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EL ROCK: ENTRE LA LIBERTAD Y LA REPRESIÓN / Andrés Mendoza

Para Félix Alejandro Alvarado Salinas (Doctor Alex)
In memoriam

Quienes nacimos a principios de los sesenta, adquirimos el gusto por el rock en la segunda parte de la década de los setenta, cursábamos la secundaria y nos encaminábamos a la preparatoria. Nuestra generación creció entre la confusión y el miedo: ocurrió el asesinato masivo de estudiantes en Tlatelolco 68, y tres años después las calles de la Ciudad de México de nuevo se vieron teñidas de sangre con la muerte de varias decenas de estudiantes, hecho que realizaron los “Halcones”, grupo paramilitar que fue entrenado y armado por el gobierno. Los anteriores acontecimientos marcaron a varias generaciones y crearon un sentimiento de insatisfacción y rebeldía que se manifestó durante la década de los setenta y parte de los ochenta, y se expresó en la participación entusiasta y decidida en los movimientos sociales y políticos que se suscitaban en nuestro entorno, los cuales combinábamos con fuertes dosis de grabaciones de rock and roll. ¿Qué acaso los Stones no proclamaron en sus rolas que había que pelear en las calles y asistir a manifestaciones populares?; o Lennon, quien convertido en héroe de la clase trabajadora y enrolado en movimientos de lucha pacifista, taladraba nuestras conciencias.

Uno de los acontecimientos que contribuyó a nuestra mitología del rock fue el festival de Avándaro, el cual conocimos más por la prensa que por la propia música. De los medios de comunicación se desprendía la información de que se habían reunido más de 250 mil personas, entre chavas y chavos, para convivir con los mejores grupos de rock nacional; que la gente consumió marihuana y que tocó Peace and Love, Dug Dugs, Three Souls in my Mind, El Ritual, Epílogo, Bandido, Los Yaqui, Tinta Blanca, Tequila, División del Norte y El Amor. Aparte del escándalo nacional, el festival evidenció el gusto masivo por el rock, y de entretenimiento de la clase media y alta, ahora pasaba a la raza jodida. Para el poder era inadmisible que se echara a perder así a la juventud, razón por la cual el gobierno y los grupos conservadores se alarmaron y, obviamente, ni tardos, ni perezosos, pusieron manos en el asunto, tal como lo señala José Agustín en su libro  La nueva música clásica, y en donde expresa que se implantó una política antichavos que implicó cerrar cualquier espacio de rock; pero a pesar de la represión y la madriza a la que fue sometida, el movimiento sobrevivió y se politizó.
En el anterior contexto, surgen entonces las letras virulentas de algunas bandas como fue el caso de Three Souls in my Mind que en su canción Nuestros impuestos protestó contra la corrupción y el dispendio que hizo el presidente Luis Echeverría del erario público; los Dug Dugs en su rola El diablo te decían que ya te olvidaras de la gente fresa que no entendía tus ondas con el chamuco, o Peace and Love, que invitaba a la raza a que fumara mota y escuchara el rock, etcétera, letras que repercutían en el imaginario social.

En los setenta siguió la rebeldía e insurrección juvenil de la cual surgieron pequeños grupos que se radicalizaron e hicieron pacto con el diablo: la Liga 23 de Septiembre, Los Lacandones, El Movimiento Armado Revolucionario, entre otros, se nutrieron de los textos de Marx, Lenin, Mao y el Che Guevara, se dejaron crecer el pelo a la John Lennon y pasaron a la acción directa y asaltaron bancos, secuestraron aviones y se enfrentaron con las fuerzas policíacas; en pocas palabras, quisieron cambiar de golpe al país. Como era de esperarse, las autoridades y los grupos de poder que controlaban la nación formaron grupos de contrainsurgencia urbana, como los paramilitares de la Brigada Blanca, que a mediados y a finales de los setenta masacraron a los jóvenes rebeldes. En el fragor del combate, el presidente de la república llegó a declarar que a los jóvenes que integraban la guerrilla urbana los admiraba y respetaba, pero los tenía que combatir, es decir, asesinar.

Estos hechos fueron vistos con fascinación e inquietud por la banda, pero en la práctica, pocos tomaron ese camino. Aunque la generación se radicalizó en varias formas, participando en lo que quedaba de los movimientos estudiantiles, se participó en los partidos políticos de izquierda y en las organizaciones de lucha popular, otros entraron de lleno en la contracultura. Para quienes vivieron esa época de los últimos años de los setenta, las escuelas, desde el nivel medio hasta el profesional, eran un hervidero de sesiones de rock grabado e inquietud política, entre los más escuchados estaban los que considerábamos los “radicales” del rock, que estaban en contra del orden establecido: Bob Dylan, Rolling Stones, Grateful Dead, Jefferson Airplane, Neil Young, Country Joe and Fish, The Mother of Invention, Lou Reed, aunque no faltaban los stars del rock que disfrutábamos bastante, como Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Black Sabbath, The Who, etcétera.

Por lo general, los excesos de todo tipo que se daban en el mundo del rock se interpretaron como confrontaciones y rebeldía contra el estatus social. Estábamos tan metidos en el fenómeno rockero, en indagar la simbología e ideología, se estudiaba a los grupos, sus biografías, y sobre todo, las letras de sus canciones, siempre se interrogaba  qué era lo que realmente quiso decir este o aquel grupo con determinada letra. Dentro del culto al rock, estaba en un lugar muy importante la discografía, ante todo lo grabado e impreso en vinil; los discos en ese material eran un tesoro muy preciado, quien poseía más acetatos estaba iniciado e informado dentro del mundo del rock y se le rendía cierta reverencia y reconocimiento, sobre todo cuando se sabía que había cruzado el umbral de la percepción. Sin embargo, había pocas personas que contaban con buenas colecciones, tomando en cuenta que el LP era un producto caro y no cualquiera tenía acceso; los más baratos eran los discos de 45 revoluciones, con dos o cuatro canciones.

En el transcurso de la década de los ochenta, nos tocó oír el rock pesado, a veces soportable, a veces genial, retomó una estética decadente y medieval; espectros, gnomos, demonios, cruces gamadas, pesimismo y desesperanza, inauguraron una larga noche de festín de cocodrilos. Obviamente, los viejos roqueros seguían produciendo, aunque ya no con la misma intensidad y genialidad de antaño; también escuchamos grupos  recomendables y excelentes como AC/DC, Rush, Judas Priest, Iron Maiden, U2, Police, etcétera. En lo que se refiere a espacios para escuchar y vivir el rock, es importante señalar que en los setenta y ochenta había pocos lugares y nos conformábamos con pocos programas en la radio, lo más de las veces mediatizados y controlados por las empresas difusoras y el gobierno, en los cuales no se podía hablar abiertamente de la cultura rockera. Las revistas especializadas como Conecte y Sonido eran una especie de oasis en el mundo de la información que nos rodeaba.

Cuando el gobierno abrió por primera vez en la historia del país la puerta a las grandes bandas del rock nacional e internacional, todos nos llenamos de alegría y gozo, y algunos exclamaron: ¡por fin, el pinche gobierno se alivianó! En ese sentido, el primer gran concierto en Monterrey lo ofreció nada menos que Queen, en el estadio universitario, con un lleno a reventar, en una actuación de antología que electrizó a más de 40 mil seguidores. Posteriormente, en el mismo recinto, tocó Tierra, Viento y Fuego y Alice Cooper, aunque no faltaron las voces en contra, que desde los medios masivos argumentaban que cómo era posible que el gobierno permitiera lo anterior, espectáculos que fomentaban en la juventud la violencia y drogadicción; no obstante, pese a los ridículos exhortos, los conciertos se llevaron a cabo con gran éxito, en santa paz y con un fuerte olor a hierba.  
Pero esto no fue siempre así, las actitudes antirocker las realizaban gente con mucho poder, conciertos como el de Johnny Winter en la ciudad de Cuernavaca fueron reprimidos, la suspensión de la audición de Black Sabbath en la ciudad de San Luis Potosí, o el cierre de espacios dentro de los medios culturales. La censura se hacía presente y mucha raza terminó en el tambo por loco y rockero.

En el ámbito local de finales de los setenta y principios de los ochenta, se abrieron espacios temporales para el rock. En esos lugares vimos desfilar a músicos como Simón, Dr. Alex, Daniel Salazar, Elioth Guerra, La Troka, Pedro Delfino, Quo Vadis, Raxe, Crazy Lazy, etcétera, que armaban excitantes y entusiastas audiciones; la mayoría de las veces interpretaban covers de las grandes bandas, en donde lograban que los asiduos parroquianos prácticamente levitaran. Músicos como el Dr. Alex y Simón comentaron que en su interpretación siempre le ponían inventiva, imaginación e improvisación, y lograron que el cover fuera diferente, y por momentos más excitante; sin embargo, también hubo esfuerzos por crear rock original y el ejemplo estuvo en bandas como La Tribu, El Amor, Raxe, Crazy Lazy, La Cripta, La Pared, Rabietta, Toxodeth, Koervoz de Malta, Dr. Coss, Jano, Poncho Ayala, Jonás, Héctor Guerrero, Ángel Sánchez Borges, Andrés Cantisani, Iván Tamez, por mencionar algunos grupos y músicos representativos en el afán de consolidar un estilo.

El rock regio ha sido minoritario, comparado con la música regional y comercial que monopoliza el gusto masivo en lo que ahora conocemos como industrias culturales. Aspecto que obedece a diferentes tipos de intereses, llámense de carácter económico, el espíritu conservador de cierto sector de la población, la doble moral y lo mojigato, el control desmesurado del poder; sabemos que el rock, por su proceder contestatario en lenguaje y formas, tiende a estar siempre medio embotellado, y tendrá pocos espacios dentro de la televisión, la radio y prensa, aunque hay esfuerzos por crear una prensa independiente de rock, como es el caso de Xardiel Padilla, que a finales de los noventa armó el proyecto de Lengua y posteriormente La Rocka, y ha generado una postura crítica sobre el rock, que tanta falta hace a los seguidores y músicos de este movimiento.

En los años noventa se abren los grandes espacios para los conciertos de rock. En un principio vimos con incredulidad y reserva, pero al fin, lugares dignos: el Auditorio Fundidora, la Plaza de Toros Monterrey, el Gimnasio Nuevo León y otros de menores dimensiones, pero con ese espíritu de apertura. Ahí podíamos rockear y chupar a toda madre, con formidables y prendidas sensaciones de bandas nacionales como El Tri, Real de Catorce, Arturo Meza, Javier Bátiz, Tex Tex, y disfrutamos a los grandes del rock internacional: Deep Purple, Santana, Yes, King Crimnson y Scorpions.
De pronto, el rock estaba ahí, envolviendo nuestras vidas, derramando energía y vibras cósmicas que alimentaban nuestras almas. También el dulce encuentro de nuestra generación, y otras más. Después de treinta años de espera, nos topamos de frente con los maestros, con los representantes de la onda gruesa, las satánicas majestades: Rolling Stones, era casi increíble, pero ahí estaban rockeando como en sus mejores tiempos, el primer acorde y todos hasta el cielo, no cambiamos de gozo en dos horas de show y rito; ellos recorrieron la mayoría de sus éxitos, y nosotros treinta años de nuestra historia personal y colectiva.

Los que tienen la convicción  de que el rock debe abrazar propósitos libertarios, ya sea mentales, sexuales, culturales y sociales, han apoyado de diversas formas los conciertos y las posturas de ayuda a diversas causas, como es el caso de de los conciertos de Kampuchea1979, Live Aidde 1985, Live Aid 2005 y Live Heart 2006, entre otros eventos por la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, ayer, como hoy, hay quienes, por lo general los mismos conservadores y fresas de siempre, impiden que el rock se “politice”, y para desacreditarlo lo acusan de obsceno, de drogadicción, satanismo, violencia, entre otros adjetivos; son esas posturas las que cierran espacios y medios de expresión.

Sin embargo, pese a todos los obstáculos, el movimiento cultural del rock prosigue su marcha. Dicho movimiento no está conformado nada más por los músicos; una banda no existe sin su contexto, el cual está integrado por los promotores, empresarios, productores, divulgadores, críticos y, sobre todo, por los fans.

andresmi2@yahoo.com.mx

 

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