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1991 14 Diciembre 2015

 

 

Jorge
Gerson Gómez

 

Monterrey.- Le conocimos en los primeros pasos de la profesión. Apenas liberados de las telarañas de la inocencia nos recibió en su oficina. Desde el pináculo de la dirección general nos abrió las puertas a un nuevo mundo desconocido. Lleno de experiencias interesantes y desafíos comprometedores.

Cualquier pretexto, un libro, un pensamiento o un proyecto en ciernes, aprovechamos para darle una visita. Contagiados de su vitalidad, don de gentes y admiración para nuevas áreas de oportunidad.

El lic Jorge Villegas en todo momento punteó con exactitud filosófica griega y pragmatismo regiomontano (podía llegar al punto neurálgico con la frase certera y la lapidaria), que no dejara dudas sobre su pensamiento.

Por eso el alta estima de los políticos en ascenso, de los sindicalistas de la educación con deseo de superación, de los universitarios en sus labores menudas, de los empresarios con tintes humanistas y hasta de los correligionarios de la fe, de los cuales jamás renegó.

Supo bien cómo corresponder a los afectos a todas horas. Construir con diálogos permanentes, sin azoro o cortapisas, la correcta visión a futuro de las generaciones.

Aportó desinteresadamente sin esperar nada a cambio. De su tiempo o recursos financieros.

El lic Villegas –como le conocemos quienes por años le asistimos a la amistad irrestricta y la confabulación heterodoxa– ha trascendido a nuestra esfera física. Ya no aquejado de males crónicos o achaques dolorosos, que mermaron su capacidad física, no su inteligencia.

Con seguridad dice presente en la presencia del Creador. Como aquel canto glorioso: Cuando allá se pase lista, a su nombre muy feliz responderá.

 

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