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1702 4 Noviembre 2014

 

 

¿Podemos en España y no podemos en México?
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- 30 mil cadáveres por culpa del narcotráfico en menos de 8 años es una cifra que no deja indiferente a nadie. 43 estudiantes desaparecidos sin una explicación convincente por parte del gobierno, es un símbolo de la descomposición de la política nacional.

84 fosas clandestinas de las que se exhuman borbotones de huesos humanos, quemados y con señas de tortura, son un agujero negro en la gobernabilidad de cualquier país. Más de 100 mil espíritus vindicativos repudiando por diversas vías la corrupción de la autoridad pública es un ejemplo de la escalada del hartazgo ciudadano que podría tomar peligrosos sesgos contra las desvencijadas instituciones.

En España, un país cien veces más seguro que México, una reciente formación ciudadana de oposición crítica populista, llamada Podemos, de Pablo Iglesias, ha sacado el tapete al sistema de partidos, carcomido por la corrupción y la inoperancia, al grado de que ya se pronostica, como mantra general, un cambio radical de mandos de gobierno. Y si en España una crisis económica que derivó en un vacío institucional avizora una obligada regeneración democrática, ¿qué podemos esperar en nuestro país, diezmado por la criminalidad y la falta de reflejos de nuestro aparato público, repleto, eso sí, de mil patrañas justificativas?

A Podemos sus adversarios del PP y el PSOE le intentan cuestionar su legitimidad con un argumento manoseado: son aventureros políticos que abocarían al desastre a los españoles. Pero nadie le cree el infundio y su rentabilidad del descontento general cotiza a la alza. En México, los adversarios institucionales de las protestas ciudadanas pretenden manchar la reputación de los normalistas desaparecidos, con el sambenito de que son supuestos criminales. Pero nadie les cree el ridículo tinglado que les han armado. Y peor: han enfilado baterías en contra de Andrés Manuel López Obrador, como si matando al perro del vecino se amansa el perro rabioso que tenemos en casa. ¿Creen que linchando al líder de Morena se extinguirá el fuego del hartazgo social?

A veces, en política se tiene que decidir el menor entre dos males. El gobernante se sitúa en la encrucijada de decidir entre opciones contrarias. El sistema de partidos en España no sabe si continuar con la rebatinga interna de prebendas políticas a la vieja usanza, entre el PP y el PSOE, o hacer frente común contra los nuevos actores novatos que amenazan con enviarlos al final de la cola electoral.

Pero el sistema político mexicano se enfrenta a una encrucijada aún peor: aprovechar la actual crisis de inseguridad violenta para descalabrar públicamente a su adversario López Obrador (y su conocida izquierda vociferante) o deshacer con el consenso de todos los actores políticos una ventolera de repudio social creciente que amenaza con tornarse un huracán devastador de consecuencias incalculables para todos.

La sabia decisión de las autoridades españolas pueden salvarlas de un cisma electoral, para no caer en un final al estilo de los melodramas de Pedro Almodóvar. La  oportuna decisión de las volubles autoridades mexicanas, aficionadas a no hacer nada, pueden librarnos de un desastre nacional, muy al estilo de las tragedias filmadas del Indio Fernández.           

 

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