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1054 9 Mayo 2012

 

FRONTERA CRÓNICA
Lo ves, pero no lo ves
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Aunque habías decidido que regresarías a la casa antes de las seis de la tarde, para no desoír el consejo de los vecinos de no estar ahí después de las siete (la situación se pone espesa, según se dice), y para alcanzar a ver el juego de futbol entre Morelia y Tigres, el tiempo se te ha ido sin darte cuenta.

Y es que hacía mucho que no ibas al rancho y lo encontraste tan seco que te abasteciste de cerveza y te pasaste la tarde sacando agua de la noria para medio saciar tu sed y la de las pocas plantas que aún sobreviven.

Apenas un minuto antes de las siete, subes a la camioneta y tomas la ruta de regreso. En un retorno de la avenida Miguel Alemán, casi para incorporarte a las Quintas, una camioneta guinda se te mete a la brava para retornar y, bastante molesto, le echas encima las luces.

Entonces, en lugar de dar vuelta, el conductor de la guinda te sigue a toda velocidad y, cuando te da alcance en el semáforo, levanta un arma larga y te dice: te vas a morir, cabrón.

Volteas y sonríes poniendo cara de que no sabes de qué habla. Ves que el semáforo está en verde y arrancas sin atrabancarte, como para mostrarle al otro que no le temes. Vuelve a darte alcance y así, emparejados, vuelve a levantar el arma larga y a decir: te vas a morir.

Aparentas una calma que estás lejos de sentir, tratas de creer que se trata de una equivocación, y le dices: ¿qué te hice, hombre?, mientras el otro esgrime el arma verdaderamente trastornado. Ya no es sólo por haberle echado las luces encima, sino por verte sonreír.

Arrancas con menos calma. Ves por el espejo retrovisor y, aunque notas que la camioneta guinda te sigue, no te apresuras. De alguna manera sabes que sería un error hacerlo. Por tercera vez, el otro vehículo vuelve a emparejarse a tu camioneta y de nuevo el hombre te muestra el arma y te amenaza. Sigues sonriendo pero el esfuerzo es mayor para aparentar la calma que poco a poco te abandona. Le haces señas con una mano como preguntando de qué se trata. Él grita que te vas a morir.

Aunque ya vas a llegar a la casa, decides modificar la ruta, das rodeos, traes a tu perseguidor tras de ti y a tu lado por casi veinte minutos hasta que en un centro comercial escuchas una sirena, te metes al estacionamiento y te colocas a un lado de una patrulla.

El de la camioneta guinda no entra. Un  tanto nervioso, desciendes, te metes a la tienda y andas viendo, sin ver, por un rato. El juego de futbol está por empezar pero no te interesa. Recorres la tienda sin reparar en la gente que viene y va. El partido ha comenzado, pero no puedes concentrarte en él.

Te asomas al estacionamiento, y nada. Entras de nueva cuenta a la tienda. El marcador del partido sigue cero a cero. Te vuelves a asomar al estacionamiento. Ves que no hay peligro. Te encaminas a la camioneta, subes, arrancas con calma y llegas por fin a casa.

Aparentando calma, te sientas al lado de tu mujer que está viendo el debate. Mientras abres una cerveza, te cuenta de la edecán que abrió el evento y que parecía más apropiada para un encuentro de box que para un debate entre partidos por la presidencia.

Alcanzas a ver a López Obrador mostrando al revés una fotografía del lado oscuro de Peña Nieto; a Vázquez Mota que hace como si nada tuviera que ver con el gobierno de Calderón; a Peña Nieto que se la pasa coqueteando con la cámara mientras responde a los ataques; a Quadri de la Torre que se pretende digno ciudadano pero olvida lo indigno de quien lo ungió como candidato.

Es todo lo que alcanzas a ver. La persecución de la camioneta guinda no permite que atiendas a tantas palabras. Quisieras que dijeran cómo salir de situaciones como la que acabas de sufrir pero hablan como si la violencia no existiera en las calles.

Cuando termina el debate, tu mujer pregunta si quieres ver otra cosa y entonces abres otra cerveza y cambias de canal. Te sorprende el resultado del juego de futbol: Morelia 1, Tigres 4. Mejor hubiera visto el juego, piensas.

Y ves el resumen del partido, pero no lo ves.

 

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pq94

La Quincena N?92


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