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1097 9 Julio 2012

 

Ayer no tuvimos alcalde
Hugo L. del Río

Monterrey.- En ocasiones como ésta siento, muy fuerte, la tentación de darle la razón al Peje. ¿Cómo entender a los miles de regiomontanos que el día uno le dieron el voto a Larrazabal?

Al oaxaqueño lo conocemos de sobra: corrupto al extremo de recibir dinero de los casineros; habrá que ver hasta qué punto es culpable, en su envilecimiento, de la tragedia del Royale.

Todos conocemos las pruebas que se presentaron de que su ahijado político, Miguel Ángel García ─recién reinstalado en la Comuna: ¿lo sostendrá ahí Arellanes?─ y el hermano Jonás vendían quesos a domicilio e iban indistintamente a las oficinas del alcalde/ex alcalde/diputado/promotor de antojos y alimentos de Oaxaca, o a los desplumaderos a cobrar los lácteos más caros del mundo.

Larrazabal dejó a Monterrey convertido en la capital de Haití el día del macrosismo: para qué hacer la lista de las deficiencias que nos tienen al nivel de un aduar africano. Y con todo y ello, las buenas conciencias sufragaron por el constructor de ese megadesastre que es la biblioteca Vasconcelos.

Bueno, el don ni siquiera escribe correctamente su apellido.

Y por lo que toca a sus votantes, deben estar enfermos de masoquismo químicamente puro, dicho sea con todo respeto.

Ayer no tuvimos alcalde; hoy, la Presidencia Municipal también amaneció descabezada.

No tenemos por qué aceptar un desmadre de este tamaño en el que vivimos sólo porque poderes que por lo menos este redactor no identifica protegen al dicho menestral.

En un país serio FL tendría rato de estar tras las rejas. Pero claro, en nuestra alegre y tropical republiquita en un descuido el buenazo de Larry irá a ocupar su curul y dentro de tres años maniobrará para ir a despachar no sé si a palacio o al búnker de Morones Prieto.

Señora de los Siete Puñales: una quesería por aquí, los Soriana por allá y, doquier, quisques en el reparto de despensas.

De plano, somos un menos, mucho menos que pueblo: enormes, patéticos ejércitos de millones de muertos de hambre: más lumpen que proletarios, digan lo que digan la hija de Peña Nieto y su novio.

“Pero, ¿habrá todavía alguien tan estúpido que crea en la justicia?”, escribió el historiador y periodista inglés Paul Johnson.

Juez contra Sanjuana Martínez
Claro que no obedece a causas políticas el atropello perpetrado contra la periodista Sanjuana y sus hijos.

Eso fue, simplemente, abuso y venganza de la juez Luz María Guerrero.

Ya había mala sangre entre la colega y la dama que dio brillo a la justicia en Nuevo León. Si era conocida la mala vibra, ¿cómo es que le confían el caso a Guerrero?

Qué poca madre: la juez Luz María Guerrero Delgado, a lo que parece espoleada por la sed de venganza, encabeza a ocho gendarmes encapuchados, armados con fusiles de asalto, quienes arrestan a la reportera Sanjuana Martínez en su casa.

El delito de la colega: un presunto desacato a una orden judicial relacionada con una demanda de orden familiar.

Hace cuatro años Martínez denunció a Guerrero Delgado por el secuestro de una funcionaria quien, en el ejercicio de su función, le impedía a la citada juzgadora (je je)  llevarse de una casa de amparo a dos menores.

Ejemplar representante del Poder Judicial esta señora Delgado: en letras de molde se le sindica de un plagio y no sólo sigue, muy oronda, al frente de “su” juzgado, sino que se da el lujo de tomar represalias contra la periodista que sacó a la luz sus presumibles trapos sucios.

Ocho fusileros para detener a una profesional de la Prensa. Niños asustados, un posible allanamiento domiciliario y todo con el pretexto de una falta administrativa, porque en el caso de que la compañera efectivamente, haya incurrido en desacato,  es una simple infracción que ni a delito llega.

Ni para detener a la Reina del Pacífico movilizaron a tanta gente armada.

Conozco a Sanjuana desde hace rato y doy fe de su honestidad como periodista y ser humano.

La magistratura no se da por satisfecha con la matanza de mis camaradas: ellos, también, golpean al gremio.

Sale sobrando preguntar qué hace Rodrigo Medina para cumplir y hacer cumplir la ley.

Pie de página
Sólo el 26 por ciento de los mexicanos participan o, por lo menos, se interesan en la vida política de la República.

Un análisis del Centro de Estudios y de la Opinión Pública de la Cámara (federal) de Diputados señala que el 74 por ciento de la población no nada más es apolítica, sino que le vale una semilla de calabaza  quien manda en México.

Los datos anteriores explican la fácil impunidad con que los partidos políticos compran el voto.

El PRI, para variar, se coronó campeón en esta pelea amañada. Y ahora, de qué sirve contar las balotas una por una, si nunca sabremos cuántos de los sufragios se pagaron con productos de Soriana.

Lo peor: esta abulia histórica abre las puertas del poder a los reptilones fósiles, como los llama una amiga.

Peña Nieto ni siquiera ha sido declarado Presidente electo y ya su “victoria” está contaminada.

 

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