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1240 25 Enero 2013

 

El malpeso de la ley
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- Comienzo con una afirmación que me sale del hígado: me da mucha vergüenza ser mexicano cuando suceden cosas como la liberación de la secuestradora Florence Cassez. Da tristeza y coraje que se le suelte debido al pésimo proceso de aprensión e investigación al que se le sometió.

Montones de pruebas se fueron al caño por los errores cometidos por la policía federal investigadora al tratar de armar un expediente de hechos. Sencillamente en México no tenemos una policía capaz, honesta y eficiente. Nuestros agentes ministeriales e investigadores están lejos de ser profesionales y desconocen las herramientas de la técnica y los límites que impone el derecho a su actuación.

Durante décadas, la justicia mexicana ha estado sometida a los intereses de la política y de los poderosos. Son numerosísimos los casos que se han denunciado donde se construyen las pruebas, se inventan testigos y se culpa a inocentes, quienes con frecuencia son refundidos en las lúgubres cárceles de nuestro país, sin posibilidades reales de defensa, a menos de que posean dinero o influencias. No hay compromiso con la verdad objetiva, o con la justicia verdadera.

Para la atención de los delitos que se cometen en México hay dos caminos: dejarlos impunes y esperar a que sean olvidados, o bien, cuando hay presiones mediáticas o políticas, actuar con una rapidez inusitada y agarrar a incautos a los que se les culpa mediante la siembra de pruebas y testigos, a la manera que vimos en el excelente filme “Presunto culpable”.

Es cierto que los poderes judiciales del país, en particular el federal, han avanzado mucho en su profesionalización y depuración. Sin embargo, decisiones como la del miércoles vuelven a inducir dudas: ¿por qué el cambio de opinión ante un dictamen que ya se había rechazado?, ¿tuvo algo que ver el reciente encuentro de los presidentes de México y Francia en París?, ¿se privilegió la política internacional por sobre la impartición de justicia doméstica?

Son demasiadas preguntas con base en demasiadas coincidencias. La secuestradora francesa tiene asegurado un futuro promisorio en su país: es una celebridad, una víctima de los usos primitivos de una nación no civilizada. Podrá recorrer los auditorios galos compartiendo su experiencia con públicos horrorizados, con relatos sobre las mazmorras embrutecedoras de un México ahogado en su propia violencia.

Nadie le preguntará por qué vivió tanto tiempo con su novio, Israel Vallarta, un secuestrador comprobado y condenado por los mismos recursos probatorios de la hoy exculpada. Tampoco le recordarán que sus padres –entonces muy contentos con el novio adinerado– la visitaron en la finca “Las Chinitas”, donde recluían y torturaban a los secuestrados. Al final, el acceso a dinero fácil ha sido lo que marcó la desgracia de esta joven cómplice de delincuentes.

Es lamentable que las relaciones entre dos naciones extraordinarias hayan sido afectadas por un caso judicial mal llevado. Más triste fue el papel que jugaron los presidentes de ambas naciones Zarkozy y Calderón, pero sobre todo el primero, que fue capaz hasta de faltarle el respeto al senado mexicano en su mediática cruzada en favor de la atractiva rea.

Ahora, no podemos ignorar la sospecha de un acuerdo entre los nuevos presidentes Hollande y Peña, que posiblemente fue la mano que meció la cuna de nuestros ministros, quienes no dejaron de dudar hasta el último momento.

Entretanto miles de presos inocentes sobreviven en las cárceles mexicanas, sin esperanza de recibir la ayuda poderosa de naciones extranjeras, ni la consideración de los medios de comunicación, ni la simpatía de personajes del glamour como Carla Bruni. Los chivos expiatorios suelen ser individuos empobrecidos, ignorantes de sus derechos, de preferencia con mal aspecto, para que luzcan bien –es decir que luzcan como malos– ante las cámaras y los juzgadores. Esos son los abandonados, parias del sistema.

Reconozcámoslo: en México la justicia aplica básculas diferentes. La ley sigue siendo blandita para unos y durísima para otros. Mientras nos quejamos, la Cassez disfrutará sus 15 minutos –o 15 días– de fama, gracias a la ineptitud de funcionarios mexicanos que nunca serán castigados, pues ellos también son beneficiarios de la mecánica nacional.

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
luis@rionda.net
www.luis.rionda.net
rionda.blogspot.com
Twitter: @riondal

 

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