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1993 16 Diciembre 2015

 

 

DISPARATES
Odioso Karaoke
Armando Hugo Ortiz

 

Monterrey.- En toda fiestesita es imprescindible, no se diga hoy en época de posadas; podrá faltar la piñata, las bolsitas, los villancicos, el rosario y hasta los santos peregrinos, pero no la rockola y los micrófonos inalámbricos, para los cristianos amigos del canto.

Yo me hice fuerte y les canté la Carta a Eufemia/que me echo un gallo y un changuito me vacila. Así describió el compositor Chava Flores en “La Tertulia” a los intérpretes fallidos en pachangas de barrio, allá por los años cincuenta del siglo pasado.

Se les acompañaba con piano, guitarra, o a capela. Los afinados recibían aplausos, los menos dotados se disimulaban en el coro, pero nunca faltó el maleta ansioso de hacer el ridículo; para ellos burlas y pamba loca.

Con el arribo del fonógrafo se estiló cantar siguiendo la canción del disco, de ahí surgió la fonomímica. Cómicos del cine mexicano, como Resortes y Clavillazo, utilizaron esta rutina en varias películas. Hasta la fecha el Play Back es el salvavidas de l@s artistas de pacotilla.

La tecnología avanzó con las “musi-pistas”, en casetes. Se podía cantar en la soledad de la alcoba o con audífonos, sin que te descalificara el cencerro, recibieras abucheos del público o regaños de los músicos.

Los japoneses diseñaron el Karaoke, no solo para espacios íntimos, sino también abiertos. En Monterrey centenas de antros lo ofrecen gratis; los equipos son tan económicos que pululan por doquier.

Cualquier hij@ de vecina puede destrozar una canción impunemente; si desafina, descuadra u olvida la letra, qué importa, la máquina no rezonga y está para ayudar. Tenemos que soportar caballeros con voz de vaca, y damas que no debían rebuznar más allá de la regadera. Se perdió la sana tradición del Bel Canto por culpa del odioso Karaoke.

O tal vez el odioso sea yo.

a_hugo16@hotmail.com

 

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