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VALORAR LO QUE CASI NADIE APRECIA / Liliana Flores Benavides
 
A diferencia de los políticos tradicionales que viven, duermen y comen política, yo nunca desee incursionar en ella. Mi educación, mi entorno y mis sueños nunca tuvieron que ver con ella. Yo llegué a la política por la lectura. Aprendí a leer a los tres años y desde los seis leía un libro por semana.
 
La lectura me dio una comprensión de la realidad, que me convirtió en observadora de lo cotidiano. La observación de lo cotidiano me permitió diferenciar lo justo de lo injusto, la sombra de la luz, y aprendí a valorar lo que casi nadie aprecia. Para apreciar lo que casi nadie aprecia, me convertí en viajera del mundo y así conocí la diversidad humana.
 
La diversidad humana me llevó a la elección específica y me casé. Dicen que los polos opuestos se atraen y así fue, pero en la convivencia diaria esta fórmula no funciona. De esta relación nacieron Viridiana y Carlos, razones fuertes para defender lo que casi nadie aprecia. Sola, con dos hijos, y mis libros, empecé a atender comunidades paupérrimas y comprendí que la asistencia palia, pero no cura.
 
Por ello me convertí en promotora de un nuevo proyecto político en el país, era 1988. Sin darme cuenta, y sin proponérmelo, después de un debate en el que participé, me encontré en segundo lugar de la lista plurinominal de diputaciones federales del PRD, de la segunda circunscripción electoral. Por cierto, en  una votación en que por un voto de diferencia, no alcancé el primer lugar, debido a que yo no voté por mí. En 1991, como diputada federal me aboqué a defender el medio ambiente, a transparentar el manejo de los recursos públicos y a que la aplicación de las finanzas públicas fuera para quienes verdaderamente lo necesitan. Asimismo me involucré con la comunidad mexicana en Estados Unidos.

Dirigí la lucha contra la instalación de los basureros nucleares, por parte del gobierno de Estados Unidos, en la frontera norte de México. En esta lucha se interpuso la primera denuncia, en la historia de la OEA, de violación a derechos humanos por cuestiones ambientales, en contra de los gobiernos de los dos países. Esta demanda se acompañó con 100 mil firmas de apoyo. Resultado: se ganaron 3 juicios al gobierno norteamericano y se impidió la instalación de los basureros en Dresden, Texas-Acuña, Coahuila y Spofford, Texas-Piedras Negras, Coahuila.

Encabecé la lucha por la vida de los mexicanos condenados a muerte en los Estados Unidos. Resultado: se logró que se revisaran los casos de ocho de ellos, por encontrar elementos de discriminación y racismo en sus juicios.

Encabecé la lucha por el derecho al voto de los mexicanos en el exterior, presenté una denuncia en la O. E. A., en contra del gobierno mexicano, por violación de los derechos políticos de los mexicanos en el exterior. Se acompañó esta denuncia de 150 mil firmas de apoyo. Resultado: hoy los mexicanos en el exterior pueden emitir su voto.

Antes de terminar 1994, tres amigos y yo, Juan José Quirino, Alfonso Ramírez Cuéllar y Manuel Ortega González, como observadores de la realidad nacional, nos percatamos que un gran problema económico, político y social  iba a sacudir al país. Ante esto decidimos fundar el movimiento social El Barzón, que tenía como objetivo la defensa de la planta productiva nacional, el empleo y el patrimonio familiar. Sin proponérnoslo, logramos una organización con dos millones de familias inscritas en el país. En Nuevo León logramos salvar el patrimonio de 35 mil familias, haciendo acuerdos justos con las instituciones financieras. Fue una rebelión pacífica de las clases medias de México.
 
Encabecé las reivindicaciones de miles de ciudadanos nuevoleoneses y de todo el país en diferentes materias, desde energéticos hasta la defensa del medio ambiente. Siempre con todo en contra, pero siempre ganamos.
Asimismo, modificamos leyes estatales y nacionales, sin ser legisladores, viendo siempre el bien de la sociedad. Más de una década estuve en el activismo social, haciendo política desde la esfera de la sociedad civil.
 
En el año 2003 llegué al Congreso del Estado de Nuevo León y nuevamente a remar contra corriente, ya que  me opuse a los privilegios, a los bonos y los mega sueldos: 41 votos en contra de uno, el mío. Pero al final de cuentas nuevamente triunfamos, ya que es la primera vez en la historia de los congresos mexicanos, que un poder legislativo se reduce sus percepciones.
 
Aproveché cada oportunidad para subir a la tribuna a proponer, a debatir, a analizar lo mejor para Nuevo León. Como opositora a la partidocracia, siempre apoyé las iniciativas que fueran buenas para el pueblo de Nuevo León, sin importar quién o qué partido las propusiera. Me propuse cumplir con honor mi encomienda y pueden tener la certeza que hice todo lo que pude, de acuerdo a mi capacidad y posibilidad a favor de ustedes. Mi paso por la política y el activismo social me hizo conocer la condición humana y a reivindicar que hay que seguir apreciando lo que nadie aprecia.
 
En octubre de 2006 decidí retirarme de la política y del activismo. Hoy mi vida y mis actos tienen otro enfoque, pero la misma esencia. Esa esencia que me diferenció de los políticos tradicionales. Yo siempre hice activismo y política legislativa motivada por el amor a mis semejantes y no por intereses personales o partidistas.
 
Aprovecho esta oportunidad para compartir con ustedes dos razones y una propuesta-reflexión: durante años, mis hijos Carlos y Viridiana,  fueron víctimas inocentes de espíritus pequeños que no diferenciaron que nuestras divergencias no le competían a mi familia y se ensañaron contra ellos, se burlaron del trabajo social y legislativo de su madre. Hoy acepto esta presea por la felicidad que pueda generarles. Esta es una razón.
 
La  otra razón. En este momento  la política es justamente lo contrario a lo que debe ser y se expresa en un caos; y la lucha ciudadana, es un pasmo y atonía, aunque nadie esté de acuerdo con lo que está pasando; por ello, se requiere tomar conciencia de que las cosas no pueden seguir igual, porque si siguen así, los nefastos y desesperanzadores resultados seguirán siendo los mismos.
 
Nosotros hicimos la lucha social y la política de un modo diferente, y hablo de nosotros, porque no puedo olvidar ni los esfuerzos más modestos de ciudadanos sencillos, así como los esfuerzos de entrañables compañeros  como Manuel Ortega González y Javier Orellana, destacados activistas sociales, ya fallecidos, que me acompañaron en múltiples actividades. Esta presea, que hoy recibo, reivindica que el trabajo social y la política tienen, deben y pueden hacerse de otra forma.
 
Ahora va la  propuesta y reflexión: ¿qué pasaría si todos nosotros, día con día, hiciéramos lo mejor por nuestros semejantes, en la esfera en donde incidimos? A mí no me cabe la menor duda que otro mundo sería posible.
 
Agradezco a las voluntades que ocasionaron  que hoy yo pueda estar aquí.
Para todos ustedes salud y larga vida. Gracias.

(Texto leído por la autora, al recibir la presea al Mérito Cívico de Nuevo León, edición 2007, en el rubro de Labor Política.)

 

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