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1257 19 Febrero 2013

 

La importancia de la lectura en la formación de líderes, I
Luis Villegas Montes

Chihuahua.- Hace unos días, me invitaron a dar una plática dentro de un evento de Rotary: Un Seminario de Rotary para Líderes Jóvenes, mejor conocido por sus siglas en inglés: RYLA (“Rotary Youth Leadership Awards”).

Qué es un RYLA, y su importancia, no es sencillo de explicar y demandaría mucho más que unos pocos párrafos; sin embargo, podemos decir que se trata de un evento en el cuál se invita a los jóvenes a participar y durante un fin de semana completo se hace una reflexión colectiva respecto del liderazgo: definición, importancia, modos de entenderlo y ejercerlo, etcétera; así como qué es, cómo funciona y para qué sirve Rotary.

A mí, me invitaron a colaborar con la plática: “Importancia de la lectura en la formación de líderes”.

Huelga decir que hablar de libros es un asunto que me apasiona; he bebido litros y más litros de café hablando de ellos. Pero hacerlo de manera formal, frente a un auditorio, en el cuál se hallaba incluida María, con un enfoque en específico, con el sano propósito de intentar no dormir a una audiencia compuesta de jóvenes (por naturaleza inquietos) y despertarles, así sea un poquito, su interés por la lectura, es otra cosa. Sin embargo, no podía negarme.

Esto por muchas razones; la principal: alentar la lectura es una obligación que tenemos nosotros, los adultos –los adultos lectores, además–, para con los jóvenes, en lo particular; y para con la sociedad, en general. Por eso acepté.

Ahora bien, hablar en público es un asunto que no se me da. Leer sí; es más, modestia aparte, leo más o menos decorosamente; pero improvisar, mmm, como que no; como que me falla; además me pongo nervioso, parezco adolescente en estreno de obra de teatro escolar en el papel de Cuasimodo y con un miedo atroz de que se le caiga la joroba o a tumbar la Notre Dame de cartón a la primera campanada.

Leer en público me produce el mismo efecto, si bien con una ventaja: me agarro a mis hojas, como Tarzán a una liana, y ya no las suelto hasta que aterrizo feliz en el mullido césped del silencio luego de un sentido y puntual: “gracias”.

Como sea, emplazado por mis compañeros –y la consciencia de mi obligación como lector compulsivo que soy– no podía decir que no. Preparé unas pocas páginas, unas filminas, y ahí voy. Con mi libro bajo el brazo, un montón de tarjetas y mis nervios a cuestas.

Estos dos artículos son el producto de dicha reflexión. Los comparto porque lo que tartamudee el sábado pasado no deja de ser un pequeño aporte a esa invitación que siempre hago a mis interlocutores y lectores cuando me percato de que el hábito de la lectura no es su fuerte ni está en los primeros sitios de sus preferencias: lea.

“De acuerdo con el diccionario, por ‘líder’ se entiende: ‘Persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora’.1 Un líder es una persona que canaliza una acción colectiva. Que sirve de guía, en el sentido de que encabeza a un grupo; de cause, en el sentido de que orienta una fuerza; de representante, en el sentido de que encarna una corriente de pensamiento, una idea, un interés común, una visión compartida”.

“Aprender a leer es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”. Esas fueron las palabras iniciales de Mario Vargas Llosa en la ceremonia de entrega del premio Nobel. Quiero decirles que comparto cada una de ellas: aprender a leer es la cosa más importante, más emocionante, más extraordinaria que me ha ocurrido en la vida.

Es un error frecuente, pensar que quien lee será una mejor persona. Los beneficios de la lectura son estrictamente de carácter personal; cada ser humano es individual, distinto e irrepetible: lo que beneficia a uno o lo perjudica de cierto modo, con certeza a otro le causará efectos muy diferentes.

Sin embargo, sí podemos enlistar algunos beneficios:

1.- Mediante la lectura es posible captar información; nos invita a reflexionar, a fortalecer la memoria, agudiza la capacidad de observación y de análisis;

2.- Gracias a la lectura podemos ampliar nuestro vocabulario, mejorar la ortografía y aprender la estructura sintáctica del idioma; lo que permite mejorar la expresión oral y escrita. Un obligado paréntesis: aunque es difícil determinar el número total de palabras en español, el diccionario de la Real Academia Española enlista aproximadamente 100,000; en la actualidad, los jóvenes emplean un promedio de 240 y, quizá, ‘güey’ esté enlistada como la número uno. Una vez, estando en Barcelona, entramos a un restaurante mi familia y yo; tras la cordial bienvenida, el propietario nos hizo la pregunta obligada: “¿de dónde son?”. “De México”, respondimos al unísono. Él sonrió y replicó: ‘No mames, güey’. Se me caía la cara de vergüenza;

3.- Continúo: A partir de leer, resulta más fácil y sencillo organizar ideas, conceptos, pensamientos, creencias o sentimientos, y sobre todo, transmitirlos;

4.- La lectura nos obliga a poner atención, a concentrarnos; a establecer relaciones espacio-temporales. Desarrolla la lógica y la agilidad mental para establecer conexiones;

Continuará…

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