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1921 7 Septiembre 2015

 

 

Carta abierta al ingeniero Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Señor: a muchos nos inquieta tanto su comportamiento como su discurso. Nuevo León no necesita un hombre montado a caballo.

Lo que mi estado exige es un Ejecutivo firme, pero sin caer en dichos y hechos que se corresponden más con el bravo de barriada que con el mensaje propio de un líder no necesariamente solemne, pero sí serio.

Por favor, entienda que ya pasaron tanto las campañas electorales como la consulta comicial. Usted ganó por un margen muy amplio y hasta ahora reconocemos que el sufragio de la sociedad fue un acierto.

Pero también tratamos de ver las cosas como son: usted no ganó por ser el mejor candidato sino por ser el menos malo. Entre Álvarez y Cantú no había mucho de dónde escoger. Es de humanos vivir la euforia del triunfo. Y es grato beber el vino de la victoria. Sin embargo, todo esto ya es agua que corrió bajo el puente.

Le pido que reconsidere su intención de llegar a la investidura montado en su corcel favorito. Ya no vivimos los tiempos de los caudillos que bajo la lluvia de confeti y el vuelo de las campanas entraban en cabalgata a la ciudad conquistada. Usted y yo somos masones y aprendimos las enseñanzas de los viejos maestros quienes nos advertían en contra de los cortesanos dedicados a adularnos. Muchas de las personas que lo rodean aplauden sus palabras y sus actos, no por los aciertos que algunas veces alcanza usted, sino simplemente porque quieren embriagarlo con el elogio desmedido para así, más fácilmente, alcanzar sus fines.

Entiendo su amor por todo lo que es el mundo ecuestre. Pero esa emoción debe reservarla para las horas que le deje libre la gobernanza. Llegar en silla de montar sobre “Tornado” lo hundiría a usted y a Nuevo León en el ridículo. Y los nuevoleoneses no votaron por usted para que nos convierta en sujetos u objetos de mofa.

Sus aduladores quizás lo convencieron de que será usted presidenciable para el 18. Tal vez así sea. Pero ello dependerá de la calidad de su administración. Con usted, Nuevo León abrió un nuevo capítulo en la Historia política de México. Como sea, debe recordar, señor Rodríguez Calderón, que los laureles los conquistó el nuevoleonés, no usted y a ellos debe usted el privilegio, ya muy próximo, de gobernar el estado.

Sus viajes, don Jaime Heliodoro, no sirven para ningún fin práctico. Ni en Colombia ni en ningún país aprenderá usted cómo ensayar la búsqueda de soluciones a las crisis que sufre Nuevo León. La problemática en que está hundido el Nuevo Reino es sui generis. La hidra de mil cabezas parió a mil monstruos que nos están devorando. Ninguna persona consciente espera que usted solucione de manera cabal tan complicada problemática.

Quiero creer que usted y su equipo harán lo posible por mejorar la calidad de vida de las mujeres y los hombres de Nuevo León. Por ello, también le pido moderación su arenga. El político, bien lo sabemos, raramente cumple sus promesas. Pero usted, semanas o meses antes de ocupar la jefatura de gobierno, ha caído en la proclividad de desmentir el martes lo que ofreció el lunes. Por favor, corrija esa falla. Aún es tiempo.

Parafraseando a san Juan Bautista, podemos decir que usted no es la luz sino sólo un testigo de la luz. De la lectura del libro vaquero no le digo nada. A mí también me encantan los comics. Pero además de esos cuadernitos coloreados hay libros que un líder debe estudiar y aprender.

Dice Sófocles: “por más sabio que sea, nunca es humillante para un hombre el aprender”.

 

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