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1837 12 Mayo 2015

 

 

Debate que no fue
Joan del Alcázar

 

Valencia.- Al empezar la campaña electoral en la que estamos inmersos, la Cadena SER organizó un encuentro entre los candidatos de las seis formaciones principales que se presentan a las elecciones del próximo 24 de mayo.

A pesar de que hay que agradecer a la emisora que reuniera a los cabeza de lista de las distintas organizaciones, también debemos apresurarnos a decir que aquello no fue un debate, ni cosa que le parezca.

Un debate es una discusión, una confrontación de opiniones divergentes, un diálogo entre dos o más interlocutores que exponen sus posiciones sobre un tema más o menos amplio, y las defienden a la vez que discrepan o critican las posiciones de los otros participantes en el encuentro. Pues bien, aquello que organizó la Cadena SER le pareció a un verdadero debate como un huevo a una castaña.

Seguro estoy que no es responsabilidad del medio, líder absoluto en audiencia a nuestro país. Tan seguro cómo que fueron uno o más de los responsables de comunicación de alguno de los intervinientes los que impusieron ese modelo de monólogos sucesivos.

El formato del debate, celebrado por cierto en la Sala Matilde Salvador del Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, fue conducido [es una forma de decirlo] por el periodista Bernardo Guzmán, quien no tuvo otro problema que recordar el turno de los intervinientes. Estructurado en tres intervenciones de minuto y medio por dirigente para hablar de cómo estamos, dos de la misma duración sobre propuestas y compromisos de cada partido, y una ronda final a minuto por persona para pedir el voto para su candidatura. En ningún momento hubo interrupciones, ni se estableció el más mínimo debate entre los participantes. Guzmán no preguntó nada a nadie, y fue, como ya hemos dicho, un moderador que no moderaba nada. Entre otras cosas porque los líderes se ajustaron de forma germánica a los tiempos que tenían asignados. Los seis fueron más que disciplinados con la tiranía del formato.

Esto es lo que hay. Estos son los monólogos en compañía que la baja calidad democrática que sufrimos nos permite. No   hubo confrontación, ni tensión dialéctica, ni siquiera emoción. Todo estuvo enmarcado, controlado; todo resultó previsible. No deberíamos, pues, sorprendernos cuando sabemos que las tertulias de la Sexta Noche, o las de Hora25, tienen muchísima más audiencia que un encuentro como el que estamos comentando. Hay que tener muchas ganas de perder una hora para tragarse aquello que organizó la Cadena Ser en La Nau. No obstante, si alguien tiene interés en verlo puede hacerlo en la web de la emisora donde encontrará el vídeo.

Quien no lo haya visto y lo haga, seguramente aceptará que el candidato del PP, el actual presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, fue cómo  Francisco Umbral en aquel recordado “yo he venido aquí a hablar de mi libro”. Al hombre le dio igual que Ignacio Blanco [con Mònica Oltra el más incisivo de los participantes, a pesar de que le valió de poco] le preguntara tres veces si continúa asegurando que no conoce Marcos Benavent, el ex gerente de IMELSA, o si está seguro de [la honorabilidad de] Rita Barberà. Los cuatro líderes de la izquierda [Ximo Puig, Antonio Montiel y los ya mencionados Blanco y Oltra] le pidieron cuentas por la corrupción. El líder de Esquerra Unida, directamente, le dijo en su primera intervención, que el de Fabra “es un gobierno de ladrones”, mientras que Mònica Oltra [Compromís] lo acusó del incremento de la pobreza y contradijo unas palabras recientes de Rajoy, diciendo que el PP no  ha cometido errores sino horrores. Montiel [Podemos] lo  acusó no sólo de corrupción; añadió incompetencia y despilfarro de los recursos, e incluso Carolina Punset [de C’s, más templada y menos crítica que el resto] dijo que la corrupción había sido un patrón de funcionamiento del gobierno actual y de sus antecesores. El penúltimo al tomar la palabra en este turno fue Ximo Puig [PSPV-PSOE], quien después de dar cifras sobre datos sociales cada vez peores afirmó que el gobierno de Fabra había utilizado el poder en beneficio propio.

Después de este repaso inicial, el espectador quizás esperaba que el Molt Honorable President Fabra se diera por aludido, que se defendiera de las acusaciones de ser buen amigo de los corruptos, que rompiera alguna lanza por la honorabilidad de su formación política, que reconociera algún error, que asumiera alguna responsabilidad, que hiciera explícito alguna cosa parecida al Nunca Mais.  Vana ilusión.

Fabra había ido al acto a “hablar de su libro”. Ni una palabra, ni una, cero, sobre corruptos o corrupción. Nada. El MHP Fabra empezó a entonar una melodía que repitió en cada una de las seis veces que le dieron la palabra, interpretando aquello de variaciones sobre un mismo tema. A saber: estamos mejor que hace cuatro años, a pesar de la crudeza de la crisis no se ha cerrado ningún colegio ni ningún  centro de salud [sic], se ha reducido la Administración, se han relanzado las exportaciones y a estas alturas la Comunidad Valenciana es un referente en creación de puestos de trabajo [sic]. A los anteriores gobiernos del PP, que dirigen la Generalitat desde 1995, ni los mencionó. Y eso que Ximo Puig llegó a decirle que cada vez se parece más a Camps, aunque –mordaz el de Morella- le deseó que no acabe igual.

Excepto Fabra, el resto cumplieron con su papel dignamente. Mònica Oltra quizás fue la más fresca, la más auténtica; mientras que Blanco fue el más duro. Montiel reconoció que es un novel en estas cosas, aunque lo hizo con el discutible argumento de que él no es un político [queremos entender un profesional de la política], y Ximo Puig intentó el tono institucional [a veces excesivo] del aspirante de más edad y experiencia.  Carolina Punset hizo una buena presentación, a pesar de que habló con una ambigüedad claramente calculada y ligeramente preocupante para los espectadores de izquierda. Sin embargo, dijo que está para construir acuerdos pero no para hacer lo de antes, porque no podemos vivir sólo de la hostelería.

¿Propuestas para el futuro? Acuerdo total, excepto Fabra, de establecer un punto y aparte. Oltra lanzó la propuesta de desarrollar un plan de choque contra la pobreza, especialmente la infantil, y consiguió el compromiso de abrir los comedores escolares en verano. Más allá de esto, acuerdo general en cuanto a acabar con la corrupción endémica, con incrementar la inversión en I+D+y, potenciar las PYMES y los autónomos, la cultura, la agricultura ecológica, la conservación y la eficiencia energética de los inmuebles, incrementar las plantillas de los servidores públicos [ejemplificados como maestros y médicos]... 

Fabra hizo su última intervención como la primera. Hemos pasado cuatro años muy duros, pero estamos mucho mejor que estábamos [sic]. Y cerró, haciendo mención, con calzador, de la defensa de las señales de identidad de los valencianos. Eso sí, en un correcto castellano. El mismo que usó Carolina Punset. Ximo Puig y Antonio Montiel alternaron las dos lenguas, mientras que Blanco y Oltra sólo hablaron en la lengua del país.

Conclusión: no, no fue un debate, fue una serie de monólogos en compañía. Pero, como ya he dicho, esto es lo que hay. Como mínimo, quienes vean el el vídeo sabrán que el PP y su candidato van a lo suyo, ni sienten ni escuchan. De Ciudadanos, no acabamos de saber si sube o si baja. Del resto, de PSOE, Esquerra Unida, Compromís y Podem nos queda la impresión que están dispuestos y comprometidos a trabajar conjuntamente para sacar este país del socavón en el que lo ha metido veinte años de mal gobierno, de megalomanía, de despilfarro y de corrupción del Partido Popular.

 

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