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1952 20 Octubre 2015

 

 

Del miedo lúdico al miedo mortal
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Aventuro una tipología del miedo: por un lado el miedo como entretenimiento y fuente de diversión, que definiría como miedo lúdico.

Sus medios son la novela gótica (con sus monstruos emblemáticos, entes fantasmagóricos, muertos vivientes) el cine de terror (continuación del horror literario) los juegos de feria como casas encantadas, y seres mitológicos vivientes, así como algunos videojuegos.

Por otro lado, el miedo mortal: la represión estatal o de entes privados que se arrogan el derecho de condenar y tutelar la administración de castigos. Sus recursos son salvajemente creativos: mortifican el cuerpo ajeno, se valen de la tortura como propaganda de la sangre y difunden un clima de terror para escarmiento de insurrectos, o por simple placer de someter al prójimo.

Ilustraré el miedo lúdico con la obra de un cineasta mexicano con amplios recursos de celuloide para la crispación de nervios y el pánico de los espectadores en una sala de cine: Guillermo del Toro. Autor sofisticado de culto, del Toro cree que el horror nos define como personas, incentiva el florecimiento de fobias, fetiches o regresiones infantiles. Los contadores de cuentos de horror elevan sus discursos a nivel de parábola.

Los monstruos de ficción encarnan metáforas o alegorías. Son seres imposibles que por vía del escalofrío, según el propio del Toro, nos suministran un terapéutica del autoconocimiento. Son un método que integra tratamientos de sanación: espejos dónde ver las cavernas del inconsciente. Mal haríamos en salir despavoridos de la butaca mientras albergamos miedo lúdico. Sería vergonzoso (“ira vuelta contra uno mismo” la consideró Octavio Paz). Arquíloco de Paros catalogó al miedo como ripsaspis: “el que arroja su escudo”. Ante el horror de cartón-piedra, quien arroja su escudo, o se mea en los pantalones, es un ser infantilizado, un eterno menor de edad. 

En cambio, el miedo mortal es una terapéutica al revés: no sirve para tratar un trastorno, sino para provocarlo. Hay una deliberada intención de inducir la violencia de alto voltaje, la barbarie para generar el mal: ese misterio, como la definió San Pablo. Ilustraré el miedo mortal con una práctica de horror confidencial pero atrozmente real: el Programa Phoenix, creado y operado desde hace décadas por la CIA. Una técnica para amedrentar a la población originalmente de Vietnam, pero que luego se instrumentó en Centroamérica e Irak. Ahora campea en México.

El Programa Phoenix es una terapéutica para sembrar el miedo mortal: desaparición forzada del enemigo, ejecución extrajudicial, mutilaciones de las víctimas, extracción de ojos, desollamiento vivo, tambos rellenos de ácidos para desintegrar los cuerpos. El Programa Phoenix ha devaluado la vida humana en regiones enteras del territorio mexicano como Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, y por varios años, Nuevo León, valiéndose de paramilitares con adiestramiento militar, que conforman cárteles controlados a distancia por órganos multinacionales.

Entre el miedo lúdico y el miedo mortal, existe un ensanchamiento de la fantasía hasta materializarse en detritus. El miedo lúdico ofrece un espejo donde ver el universo encantado de nuestro inconsciente: abre una avenida hacia el conocimiento de nosotros mismos. El miedo mortal nos denigra como personas, esquematiza al mundo con el maniqueísmo de verdugo-víctima. Despoja al ser humano de su valor metafísico, para convertirnos en energúmenos sin conciencia, con una finalidad eminentemente utilitaria. El miedo lúdico destila lo que mejor podemos ser: el miedo mortal supura el misterio del mal que socava cualquier indicio de trascendencia y nos convierta en bestias, lo peor que podemos llegar a ser.

 

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