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2077 12 Abril 2016

 

 

INTERÉS PÚBLICO
Disolución de identidades partidarias
Víctor Reynoso

 

Puebla.- El proceso electoral de 2016 en Puebla tiene rasgos comunes con las elecciones de fines de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado: fuertes cuestionamientos al organismo electoral, acusaciones de acciones de compra o coacción del voto, amenazas y bloqueos a los candidatos de oposición.

Cambian el acusado y los acusadores. En aquellos años el acusado de realizar estas acciones era invariablemente el PRI. Ahora este partido, junto con el PRD, es el acusador. El acusado es el PAN.

¿Nada cambió? ¿Todo es lo mismo? ¿Sólo se alternaron los papeles? No lo creo. Ciertamente hay muchas realidades lamentables y que deben cambiar para tener una democracia de calidad. Se ha dicho que el buen árbitro es el que no se ve. El que actúa tan bien que no atrae la atención de los observadores. Que hace que esa atención se centre en los competidores. No ha sido el caso poblano en 2016. Varias decisiones importantes del organismo electoral han sido cuestionadas por algunos partidos y el tribunal electoral federal les ha dado la razón.

Una de ellas, insólita, sin precedente, fue el intento de dejar sin financiamiento público al Partido de la Revolución Democrática. Otra el intento de acudir a los domicilios de los ciudadanos que apoyaron a Ana Tere Aranda como candidata ciudadana para verificar si realmente lo hicieron.

Hay que aclarar que la validez jurídica de estas decisiones es compleja. La autoridad electoral no debe decidir de la misma manera en que generalmente decidimos los ciudadanos, por sentido común. Debe aplicar la ley, que tiene su propia lógica, no siempre coincidente con lo que los no conocedores creen lo más lógico.

Pero dejando de lado la cuestión jurídica hay una cuestión política que no deja duda: la autoridad electoral en Puebla tomó una decisión en contra del PRD por un lado y de Ana Tere Aranda por otro, y la autoridad federal, en este caso el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación revertió esa decisión. La imagen que queda es un organismo local parcial, en contra de los adversarios del grupo en el poder en Puebla, el PAN, y a favor de ese grupo. Como antes de la transición política mexicana.

Pero a diferencia del siglo XX ahora hay una institucionalidad más compleja. La decisión de un instituto electoral local puede ser corregida por un tribunal federal. Una diferencia enorme respecto al pasado, donde todo el entramado de la organización electoral estaba en manos de un partido.

También hay ahora una opinión pública más libre y más dinámica. La parcialidad de la autoridad electoral tiene costos político hoy mucho más fuertes que los que tenía en el pasado. Costos para la autoridad misma, y para quien es favorecida por su parcialidad.

Otra novedad que muestra el proceso electoral poblano es el paso de militantes y dirigentes del PRI al PAN. Fueron muy raros, casi inexistentes, en el siglo XX. Hoy en Puebla son notables. El gobernador y el secretario de gobernación fueron priistas. Hijos de exgobernadores emblemáticos del PRI, como Mariano Piña Olaya y Melquiades Morales, son hoy parte importante del PAN. Tal es la presencia de expriistas en el PAN poblano que cuesta trabajo encontrar a quienes dirigieron al PAN en este estado dentro del gobierno o del partido.

¿Qué implican estos cambios y continuidades? ¿Qué efectos tienen en la vida política del estado y del país? ¿Cuáles serán las tendencias al corto y mediano plazo? Quizá lo que el caso poblano es la disolución de las identidades partidarias en México tal como las conocíamos.


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