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1315 10 Mayo 2013

 

La memoria en bronce
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- La ciudad de Guanajuato no sólo es especial por su belleza patrimonial, sino también por ser un espacio social complejo y sofisticado, a pesar de lo breve de su población. Los guanajuateños arrastran el complejo de vivir en “la Atenas de por acá”, de la que hablaba Jorge Ibargüengoitia, y de veras nos la creemos. Desde el bolero hasta el presidente municipal, todos presumen de su herencia ilustrada, aunque muchos no hayan leído jamás un libro ni tengan la menor noción del arte que los rodea.

Prueba de ello es que la feria del libro que organiza en la ciudad la Universidad de Guanajuato, a pesar de que ha acumulado 55 ediciones (que la hacen la más antigua del país) no ha podido despuntar, mientras que la FENAL (Feria Nacional del Libro de León) es todo un evento cultural que crece en poder de convocatoria entre autores y libreros.

Por otra parte, es cierto que Guanajuato es el municipio con mayor nivel educativo de la entidad, y que la universidad y sus 15 mil estudiantes sí pesan mucho en el conjunto urbano de 150 mil habitantes. La actividad cultural es muy intensa, y los diferentes espacios de oferta artística han tenido éxito en crear sus públicos fieles, que acuden con la regularidad del reloj a exposiciones, conciertos, conferencias, representaciones escénicas, etcétera. También hay que reconocer que la comunidad de extranjeros retirados o en estancias temporales son parte importante de esos públicos perseverantes.

La memoria también es un factor importante de la identidad local. La comunidad guanajuateña se vanagloria de su historia, y cuenta ya con un panteón de ilustres personajes que se han distinguido por diversas aportaciones a la comunidad. Desde científicos hasta músicos, desde docentes hasta literatos.

Por ello, el gobierno municipal logró un financiamiento del FONCA para encargar 23 bustos de estas eminencias, y contrató a un escultor que no cobró demasiado caro: un millón de pesos por el conjunto; más barato por docena. Además, tuvo el encargo rápido: apenas tres meses.

El espacio para recibir las esculturas ya había sido definido y acondicionado desde la anterior administración municipal: el viejo y hermoso (y manoseado por diversas intervenciones mal hechas) Jardín del Cantador. Se habían construido las bases en cantera para recibir las efigies a todo lo largo de ese paseo familiar, donde tantos guanajuateños aprendimos a andar en bicicleta y a perseguir a los patos (que ya no existen) de sus estanques (que tampoco).

Un año hace que a mi padre, el cronista local, se le había encomendado hacer la lista de los prohombres y promujeres del terruño. Una tarea harto difícil, porque sin duda se tocarían sensibilidades: ¿por qué este sí y aquél no? Nadie estaría conforme. Por eso elaboró una lista primordial con una cincuentena de personajes. Por supuesto él no se incluyó. El ayuntamiento tendría la difícil tarea de espulgar biografías y discriminar, ni modo. Desgraciadamente la muerte sorprendió a mi padre en diciembre pasado, y el ambiente fue propicio para que se le incluyera en la lista de los homenajeados.

Poco tiempo antes de su deceso, mi padre me comentó que lamentaba la idea de los torsos en bronce, pues se le hacía “muy de rancho”. Además de pedestre, el retrato en bronce suele ser muy injusto con el reproducido, más aún si el escultor no lo conoció en vida. Por eso el maestro Isauro pensaba que serían mejores unos macetones en bronce (porque en barro no durarían) con el nombre del homenajeado en la base. Por ser hombre enamorado de las plantas, mi padre comulgaba con esta idea, a lo mejor contagiado por el maestro José Chávez Morado, cuyas cenizas descansan junto con las de su compañera Olga Costa en un macetón en su casa, que contiene una siempreviva.

En fin, que los bustos han sido develados el 26 de abril pasado y los guanajuateños han desfilado para visitarlos, y tomarse la foto con aquél o aquélla que conocieron. Por supuesto ya emergieron las críticas por el problema de los parecidos, como lo había adelantado mi padre, y se pone en evidencia de que a los cuevanenses nada nos satisface. Por cierto, la gran mayoría de los habitantes de esta cañada no identifica a casi ninguno de los bronceados, y ya surgió la propuesta de integrarles una biografía en la base. Yo propondría mejor la edición de un folleto, o la apertura de una página web.

Por mi parte, y creo que mi familia me apoyará, estoy agradecido con el gobierno municipal por la inclusión de Isauro Rionda Arreguín entre los ilustres. Sí nos pareció que el busto tiene un ceño que lo endurece (y espanta a cualquiera), pero es una interpretación del artista. Me encanta que repose en El Cantador, donde tantas veces convivimos con él en nuestra infancia.

Luis Miguel Rionda es Antropólogo social y profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

luis@rionda.net
www.luis.rionda.net
rionda.blogspot.com
Twitter: @riondal

 

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