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1258 20 Febrero 2013

 

Día del Ejército
Hugo L. del Río

Monterrey.- Ensayo de acercamiento del estamento militar a la sociedad civil. Excelente. Nuestras fuerzas armadas adolecen de muchos defectos, pero nos regalan algunas de sus principales cualidades: el respeto a las instituciones, el acatamiento al gobierno civil, el origen social de oficiales, jefes y generales: los aristócratas –salvo rarísimas excepciones– ya no están interesados en el oficio de las armas.

El Ejército mexicano es el único en Iberoamérica que se mantiene irreductible a la tentación del cuartelazo (Costa Rica presume lo mismo, sólo que ellos no tienen Ejército); sólo Dios y los Presidentes en turno sabrán los esfuerzos, exitosos, que se hicieron para hacer aceptar a nuestros vecinos que el Estado mexicano decidió no enviar tropas a Corea ni a ninguno de los países en los que los boys y ahora también las girls matan y mueren para que suban las acciones de las megacorporaciones.

No son méritos menores. Pero ahora el personal bajo banderas está peleando en una guerra que no es la suya y para la cual no está preparado: hacía falta la insensibilidad de un hombre como Felipe Calderón para sacar a los troperos de Tierra y Mar a la calle a desempeñar funciones de policías. No es lo suyo. Ignoro si la Administración de Peña Nieto entiende que es un error o ve la decisión del panista como una bendición. En todo caso, hemos pagado un precio muy alto: 70 mil muertos y un número desconocido de desaparecidos y víctimas inhumadas en narcofosas aún no descubiertas.

Como siempre sucede, la violencia hizo aflorar lo mejor y lo peor de los militares, los sicarios, la gendarmería y los civiles. Algunos castrenses han asesinado a personas inocentes, a quienes además de abatir con saña pretenden sindicar como sayones. Eso es malo. Lo peor es que en muchas ocasiones el generalato pretende proteger a estos homicidas de uniforme. Me parece una buena idea este esfuerzo por promover la fraternización entre mexicanos. Lo que entiendo como un error es mostrar al público el material de guerra. Para qué, si no se puede usar. Ni habría motivo para ello.

A los capos se les derrota con el más peligroso de los sables: el de Hacienda; con información obtenida de los servicios de espionaje y con una Judicatura de manos limpias. Los tanques y cañones, los misiles y cohetes, los bombarderos de picada y los aviones cazadores salen sobrando. Para empezar, en una guerra como ésta no se pueden usar. A menos que los generales y almirantes estén enviando mensajes envenenados.

Lo que estamos haciendo es, simplemente, matar pistoleros de a dos pesos la docena. Esa no es la estrategia adecuada. Ya cumplimos seis años de vivir inmersos en esta tragedia y es obvio que los Ejércitos de Aire, Mar y Tierra están fracasando. Lo que sigue, angustia. El llamado a las armas es el último recurso del Estado. Pemex, que nos da de comer a todos, está desprotegido; los destinos turísticos y la frontera son tierra de malos, quienes también controlan, por lo menos parcialmente, carreteras, tramos de las sierras y zonas rurales. ¿Qué pasa si los Ejércitos fracasan?

 

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