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1991 14 Diciembre 2015

 

 

ANÁLISIS A FONDO
De la opulencia a la miseria
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- El salario mínimo, en toda su historia, ha sido sólo un timo, una burla, para las clases pobres, que a esas pertenecen los millones de trabajadores que no escatiman sufrimiento para engrandecer la riqueza de los capitalistas porque estos son los que crean empleo.

Aquí, las reglas de la ciencia económica son arrojadas al caño a cambio de gozar de los grandes privilegios económicos que da el tener poder político. Pobres mínimos, o sea pequeñísimos, eso han sido y son las legiones de integrantes de la fuerza laboral en este país.

Y la burla es recurrente. Año tras año. Alegan los que toman las decisiones que los salarios mínimos nadie los gana. Que sólo son una referencia para lo que ellos llaman salarios reales. Sea lo que fuere, los trabajadores siguen de por vida, por toda su vida y sólo los libera la muerte, uncidos al yugo de la explotación de su mano de obra.

Y viven de milagro. El otro día escuché atentísimo, en el metro, la conversación de dos jovencitos, hablando de que uno de ellos ya había logrado conseguir empleo después de muchos meses de buscarlo como desesperado. Y se veían emocionados, como con juguete nuevo. El uno le decía al otro que su sueldo era de mil pesos mensuales, en alguna negociación de la plaza comercial que fue construida sobre los terrenos que ocupaba el Parque Delta, escenario de la historia del béisbol mexicano. Ah. Y además le otorgaban horas extras, con lo que lograba un sueldo de mil 10 pesitos devaluados por la criminal política cambiaria de la Comisión de Cambios integrada por los señores Luis Videgaray y Agustín Carstens.

Felices iban los chamacos conversando en el Metro. Pero el resto de los viajeros va con su soledad a cuestas, como zombies, como masticando la amargura, como si darse cuenta de su suerte. Con las orejas tapadas con unos auriculares que de tanto ruido en los oídos los hacen vivir en otra latitud de la mente humana, o quién sabe si humana. Y uno se dirige a ellos para pedir permiso y pasar, por ejemplo, y ellos no hacen caso. Sólo van bajo los efectos de la enajenación del ruido. Así tapan la desdicha de haber nacido unos más de las millonadas de ciudadanos zeta, la última categoría y escala de la pirámide humana que ya a esos niveles empieza a deshumanizarse para convertirse en almas en pena.

En este escenario, sin embargo, hay todavía gente que no ha perdido la capacidad de asombro. EY es que es aberrantemente injusto que seres humanos que física, anatómica y biológicamente no se diferencian de quienes detentan la riqueza, vivan peor que animales de casa de ricos. Así, gente del PRD y del PAN, y no porque sean de tales partidos políticos, van a convocar al titular de la llamada Comisión de Salarios Mínimos para que les explique las causas que llevaron a otorgar un aumento de 2.94 pesos al salario mínimo. Qué ridiculez. Qué ausencia de conciencia.

Pero, amigos, qué puede decirles, qué explicación podría darles el señor Basilio González, sobre las causas que llevaron a otorgar un pinchurriento aumento, de menos de tres pesos, al ya de por sí devaluadísimo salario mínimo. Según los tales legisladores, existían y existen las condiciones económicas para que el ingreso en el 2016 fuese apegado al artículo 123 constitucional y más elevado.

Pero a estas alturas de la contrahistoria, a quien demonios le importa lo que diga y ordene la constitución política, salvo para defender los intereses de los grupos dominantes.

Y mientras son peras o son manzanas, una investigación periodística, divulgada este domingo en su página digital por el diario mexicano El Universal, reveló hechos inauditos. Sólo para su consumo informativo, amigos, les diré que, de acuerdo con el reporte periodístico, un mexicano que gana el mínimo tendría que trabajar 558 años para igualar la gratificación navideña que recibe un ministro de la Corte cada año.

Este fin de año tendrá cada ministro una felicitación navideña de 586 mil 449 pesos, cantidad incluso más alta que lo que ganará el presidente de la República, Enrique Peña Nieto. El bono de cada integrante del máximo tribunal de México serviría para otorgarlo a 558 empleados que apenas ganan el salario mínimo; es decir, 70 pesos diarios.

A un empleado con este sueldo no le alcanzaría la vida para lograr la prestación que gozarán los representantes del Poder Judicial. Tendría que laborar más de cinco siglos, de manera ininterrumpida, para obtener el medio millón de pesos que en unos cuantos días cobrarán los ministros de la Corte.

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