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1842 19 Mayo 2015

 

 

El miedo, el maldito miedo
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- Los políticos en altos cargos de gobierno frecuentemente dan muchas muestras de que tienen miedo antes, durante y después de la toma de decisiones.

Muchos de ellos suelen tener guardias permanentes afuera de sus casas, utilizan carros blindados, evitan mucha exposición pública, toman precauciones cambiantes en sus traslados, hacen vacaciones fuera del país, mandan a sus hijos a estudiar fuera de los estados donde gobiernan y son cuidadosos en sus discursos.

No es casual que esto suceda, muchos de esta franja de políticos, han sido víctimas de la violencia como una forma de someterlos, disciplinarlos o recordar lealtades o cotos. Ahí está el registro histórico que va desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial del PRI, la muerte de Francisco Ruiz Massieu, presidente del Consejo Directivo Nacional del PRI, la muerte sospechosa de los panistas Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, cuando se desempeñaban como Secretarios de Gobernación, la muerte de Rodolfo Torre Cantú, candidato priista al gobierno de Tamaulipas y la larga friolera de diputados y alcaldes en distintos estados de la República, como también la de funcionarios públicos y miembros de los cuerpos militares y policiales.

Todos estos crímenes que nunca se aclararon satisfactoriamente han producido una atmosfera de intimidación y riesgo en la función pública, que determina en buena medida la naturaleza de muchas de las acciones de gobierno.

Entonces, resulta pertinente la pregunta que trataremos de resolver: ¿Cuánto influye ese estado de miedo en las decisiones políticas?

No hay estudios que puedan medir sus efectos, sólo hay trozos de una realidad temerosa, manejo de la información pública, titubeos, guiños, decisiones erráticas que dejan entrever que el miedo está instalado en el corazón del Estado que corre por los vasos comunicantes de la política con sus amenazas abiertas o subrepticias que para el caso, da lo mismo.

El miedo es consustancial al ser humano y su máxima expresión es el terror.  Todos y cada uno en algún momento hemos tenido la sensación de miedo. Miedo a la obscuridad, miedo a los padres, miedo a la muerte, miedo al ridículo y hasta miedo al miedo.

Si el miedo es parte de la existencia, la política que es una actividad muy intensa donde están en juego muchos intereses es muy fácil que la tensión derive en incertidumbre que luego se transforma en ataques de miedo. Una decisión pública puede provocar reacciones en cadena y ha llevado cada vez más a un crimen cada vez más descarnado y cruel. Y los políticos le temen mucho a ese tipo de reacciones sea esto por posibles manotazos de los afectados o porque afecten o acaben sus carreras políticas.

Entonces, frecuentemente el político miedoso busca evitar tomar decisiones que lo pongan en una situación difícil, y como medidas preventivas podrían establecer alianzas estratégicas con los actores más relevantes de su entorno de poder. Sea esto con grupos políticos o actores económicos y el más grave con los operadores del crimen organizado.

Sin embargo, establecer este tipo de vínculos va muchas veces en contra del interés público, no termina de evitar esos problemas sino en muchos casos tienden a incrementarlos. Hay actores en las sombras que buscan imponer por medio de la violencia directrices al gobernante que si está consumido por el miedo podría aceptar. Que va desde imponer al responsable de la seguridad pública hasta altos funcionarios que buscaran influir en decisiones políticas acorde a quienes representan no necesariamente ilegales sino legales.

No olvidemos que cuando se trata de esos actores no sólo tienen que ver con la captación de dinero en forma ilegal, sino lavado en negocios lícitos.  Y puede estar el germen del miedo desde mucho antes, cuando acepta parte de este dinero para hacer su campaña electoral, el mayor problema se presenta cuando accede al poder cuando vengan las exigencias de su propia forma de dirimir el dilema de plata o plomo.

En ese momento los favores se transforman en deberes públicos. Es cuando el gobernante está sujeto a permanentes supervisión y presiones. La atmosfera resulta pesada, las decisiones llegan peligrosamente al silencio, cuando se deberían operar para evitar que afecte a los gobernados.

Un caso reciente es el de Aristóteles Sandoval, gobernador de Jalisco, sobre el que existen fuertes sospechas de que tenía información previa a los narcobloqueos que ocurrieron el 1 de mayo en la mismísima capital del estado. No alertó a la población hasta que habían ocurrido los hechos y aquello en algunos lugares, parecía un campo de guerra con toda su parafernalia de autos y gasolineras quemadas, ataques a instalaciones de bancos y la psicosis colectiva.

Pregunto, ¿el gobernador no durmió esa noche por el miedo que podría producirle el tener una información que guardaba para sí y los más cercanos o actúo así por recomendación de las altas esferas de la política nacional? Es muy probable, que en caso de tener la información, y sentirse impotente para evitarlo incluso para garantizar su propia seguridad, ¿haya decidido solo recomendar a sus funcionarios que no salieran de la ciudad en ese puente de mayo?

El miedo es inevitable, forma parte de nuestro cerebro y nuestra psique, pero ahí están las instituciones públicas que debieran ir más allá del miedo como un ente impersonal. Colectivo. Poderoso por detentar la llamada violencia legítima. Dispuesto actuar para garantizar que el miedo no se extienda y provoque mayores problemas en la vida pública. Combatir con la ley y las armas legítimas a quienes cultivan el miedo. Quizá, el problema radica en que actúan frecuentemente ex post incluso con su propia dosis de adrenalina en la sangre.

Y en ese momento, aun con su extemporaneidad, el político amenazado empieza a respirar con relativa tranquilidad. La fuente del miedo cambió de cancha y es un poder impersonal el que carga con las culpas. Al menos aparentemente. Sin embargo, si bien hay un cambio en las competencias que dan un respiro, esto puede derivar en una mayor tensión personal una vez que se restablezca la normalidad ¿Cuántos funcionarios locales luego de esos momentos de extrema tensión no han estado sujetos a venganza? A ser simple objeto de mensajes sangrientos a las otras esferas de poder.  

En Jalisco está documentado que en los dos años de gobierno de Aristóteles Sandoval han sido asesinados decenas de funcionarios públicos, incluido el Secretario de Turismo a los pocos días de asumir el cargo. Pero no solo ahí, sucede en otros estados donde el miedo se ha instalado, no como un cambio de humores sino como una forma de control. ¿Cómo explicar que muchos alcaldes michoacanos entreguen a los Caballeros Templarios parte importante de los ingresos municipales y personales? El miedo.

En fin, entre los muchos problemas que tiene la política mexicana, se encuentra el miedo-terror que hoy corre por sus avenidas provocando frecuentemente una parálisis o decisiones temerosas, erradas y eso es una cosa muy distinta al de las formas que dominan el discurso oficial.

El miedo está aquí y es el momento de empezar a estudiarlo.

 

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