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1293 10 Abril 2013

 

La historia de amor que jamás pudo ser
Guffo Caballero

Monterrey.- Es la estación más fría del año y Jaime Jiménez no tiene el valor de meterse en la regadera. Se olfatea los sobacos, se pone mucha loción y la chamarra azul de plumas de ganso. Se prepara un bocadillo, lo mete en la mochila y camina hacia la estación de trenes más cercana. Nunca imaginó estar tan lejos de casa.

El sándwich de atún ya tiene humedecida una de sus tapas. Jaime desprende con cuidado y a pedacitos la servilleta pegada al pan. Le da varias mordidas y tira el resto en el contenedor de basura. El tren llega un minuto antes de lo anunciado en la pizarra.

Jaime toma asiento junto a la ventana, de espaldas al paisaje. Él dice que lo hace para sentir que va dejando todo atrás, pero la verdad es que siempre ha tenido miedo a un choque frontal. Según las estadísticas, tienen más probabilidad de sobrevivir los pasajeros que se sientan como él. Se escucha el ruido de los mecanismos hidráulicos y los vagones avanzan.

Es la estación más calurosa del año y Jimena Jaimes se da el segundo regaderazo del día. Se viste de prisa, bebe los restos de un jugo de naranja con hielos, desconecta todos los aparatos eléctricos y sale de casa arrastrando una enorme maleta para tomar un taxi al aeropuerto. Nunca imaginó tener el valor para emprender un viaje tan largo.

Jimena pide un sándwich de pavo en el restaurante de la terminal C. Derrama accidentalmente su vaso y el agua moja una de las tapas del pan. El mesero pasa un trapo por la mesa y le retira el plato sin antes preguntar si seguirá comiéndolo. Ella se pone de pie, paga la cuenta y se mete en el baño un minuto antes de que anuncien su vuelo por los altavoces.

Jimena se sienta a un lado de la ventanilla, un asiento atrás de la salida de emergencia. Según las estadísticas, los pasajeros que se sientan cerca de éstas tienen las mismas probabilidades de morir que el resto de los tripulantes. Se escucha el ruido de las turbinas y los timbres que indican abrocharse el cinturón. Jimena mira hacia abajo y piensa en todo lo que está dejando atrás; levanta la vista y piensa en todo lo que la puede estar esperando.

En algún momento del día, Jaime y Jimena coinciden en el mismo aeropuerto. Él tomará un avión y ella tomará un taxi a la estación de trenes más cercana. No se conocen. Nunca se han visto. Coinciden un par de segundos cuando pasan uno a un lado del otro. Se ven a los ojos cuando el aroma de la loción de Jaime le trae un recuerdo. Y cada quien sigue su camino.

Si la vida fuera más clara en cuestión de coincidencias, quizás su historia habría sido la historia de amor más grande del mundo.

 

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