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1206 7 Diciembre 2012

 

Isauro Rionda Arreguín, in memoriam I
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- El pasado lunes 3, a las 14:30 horas, falleció el maestro Isauro Rionda Arreguín, mi padre, a causa de una aguda insuficiencia respiratoria.

Había permanecido hospitalizado varios días en la ciudad de León, por culpa de una caída que sufrió en su hogar, que le causó la fractura de algunas costillas. Su perenne hábito de fumar varios cigarros puros y cigarrillos al día complicó su recuperación, pues sus pulmones estaban seriamente afectados. Se despidió en varias ocasiones, y nos manifestó su rechazo a morir en otro lugar que no fuera su adorada ciudad de Guanajuato, patrimonio de la humanidad, a la que tanto contribuyó a preservar y enriquecer. Lo trasladamos ese lunes a su hogar, donde su situación se agravó y así nos abandonó. Logró su objetivo: morir en Guanajuato.

Historiador notable, humanista, actor universitario, abogado renegado, nacionalista radical, cervantino quijotesco, ensayista incansable, orador grandilocuente y lector permanente, también fue un crítico radical de la estupidez y sus practicantes. Deja una obra histórica abundante y variada, que habrá que compendiar, organizar, reditar y divulgar. La historia de la independencia mexicana y sus personajes le debe mucho, pero también trabajó sobre otros periodos previos y posteriores, siempre con un énfasis marcado en el estado de Guanajuato y sus municipios.

No fue un hombre de medias tintas ni tampoco de indecisiones. Sus juicios con frecuencia fueron radicales, y eso le acarreó no pocas malquerencias. No practicaba demasiado la prudencia o la hipocresía: lanzaba sus dardos verbales sobre aquellos a quienes juzgaba de ineptos, perezosos, soberbios o corruptos. Autoridades incluidas. Colegas también. Sus regaños espantaban a los que no lo conocían, pero estimulaban a quienes le eran cercanos, próximos ya sea por amistad o por relaciones laborales y profesionales. Nadie podía mantenerse indiferente a su lado: se le amaba, o se le odiaba.

Fue un padre y abuelo amoroso, pero a su manera. No gustaba de cursilerías en el amor, sino del intercambio de sentimientos con parquedad. Siempre quiso convertirse en el patriarca de una gran familia, para emular a su querido abuelo Barbarín Arreguín, el boticario de Silao. Esa había sido su figura paterna, pues perdió a su progenitor cuando tenía apenas nueve años.

Nació en Silao de la Victoria, ese escenario del triunfo liberal del siglo XIX, un lunes 3 de septiembre de 1934. Hijo del capitán Isauro Rionda Liceaga (1903-1943) y María Luisa Arreguín Pesquera (1901-1963). Sus padres habían contraído nupcias en 1924. Fue el quinto de ocho hijos, dos de ellos fallecidos a corta edad. Sus hermanos fueron Jorge (1925), Elvia (1926), Fabiola (1928), Luis (1936) y Josefina (1938). Dos de ellos, Jorge y Fabiola, fallecieron recientemente.

Ambos padres pertenecían a la clase media urbana, y sobrevivían con precariedad del salario que don Isauro percibía como capitán del ejército, cuya actividad de combatiente leal al gobierno revolucionario siempre mantuvo a la familia angustiada ante las constantes amenazas a su vida por parte de rebeldes cristeros y bandoleros.

Al fallecer el capitán Rionda, víctima en una epidemia de tifo, la familia debió abandonar su hogar en Guanajuato para trasladarse a la tierra materna, Silao de la Victoria, donde se acogió a la bondad y protección de los abuelos, don Barbarín Arreguín Medina, el boticario más prestigiado del pueblo, y su segunda esposa, Amelia Lozano “mamá Meme”.

Isauro había comenzado sus estudios primarios en la Escuela Anexa a la Normal en la ciudad de Guanajuato, pero por la mudanza debió cambiar a la Escuela Granja de Silao. Después de una breve experiencia como trabajador en la construcción de la Presa Solís en Acámbaro, donde laboraba su hermano mayor Jorge, regresaría a la capital del estado a estudiar la secundaria en la Universidad de Guanajuato. Ya por entonces frecuentaba la amistad de un grupo de amigos inquietos que llegaron a ser conocidos jocosamente como “Los Trogloditas”, entre los que se contaban Alfredo Pérez Bolde, Joaquín Arias, Juan Luis Tola, Ricardo Zambrano, Agustín Ramos, Carlos Chávez y otros: las excursiones cerriles y el deporte los unieron en una amistad que duraría décadas, en particular con Arias y Pérez Bolde.

Continuaré esta semblanza en la siguiente colaboración…

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

 

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