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1952 20 Octubre 2015

 

 

El Auditor de NL a Consulta Popular
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Ya nos saquearon y nos volverán a saquear si no se nos quita lo pendejo. A la estructura de gobierno necesitamos imponerle cambios que beneficien a la sociedad. De entrada: un auditor general que responda a los intereses de los nuevoleoneses de a pie y no una imitación al estilo norestense de Virgilio Andrade.

Quien luego de meses y meses de “investigar” y “analizar” las denuncias ciudadanas nos salga con la novedad de que todo está bien y vivimos en el mejor de los mundos posibles. Vamos a olvidarnos del palacio de cantera, despache allá quien sea, y del Congreso. Lo que planteo: que la gente elija al auditor general de Nuevo León.

¿La consulta cuesta dinero, tiempo y esfuerzo? Sí, pero aquí hablamos de una inversión de centavos para evitar que nos roben miles de millones de pesos. ¿Cómo vamos a confiar en un “servidor público” designado por el gobernador y avalado por la diputación? Con minúsculas, por favor. No se merecen la dignidad de la mayúscula.

Somos muy resilientes –lo confirma el mero hecho de que México todavía existe, bastante maltrecho, pero sigue respirando–; sin embargo, todo tiene su límite. Un día amaneceremos con la novedad de que ya privatizaron el Cerro de la Silla.

Un auditor al servicio del pueblo y un par de figuras constitucionales: la rendición de cuentas y el mandato de revocación. Rodríguez Calderón nos prometió estas reformas, pero ya sabemos que los políticos raramente cumplen con sus compromisos. ¿Qué podemos hacer? Exigirle –gritar, aullar, lo que sea– que respete su palabra.

El exgobernador Humberto Medina Ainslie y su hijo Rodrigo no nos hubieran hecho tanto daño si, en uso de nuestros derechos como ciudadanos, nos armamos de valor y, digamos a mitad del sexenio, los arrojamos a la calle. ¿Por qué mantener en el poder a una gavilla de facinerosos quienes ni siquiera se toman la molestia de disimular la rapiña? Eso y la rendición de cuentas, no ante el Congreso, sino ante la sociedad y bajo la supervisión del auditor.

La clase grillesca no sólo nos deja sin patrimonio: también nos despoja de nuestra autoestima. Tenemos que erguirnos y hacerles saber que el pueblo no tiene por qué temer al gobierno: es el gobierno el que debe temer al pueblo. Podemos hacerlo. Derrotamos a la partidocracia y abrimos un nuevo camino.

Tenemos que desmentir el vaticinio de Descartes: “hay que imaginar un grupo de hombres encadenados y todos condenados a muerte, de los que unos cuantos son cada día degollados a la vista de los otros, viendo los que quedan su propia condición en la de sus semejantes y, mirándose con dolor y sin esperanza, esperan su hora. Esta es la imagen de la condición de los hombres”.      

hugo1857@outlook.com

 

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