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1104 18 Julio 2012

 

FRONTERA CRÓNICA
Homenaje a Juárez
J. R. M. Ávila

El 18 de julio de 1872, hace ciento cuarenta años, muere en la Ciudad de México, Benito Juárez, uno de los mejores presidentes de México, si no es que el mejor. Para quienes no entienden por qué Andrés Manuel López Obrador lo tiene como un modelo a seguir, aquí van algunos datos acerca de él.

Nace zapoteca. Queda huérfano a los tres años y al cuidado de sus abuelos paternos. Al morir ellos, lo recoge su tío Bernardino Juárez, con quien trabaja como peón y pastor de ovejas hasta los 12 años. Con él empieza a aprender el español pero como desea educarse, se fuga a la ciudad de Oaxaca y se aloja en casa de Antonio Maza, de cuya granja se hace cargo.

Conoce al franciscano Antonio Salanueva, con quien trabaja como aprendiz de encuadernador. Apoyado por él, inicia sus estudios y entra al seminario donde aprende gramática latina, latín, filosofía y teología.

En 1827 abandona el seminario y se licencia en Jurisprudencia.
Aprende a leer textos en latín, francés e inglés. Lo hace tan bien que, según se cuenta, mientras representa una obra de Virgilio, los asistentes le aplauden al oírlo hablar en perfecto latín, olvidándose de su ridícula caracterización (para parecer griego se había blanqueado la cara).

Conocedor del derecho canónico y del civil, defiende comunidades indígenas, actividad que lo lleva a la cárcel. Desempeña diversos cargos: Rector del Instituto de Ciencias y Artes, Regidor del Ayuntamiento, Diputado Local, Juez de la Instancia del ramo, Secretario de Gobierno de Oaxaca.

Es Gobernador Interino de Oaxaca en 1847. Durante su mandato hay equilibrio económico y deja excedentes en el tesoro, reconstruye el Palacio de Gobierno, funda Escuelas Normales, duplica el número de escuelas en Oaxaca (de 50 a 100), crea el puerto de Huatulco y construye un camino de ahí a Oaxaca.

Como gobernador inicia actividades a las cinco de la mañana y se retira después de las 10 de la noche. Instala una audiencia pública para que cualquiera pueda hablar con él.

Siendo Presidente de la República Decreta la "Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos" y sostiene su gobierno contra conservadores y franceses entre 1862 y 1867, peregrinando por México y Estados Unidos.

En 1867 regresa a la ciudad de México, gracias al apoyo de los Estados Unidos, fusilando a Maximiliano, Mejía y Miramón. Cuando se celebran elecciones, la Iglesia contribuye a su triunfo al prohibir votar a los feligreses.

Como presidente, pretende una educación pública, gratuita y laica. Para allegarse recursos despide a 60 000 militares y negocia el aplazamiento de pago en la deuda extranjera con algunas naciones.

En 1871 hay nuevas elecciones. Los candidatos son Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz y Benito Juárez. La comisión escrutadora da el fallo: Lerdo 2874 votos, Díaz 3555 y Juárez 5837.

Tal vez los ahora dueños del gobierno se regocijen al saber que a Juárez se le acusó de fraude electoral, pero entre aquellos tiempos y los nuestros hay algunas diferencias. A Juárez, Porfirio Díaz le exigía "No reelección" (¿Qué?) y lo acusaba de dictador (¿Recontraqué?); a los dueños del gobierno de hoy, los acusa de fraude nada menos que López Obrador.

Si Juárez reviviera hoy, no creo que volviera a morirse de indignación por lo que sucede. Es más probable que se uniera a las protestas en contra del fraude u ocupara el lugar que hoy ocupa dignamente Andrés Manuel López Obrador.

A ese Juárez, tan admirado por muchos, es a quien homenajeamos justamente hoy.

 

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