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1952 20 Octubre 2015

 

 

Por una nueva cultura de género universitaria
Lídice Ramos Ruiz

 

Monterrey.- En las últimas semanas un grupo de inteligentes y estudiosas chicas de mi universidad se propuso hablar sobre la “tiranía estética” de los concursos de belleza para mujeres, que en la institución se vienen realizando desde hace unos quince años.

Puede decirse que dichos concursos van y vienen de acuerdo a circunstancias de cómo este operando el sistema sexo-género en  la cultura institucional.

Me permitiré trazar un mapeo y delinear algunas rutas de movimientos de mujeres estudiantes en la Universidad Autónoma de Nuevo León, y dar cuenta, desde la información que conservo, de sus malestares y deseos por cambios profundos en las relaciones humanas, que atañen a la mirada de género; y más que eso: a que la política universitaria asuma la igualdad de género, como un compromiso institucional en discursos y prácticas.

Hace cosa de 12 años, un grupo de chicas del Colegio de Sociología se organizó buscando hacer conciencia de que la monocultura del saber universitario y el rigor de dicho saber obedecían a criterios de productividad de una sociedad de consumo venida en sociedad consumista. Mismo saber que dejaba las diferentes tradiciones filosóficas, políticas, económicas y cognitivas que se potenciaban desde los feminismos. Fundaron una revista, La Manzana,  que alcanzó los cuatro números. Fue un grupo estudiantil, político-académico, que tomó la escritura para dar salida a sus conocimientos del mundo real que estudiaban y vivían. Dieron cuenta con palabras y prácticas de una temática emergente en la universidad que les permitía entenderse como personas y entender su mundo. Hoy por supuesto, muchas de ellas son profesionistas exitosas que tomaron ruta por los caminos de los estudios de la igualdad entre los géneros.

Pasaron unos seis años para que se estructurara el Grupo Calidoscopio. Nuevas chicas, alegres y estudiosas que lograron conformar una comunidad de estudios sobresaliente. Combinaron de forma muy armónica su autonomía personal y la solidaridad social. Independientemente de sus diversos orígenes sociales, desgarradoras historias familiares adquirieron una intuición e imaginación sociológica para acercarse a la ecología y al entendimiento de lo que es una “vida de bien estar”. Con la adquisición de los conceptos de género y sus políticas, caminaron con temas diversos, mas, un evento de sustentabilidad y ecología les llevó a un asunto sobre las condiciones de los baños de mujeres en las facultades universitarias. ¡En ingeniería civil, no hay baños de mujeres! ¡En las facultades de ingeniería se violenta a las chicas no sólo con la falta de baños, sino con chiflidos y gritos insultantes a su paso por los pasillos! ¡A trabajar! Su caminar político-estudiantil fue de denuncia constante en cualquier foro en que se presentaban, cartas y demandas a rectoría y a los directores de las facultades. Hoy, más de tres están en estudios de posgrado, otras trabajando, algunas madres de familia, pero en sus acciones y pláticas brotan los esfuerzos por la igualdad de género.

Hoy, el Grupo Estudiantil Quimera, de nuevo de la Facultad de Filosofía y Letras, con una  composición plural que incluye varios colegios o programas, diversos saberes tendientes a la inter-disciplina, inquietudes, sueños y una visión política-estudiantil forjada en las demandas sociales del momento; destaca sus inconformidades por esa cultura institucional estereotipada hacia las mujeres al permitir que, desde las mesas directivas o consejos estudiantiles, se promuevan y realicen concursos de belleza femeninos, disfrazados de concursos de proyectos sociales, aludiendo que es una libertad del estudiantado.

Cuando en la academia se dialoga sobre una enseñanza de aspectos relativos al género, donde se suman los de diversidad sexual y se transita de forma respetuosa y responsable por caminos que analizan las identidades diversas, buscando evitar los estereotipos y la discriminación social, se toma con simpatía y entusiasmo que un grupo juvenil se comprometa y actué conforme a los ideales de los estudios de género y demande junto a una renovada cultura institucional de igualdad de género, la libertad humana, la sororidad en femenino y la fraternidad en masculino, que permita desarrollar un pensamiento complejo y establecer puentes entre teoría y práctica social. 

Muchas personas sabemos que, sobre la belleza, se nos ha impuesto un modelo e imagen que como seres humanos pocas personas cumplen. Se habla de hermosura para que “expertos” den juicios desde su atisbo construido de forma estereotipada. Se tienen en la juventud, sufrimientos psíquicos, desnutrición del cuerpo, trastornos alimenticios, vacíos intelectuales para  lograr cumplir la meta de unas medidas solicitadas. Se vuelve a colocar al grupo de las mujeres en competición interna. Ahora, nos podemos discriminar entre las propias mujeres aduciendo el estado y situación de los cuerpos.

Sin duda, estamos viviendo un machismo exacerbado, muy ligado a lo que trasmiten los medios de comunicación y las redes sociales, del que muchas mujeres no se dan cuenta y permiten ser tratadas como objetos. Situación que hemos percibido en las reacciones ante el discurso crítico e informado de esta generación de inteligentes y activas chicas.

Ante esta lección de las demandas juveniles, se tiene una gran tarea. No basta que el currículo contenga unidades de aprendizaje relacionadas con los estudios de género, es indispensable transformar normativas y ampliar los mecanismos de acceso a la no discriminación por motivos de género.

Se hace necesario hacer coincidir políticamente lo biológico, lo social-cultural, la interpretación personal y grupal para que desde los derechos humanos se promueva una ética de la responsabilidad del otro y de la otra, de las otras y los otros, fundada en el crisol de una  sustentabilidad de la vida y de una educación cada vez más liberadora y reflexiva del mundo de este siglo XXI.

* La autora es maestra de Filosofía y Letras y coordinadora del Centro de Estudios de Género de la UANL.

 

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