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1243 30 Enero 2013

 

La vocación de Sergio Ramírez
Eligio Coronado

Monterrey.- ¿Cuántos textos caben en una vocación literaria? Si uno escribe a diario, la cantidad puede ser inconmensurable. Pero si uno escribe de vez en cuando, entonces será una vocación desperdiciada.

Toda vocación debería ser ejercida a plenitud, esto es, buscar el texto en todos los ámbitos posibles: ideas, recuerdos, sueños, rumores, noticias, libros, sugerencias e inspiraciones.

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) lo sabe y ha inundado la prensa hispanoamericana con sus innumerables artículos desde 1966, además de haber publicado más de cuarenta libros de cuento, novela y ensayo.

En Historias para ser contadas encontramos 390 textos (publicados entre 1966 y 2010) sobre todos los tópicos claves de la época: literatura, política, cine, teatro, economía, educación, y los subtópicos obligados: escritores, cineastas, novelas, premios literarios, casas editoras, ferias del libro, dictadores, pintores, cumbres hispanoamericanas, literatura de folletín, enajenación publicitaria, cultura latinoamericana, juventud centroamericana, películas, poesía, huracanes, democracia, nacionalismo, socialismo y un largo etcétera.

Sergio Ramírez es un ejemplo de que si de verdad se quiere escribir hay que exprimir la vocación al máximo. Nada de esperar a que las condiciones sean propicias, o que haya tiempo, o que llegue el gran tema, o que le paguen a uno por escribir, o que haya concursos literarios, o que las grandes revistas nos inviten a colaborar, o que las editoriales más prestigiosas nos persigan.

Hay que escribir todo el tiempo, hasta nuestro último día y no cuando ya sea nuestro último día. ¿Qué estamos esperando?, ¿que la historia nos premie?, ¿que nos lluevan las becas?, ¿que por fin haya lectores? Y mientras tanto, ¿qué hacemos?, ¿dejar que se seque la tinta?, ¿que desfallezcan las plumas?, ¿que mueran las ideas?

Hay que ser exactamente como dice el autor acerca del argentino Tomás Eloy Martínez: “escritor hasta el último aliento, siguió adelante tratando de terminar su última novela sobre el Olimpo, dictándola cuando ya no pudo con los dedos, sin dejarse nunca amedrentar por la muerte” (p. 739).

El estilo de Sergio Ramírez es práctico, de trazo rápido y privilegiando la información. Por ejemplo, al hablar de la poesía pop nos dice: “No se trata más que de una transcripción literal de una nota periodística, de las que se publican miles todos los días, pero en la cuál, el poeta (Ronald Gross) ha encontrado el poema” (p. 19). Y al hablar de la novela: “Ni muere la historia, ni muere la novela, en la medida en que ambas se alimentan de una condición cambiante en la que predomina el asombro” (p. 305).

Enhorabuena por Sergio Ramírez, cuya vocación ha fructificado en este aluvión de textos urgentes, concluyentes y envolventes: “Las anotaciones diarias de mi bitácora, que lanzo todo los días dentro de la botella, son una escritura compartida, una experiencia que no se parece a ninguna otra de mi vida de escritor” (p. 669).

Sergio Ramírez. Historias para ser contadas. Artículos reunidos. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2012. 773 pp.

 

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