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1473 18 Diciembre 2013

 

Fanfarrias turcas
Hugo L. del Río

Monterrey.- El gobierno mexicano (y supongo, también los turcos) presume como un gran logro el Tratado de Libre Comercio y otros instrumentos teóricamente de colaboración y desarrollo económico. Peña Nieto llegó a Turquía con una impresionante comitiva, y de buenas a primeras, firmó con su homólogo otomano Abdulla Güll todos los acuerdos y convenios habidos y por haber.

Notable éxito. Ahora bien: ¿qué les vamos a vender y qué les vamos a comprar? Podemos ofrecer tequila y cerveza, aunque el 95 por ciento de la población de nuestro nuevo socio profesa la fe del Islam: son abstemios. ¿Qué más: sarapes de Saltillo, artesanías de Oaxaca, chile serrano? Sería el colmo que les exportáramos turcos de El Álamo. Y ellos, ¿qué nos pueden ofrecer?

No ofendo a nadie si digo que Turquía no es, precisamente, una gran potencia en lo industrial y lo financiero. En el papel no están tan golpeados como nosotros, con un crecimiento del 5.4 por ciento del PIB en los últimos años, y una tasa de inflación del 8.2 por ciento. Pero en la vida real, Turquía es sobre todo exportadora de carne humana: los turcos (que no pudieron capturar Viena a mediados del siglo XVII) ahora forman una gigantesca población flotante en dos docenas de países, desde Rusia hasta Inglaterra.

Son muy solicitados porque faenan duro y cobran menos que los nativos. Turquía es un Estado maquilador, como México. Con dólares y tecnología de Japón y Corea del Sur, montan automotores, equipos de transporte, electrónicos, electrodomésticos, materiales de construcción y equipamiento militar. Todo eso lo tenemos aquí. Entonces, ¿qué onda, mi buen?

Ya en serio, les podemos vender aduaneros: tienen fronteras con ocho países; y ellos nos pueden enviar a sus 35 multimillonarios (en ricachones ocupan el cuarto lugar en el mundo) para que le hagan sobrepeso a Slim. Nuestros asociados tienen mala Prensa: fueron el primer país en practicar el genocidio: con los armenios desde 1894 hasta 1923; a sus militares les encantan los cuartelazos; los derechos humanos han sido siempre más un sueño que una realidad; como buenos musulmanes, sobajan a la mujer: oficialmente, está alfabetizado el 95 por ciento de los varones, en contraste con el 79.6 por ciento de las féminas.

En corrupción andamos más o menos parejos y como el estamento castrense es travieso, el millón 45 mil elementos de las fuerzas armadas está bajo el control del Ministerio del Interior. En el fondo, da lo mismo; Güll, islamista no poco reaccionario, no duerme pensando qué maquina el general Necdet Ozel, jefe del Estado Mayor y verdadero comandante de las tropas. Güll es proclive a mezclar la religión con la política, en tanto que Ozel es riguroso militante del laicismo. Ya han tenido sus desacuerdos y el gobierno de Güll depende, más que de la voluntad de los ciudadanos, de que coincidan las ambiciones de Ozel con los intereses de Washington, la OTAN y la OCDE.

Entonces, ¿qué se nos perdió en Ankara?

 

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