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1842 19 Mayo 2015

 

 

El fantasma de la abstención
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- El espíritu de El Quijote recorre a México, especialmente en las batallas contra molinos de viento.

Esto viene al caso porque el Instituto Nacional Electoral (INE), un ente mal parido por un maridaje incestuoso entre partidos políticos, ha declarado que su enemigo a vencer es la abstención electoral.

Esta barbaridad va de acuerdo al esfuerzo de las elites políticas de culpar de todos los males a la sociedad, a ese fantasmagórico tejido social que se “descompone” porque no tiene nada mejor que hacer.

Que la sociedad se niegue a votar, o sea, a refrendar con su anuencia a los malos políticos, que muestran ausencia de propuestas y de visión de país y de mundo, es porque es apática, desidiosa, prefiere ver el futbol o tomar cerveza; en lugar de cumplir con la sacrosanta tarea de revalidar a los pobres políticos que son muy ricos en oro y plata.

Las elites políticas desvían de esta manera la acusación principal y más precisa. El deterioro de la política y por ende, de la construcción de consenso es culpa de los políticos, la sociedad simplemente está reaccionando.

La abstención electoral es un fenómenos mundial. Con excepción de los países donde el voto es casi obligatorio y el gobierno puede ganar elecciones con más del 100%, en el resto del mundo hay un fenómeno de alejamiento de las urnas.

En Estados Unidos el índice de abstención en elecciones municipales llega a ser superior al 80%, en las recientes elecciones municipales en El Paso, Texas, el candidato a regidor por el distrito I, pasó a la segunda ronda con un poco más de 2,000 votos, su seguidor cercano no va muy atrás. Como muchas de las cosas, tal vez en ese país suponen que si no usas tu derecho de votar te aguantas con el resultado y te callas la boca. Y posiblemente por eso, no obstante ese nivel de abstención electoral, están convencidos que son la mejor –creerán algunos que son la única- democracia del mundo.

En México el índice de abstención se mueve alrededor del 40% y cada elección que pasa los políticos se desgarran las vestiduras –metafóricamente porque tampoco están para destruir ropajes que cuestan una fortuna, que valen varios meses de salario mínimo- porque la sociedad una vez más irresponsablemente no salió a refrendar ampliamente el nuevo esfuerzo para enriquecer a los gobernantes aunque en el intento sigan hundiendo al país.

Todos los estudios que se hacen muestran que la gente no confía en los políticos. Los diputados gozan del rechazo generalizado de la sociedad, pero eso no mueve la única neurona que le queda al INE.

El tema y la tarea es cómo recuperar la confianza y para eso hay que limpiar la política, hay que reparar el tejido político, o sea, esa madeja de complicidades para atracar al erario y la riqueza nacional. Pero eso no lo hace ni hará el INE porque implica hacer una revisión y autocrítica de fondo. Reportaron las columnas que el consejero presidente negoció su elección en Los Pinos y los demás fueron elegidos en base a un reparto de cuotas entre los partidos. Así que si iban a limitar los excesos y trapacerías de los partidos, se enfrentan al hecho que no deben morder la mano que les dio de comer, con lo que las acciones de neutralización de las trapacerías se anulan de entrada.

Me contaba una funcionaria electoral que pasando las elecciones se cambiara la ley electoral, y es que la presente fue producto de un chantaje del PAN a cambio de entregar su voto para una de las pseudo reformas de Peña Nieto. Esta ley está llena de excesos y medidas que paralizan al país mientras los partidos planean sus operaciones de ingeniería electoral, la que ha llegado a introducir algoritmos en el PREP para confundir a la sociedad.

Sin dudar sobre la necesidad de cambiar la ley, el problema es que la cambiarán los mismos políticos, que tendrán en la mano, un nuevo instrumento de presión y chantaje a cambio de alguna ventaja personal o facciosa. No se haga usted ilusiones de que en la mira tengan el bienestar de la sociedad.

Así que no nos vayamos con ese discurso hueco del INE. La sociedad no tiene la culpa del nivel ruinoso a que la política ha llevado a la armonía social, a que los partidos contraten rufianes para reventar mítines de sus contrincantes, a que los candidatos se embarren de excremento como estrategia de campaña, para que cuándo termine el proceso, se sientan y sienten a sus anchas a atiborrarse con el banquete del manejo de la hacienda pública y el tráfico de influencias.

El enemigo no es la abstención, es la mala política.

 

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