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1104 18 Julio 2012

 

Carlos Fuentes y los maestros
Ismael Vidales Delgado

Monterrey.- En 1997, Carlos Fuentes escribió para el Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América, un excelente libro titulado Por un progreso incluyente, que desafortunadamente no es fácil de conseguir en librerías porque fue editado por el propio Instituto y distribuido gratuitamente por el SNTE.

De esta obra, quiero compartir con ustedes algunos fragmentos que a mí me parecen altamente reivindicadores del magisterio, sobre todo ahora que está sufriendo una fuerte campaña de desprestigio, a partir de la exhibición de la película “De Panzazo”, narrada y promovida por el “ilustradísimo” conductor de noticieros televisivos Carlos Loret de Mola y producida por la Organización “Mexicanos Primero”, que patrocina Televisa; pero ya llegó su contraparte: “El afán educativo”.

Dice Carlos Fuentes: Mi abuela materna, joven viuda, obtuvo en 1929 un puesto de Inspectora de escuelas en el recién inaugurado gobierno de Álvaro Obregón. Ambos -el presidente y mi abuela- eran contemporáneos y se conocían desde niños en Sonora. Para criar a sus tres hijas, huérfanas de padre -una de ellas era mi madre- mi abuela pidió este empleo por necesidad, pero pronto lo convirtió en convicción.

Emilia Rivas, oriunda de Álamos, Sonora
Yo la veo en fotografías de la época, toda vestida de negro, como entonces era el uso para la viudez… El luto, debo añadir, le daba a nuestras abuelas una autoridad de la que, acaso, las ha despojado nuestra época consumista y profana… En el caso de mi abuela, el carácter religioso de su vestimenta de viuda era apenas el indicio del carácter, sagrado también, de la campaña que le tocó, modestamente, apoyar.

José Vasconcelos, filósofo, miembro del célebre Ateneo de la Juventud, hombre de a caballo… había sido designado con raro genio político, primer Secretario de Educación… pero por más lúcido que fuese Vasconcelos, en sus conceptos y en su lenguaje, mayor aún debía ser su voluntad para llevar la educación pública a los rincones más apartados de México, a las tierras más abandonadas… la tradición era dominar mediante la ignorancia, explotar gracias al silencio, apartar con el auxilio de la distancia a seres humanos vistos como carne de cañón en ocasiones, bestias de carga en otras, fieles servidores en el mejor de los casos.

Todos conocemos la increíble valentía de los primeros maestros enviados por Vasconcelos a alfabetizara los ranchos, las haciendas, los pequeños poblados. Muchos murieron asesinados por los hacendados o sus matones, las guardias blancas, otros fueron mutilados, regresaron sin nariz, sin orejas. Es una de las páginas más tristes, y más heroicas, de nuestra historia moderna, jalonada por matanzas pavorosas, de Río Blanco a Aguas Blancas y de Topilejo a Tlatelolco.

Los maestros de la Revolución dieron, con su sacrificio, el ejemplo a la ciudadanía entera.

…Mi abuela me contaba estas historias y se transfiguraba en un ser radiante, sus ojos negros no dejaban, empero, de reservarse una sombra de tristeza, una ojera de desencanto, como si todos los mexicanos naciésemos con una mezcla fatal de esperanza y desilusión y ésta fuese, la escritura de nuestro destino. Entendí, desde entonces, que la educación y el magisterio serían el presagio de la noche eterna o del eterno amanecer en mi país.

 

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