el Nobel a Jean Paul Sartre, pero lo rechaza.

El 4 de enero de 1960, en una carretera francesa, un neumático revienta y el auto en que viaja Camus se estrella. El escritor de 47 años, a sólo tres de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, lamentablemente fallece.

Entre los restos del auto se encuentra el portafolios de Albert y dentro, los borradores del libro en que trabajaba, El primer hombre, en el que intenta desentrañar quién fue realmente su padre. La obra está dividida en dos partes, más las “hojas sueltas” que contienen notas y  proyectos en torno a su elaboración, así como dos cartas: Camus-Louis Germain y Louis Germain-Camus.

Les comparto íntegra la carta que envía a su maestro en 1957, cuando recibió el premio Nobel de literatura: 

París, 19 de noviembre de 1957.

Querido señor Louis Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.

Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus.

Por su parte, el profesor Germain contestó a Camus:

Mi pequeño Albert:

Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentiliza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí “mi pequeño Camus”.

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo. (…)

Antes de terminar, quiero decirte cuánto me hacen sufrir, como maestro laico que soy, los proyectos amenazadores que se urden contra nuestra escuela. Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo más sagrado que hay en el niño; el derecho a buscar su verdad. Os he amado a todos y creo haber hecho todo lo posible por no manifestar mis ideas y no pesar sobre vuestras jóvenes inteligencias. Cuando se trataba de Dios (está en el programa), yo decía que algunos creen, otros no. Y que en plenitud de sus derechos, cada uno hace lo que quiere. De la misma manera, en el capítulo de las religiones, me limitaba a señalar las que existen, y que profesaban todos aquellos que lo deseaban. A decir verdad, añadía que hay personas que no practican ninguna religión. Sé que esto no agrada a quienes quisieran hacer de los maestros unos viajantes de comercio de la religión, y para más precisión, de la religión católica.

 

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