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1054 9 Mayo 2012

 

Madres niñas
Irma Alma Ochoa Treviño

Monterrey.- Mientras espero turno en un consultorio médico, un pequeño niño, a mi lado, agita sus inquietas manitas y tumba mis lentes. Buen momento para que su mamá y yo entabláramos conversación. La joven madre aparenta tener menos edad, pero aseguró que tiene 22 años, es casada y ha procreado tres hijos. Su primer hijo tiene 7 años cumplidos, el siguiente 3 y el benjamín año y medio.

Amelia, así dijo llamarse, estudiaba en la secundaria cuando se embarazó por primera vez. Ella me confió que tuvo problemas económicos porque no contaba con seguro médico. En Nuevo León, en el año 2000, el 32.5% de la población de 0 a 17 años de edad no eran derecho-habientes; esa cifra bajo al 19.5% en el año 2010. (Fuente: REDIM, con datos de los Censos Generales de Población y vivienda 2000 y 2010).

La joven madre agregó que les fue difícil pagar los gastos del parto y que en los nueve meses de gestación sólo tuvo cuatro consultas médicas. Reveló que no supo de los riegos que sorteaba hasta después de la cesárea que le practicaron. Aclaró que confió en su juventud y se puso en manos de la gracia divina. Amelia se siente afortunada porque su niño nació con salud y ella no tuvo ninguna complicación.

Me comentó que la parte más difícil de su embarazo fue darle la noticia a su novio. Cuando lo hizo, él se enojó, desconfió ser el padre y la acusó de no cuidarse (como si los hombres no debieran cuidarse también). Amelia contaba con que Rogelio, de 16 años de edad, la apoyaría, pero su acusación y duda la ofendieron y avergonzaron, pero un rato después su novio se disculpó por el exabrupto y hasta hoy han “estado bien”.

Comentó que juntos le dieron la noticia a la mamá de Rogelio, que la señora los regañó pero se mostró comprensiva. Desde entonces les ha dado su apoyo. También dijo que sus padres se disgustaron con ella al grado de decirle “hazle como puedas”. Fue acogida en la casa de su suegra y hasta dos días después del nacimiento de su primer hijo, su mamá y su papá la visitaron.

Amelia se embarazó a los 14 ya antes de cumplir los 15 tuvo a su primer hijo. Se casó a los 17 y renunció a continuar su educación secundaria para atender a su esposo y a su hijo. Dio a conocer que a veces trabaja temporalmente aseando casas de vecinas o lavando ropa ajena, que su familia política no ha dejado de apoyarles y por las tardes su suegra les ayuda a cuidar a los niños.

Esta es una historia que se repite en el país, cada una con sus diversas particularidades, porque no todas las adolescentes embarazadas cuentan con la corresponsabilidad de la pareja, quien en este caso estudia y trabaja. Y no todas tienen el apoyo de una persona adulta.

El aumento de adolescentes embarazadas es un tema por demás preocupante, debido a los diversos problemas de salud física que enfrentan las gestantes, así como los riesgos de la hija o el hijo por nacer. También cobra factura, salvo escasas excepciones, en la salud psicosocial de la madre adolescente, al limitar sus oportunidades educativas, laborales y de desarrollo.

El embarazo adolescente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es el que ocurre dentro de los dos años de edad ginecológica, entendiéndose ésta como el tiempo transcurrido a partir de la aparición de la primera menstruación.

En el 2009, de acuerdo a datos aportados por la Red por los Derechos de la Infancia en México[1], el estado de Nuevo León, presentó un aumento de 56.6% de madres adolescentes de entre 12 y 14 años de edad registraron al menos un hijo vivo (312), respecto de 199 registrados en el 2005. Además, del aumento de 47.33% de madres adolescentes de 15 a 17 años que registraron al menos un hijo vivo (7,461) en 2009 respecto de los 5,064 registrados en el 2005.

Por lo general, las madres jóvenes se enfrentan a situaciones adversas como la deserción escolar a causa del embarazo o la maternidad. El escenario se agrava cuando intentan encontrar un trabajo que les permita obtener ingresos, para sí mismas y su familia recién constituida; los cuales serán insuficientes para satisfacer sus necesidades, debido a su educación inconclusa.

Según reportes de la OMS la falta de información acerca de la reproducción y sexualidad que, en el país es deficiente y a veces nula, puede ser uno de los factores que favorecen los embarazos adolescentes. Esta organización recomienda que los programas de educación sexual sean impartidos por especialistas o profesionales capacitados para ello, no por improvisados.

Otro de los factores que intervienen en el aumento de los embarazos adolescentes son la violencia y/o las relaciones sexuales no deseadas, rubro al que hay dedicarle más atención. El Instituto Alan Guttmatcher, (2007), menciona que el 75% de las adolescentes que tuvieron actividad sexual antes de los 14 años, fueron forzadas para ello.

En beneficio de las niñas y adolescentes, anhelo que se incorpore en la agenda del próximo gobierno la educación sexual, con el fin de prevenir los embarazos no programados y las enfermedades de transmisión sexual.

Me hubiese gustado que en el debate rumbo a la presidencia 2012, la candidata y los candidatos tocaran el tema de los derechos humanos en general. Y que abiertamente esbozaran propuestas para proteger los derechos que incumben a los sectores específicos de la población: mujeres, infancia, migrantes e indígenas, por mencionar algunos. Quizá no hubo tiempo suficiente para ello.

El aumento de madres adolescentes requiere de políticas y programas dirigidos a la prevención y a la atención. Las becas educativas y la apertura de espacios de cuidado infantil en los centros universitarios, coadyuvaría para que concluyan su educación, formación y preparación para el trabajo.

Se vale soñar, más en época eleccionaria.

Nota
[1] Fuente: SINAIS, Base de datos de nacimientos 1999-2000; INEGI – Censos y Conteo 2000, 2005, 2009.

 

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