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1293 10 Abril 2013

 

El gran cambio
Nora Elsa Valdez

Monterrey.- ¿Será el gran cambio de la Tierra del que tanto se habla, un cambio de consciencia en la humanidad? Historias como la de Adán y Eva quizá nos ayuden a entender la realidad que estamos viviendo.

Hace años me sorprendió leer esto en un libro: “El mal no es algo que esté fuera, en algún lado. El bien y el mal están dentro de cada uno de nosotros”. Al parecer el problema del mundo siempre ha sido el interminable sufrimiento que ha causado a la humanidad el odio, la venganza, la guerra y la violencia de todos tipos.

Según nos cuentan, la humanidad empezó a sufrir por la desobediencia de Adán y Eva, aunque no sabemos bien el significado real de esta historia. ¿Será que el bien y el mal están realmente dentro de cada uno de nosotros, en nuestras creencias, en nuestra mente?

¿Decidió la humanidad (representada por Adán y Eva), experimentar la dualidad, conocer el bien y el mal, haciendo a un lado la perfección del paraíso?, ¿nuestra mente, asiento del ego y del miedo, fue creada para experimentar la dualidad?, ¿están el bien y el mal sólo en nuestra imaginación, en nuestra mente?, ¿hemos creado la espantosa realidad actual con nuestra mente y nuestras creencias de dualidad, como en la película “Matrix”?, ¿los horrores que hemos vivido hasta hoy, los hemos creado todos nosotros como experimento?, ¿podemos crear una nueva y hermosa realidad cambiando nuestra consciencia, nuestras creencias equivocadas y falsas, por otras verdaderas?

La experiencia nos dice que aceptar una mentira en nuestra vida, creyendo equivocadamente que es verdad, nos causa sufrimiento, porque los resultados serán diferentes de los que esperábamos. Por ejemplo, aceptar un cheque sin fondos de un estafador, creyendo equivocadamente que se trata de una persona honrada, nos causará el dolor de perder el dinero que nos estafó. Descubrir la verdad, que esa persona es un estafador, nos evitará sufrimientos futuros.

El ego tiene la función de proteger nuestra integridad física y emocional, y es muy valioso cuando es dirigido por nuestro yo elevado, espiritual, divino. Pero el ego sin control es como un caballo salvaje que tiene que ser domado, sometido por un jinete, para que se convierta en una unidad con éste y juntos puedan lograr grandes hazañas.

Para que el ego cumpla su misión debe aceptar la rienda del jinete, que es el yo superior, amoroso y compasivo de la persona. El ego es “egoísta” por naturaleza y no puede lograr nada por sí mismo porque no conoce el plan mayor del alma.

El ego debe rendirse al yo divino, al corazón, al amor, que lo humaniza para que pueda cumplir la función para la que fue creado. El ego debe “hacerse polvito”, ser humilde y reconocer su pequeñez ante el alma. El ego es muy importante y valioso, pero sólo bajo la dirección del ser elevado que le infunde su dignidad. Sólo de esta manera nuestro cuerpo físico puede convertirse en un vehículo o instrumento para materializar los deseos y sueños del alma.

Si el cuerpo físico y el ego son los amos y señores en esta tercera dimensión material y objetiva; el ser superior, el alma, el espíritu, es la inteligencia infinita, el poder superior, que conoce el plan divino para nosotros en esta Tierra. En esta tercera dimensión, el cuerpo no puede estar completo sin el alma, porque se siente vacío sin ella, ni el alma puede actuar sin su vehículo físico, el cuerpo. Por eso la expresión “mi padre y yo somos uno”, significa que el ser humano no puede funcionar si el alma y el cuerpo no están unidos, trabajando en equipo.

Podremos adueñarnos de todos los bienes y riquezas materiales sobre la Tierra para satisfacer a nuestro ego, pero siempre nos sentiremos vacíos, insatisfechos e infelices, si estamos desconectados del poder superior del alma. Y nuestra alma se sentirá triste, frustrada e incompleta, si no puede llevar a cabo su misión divina en esta Tierra a través de su vehículo físico, nuestro cuerpo. Caballo y jinete deben cabalgar juntos en esta dimensión, pero sólo pueden hacerlo si el ego se rinde y deja que el alma lo dirija.

El ego aterrorizado que ha causado tantos destrozos y obscuridad en la Tierra, podrá por fin descansar si se rinde al alma. Así como el niño que llora asustado porque se ha caído, se siente a salvo y feliz cuando su padre lo toma de nuevo de la mano, de esta misma manera el ego que se rinde al alma, recupera su paz y alegría.

Este es el secreto para recuperar nuestra paz y alegría en la nueva energía, en la nueva Tierra: 1) rendir nuestro ego a nuestro espíritu, a nuestra alma; 2) ser humildes y empequeñecer (“hacer polvito”) a nuestro ego; y 3) dejar que la inteligencia infinita tome las riendas de nuestra vida. Ésta es la forma correcta, sencilla y mágica de vivir, en la que los milagros empiezan a suceder, trayendo la ansiada paz y alegría a nuestras vidas.

Cuando el ego se rinda, se haga polvito, y humildemente pregunte a la inteligencia infinita, “¿qué quieres de mí?”, seguramente escuchará esta respuesta: “yo quiero lo que tú quieras”.

Caballo y jinete son co-creadores en este maravilloso mundo.

 

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