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1498 22 Enero 2014

 

Cumbre de Toluca
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- La anunciada “Cumbre de Toluca” entre los presidentes de Estados Unidos, Canadá y México, para evaluar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), no solamente debe servir para revisar las relaciones comerciales sino también para impulsar el intercambio cultural, educativo, científico y tecnológico.

Desde la puesta en marcha del TLC, hace 20 años, hemos señalado que los acuerdos comerciales entre países con economías totalmente desiguales y culturas diametralmente opuestas, deben empezar por subsanar sus históricas relaciones diplomáticas, teniendo como principal objetivo el bienestar, el progreso, el respeto, la solidaridad y la cooperación permanente.

De abrirse una eventual renegociación del TLC, tras la reunión de Barack Obama, Stephen Harper y Enrique Peña, programada para el próximo 19 de febrero, en Toluca, Estado de México, creemos que debería centrarse en el libre tránsito de personas por encima del libre flujo de mercancías.

A lo largo de estos cinco lustros del acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, no hemos dejado de señalar que el gran reto entre los países es ir más allá de las relaciones económicas, multiplicando los proyectos en común en materia de cultural, educativa, científica y tecnológica.

Para transformar los profundos sentimientos históricos entre nuestros pueblos, resulta oportuno señalar la necesidad de renegociar el TLC y adecuarlo buscando profundizar la relación y el diálogo en todos los niveles e incrementar la interacción entre ciudadanos e instituciones de los tres países.

Más allá de buscar consolidar un bloque entre socios comerciales, se requiere trabajar mucho y trabajar a fondo en el fortalecimiento de las relaciones trilaterales, con pleno respeto a la soberanía e independencia de las naciones, para evitar el enrarecimiento del clima social y político.

En los tres países todavía existen resistencias e incertidumbre de los resultados, pero sobre todo en México. No olvidemos que justo el día de la entrada en vigor del TLC estalló el movimiento armado del EZLN.

Resistencias e incertidumbre que hoy, como entonces, se sienten en la molestia e inconformidad de las grandes mayorías del pueblo mexicano, en virtud de que el TLC sigue siendo la gran promesa de crecimiento económico con más empleos y salarios bien remunerados; de artículos de buena hechura y precios más bajos; de menor desigualdad social y mejor calidad de vida.

Todo lo anterior se prometió hace dos décadas con el TLC, al ser considerado como una “oportunidad histórica de transformación”, igual como ahora se promete con las llamadas reformas transformacionales en materia energética, hacendaria, financiera, educativa, laboral, política, etcétera, etcétera.

Si bien la balanza comercial de nuestro país ha tenido un brinco espectacular en el rubro del comercio exterior y ha sido muy favorable para algunos sectores económicos, las bondades del TLC no han llegado al grueso de la población, que aunque logró el acceso a productos y servicios de más calidad y mejor precio, sigue sin satisfacer las necesidades básicas de alimentos, vestido, calzado y servicios públicos.

El TLC se vislumbró como la “tablita salvadora” para crear empleos y elevar salarios. El discurso gubernamental era que convertiría a México en una potencia exportadora en el marco de la globalización económica; en un país moderno, miembro del mayor bloque comercial del mundo, con suficiente empleo, con una industria dinámica y eficiente con tecnología de punta, con un crecimiento explosivo en exportaciones, mejores niveles de ingreso; en una economía altamente competitiva, sin fugas de mano de obra ni capitales y, sobre todo, con el mejor de los tratos con los colosos del norte de América.

Sin embargo, la realidad es todo lo contrario para la mayoría de los mexicanos. Durante estos 20 años del TLC no se han generado los empleos suficientes, ni los salarios han recuperado su poder de compra. La calidad de vida sigue siendo de pobreza económica y desigualdad social. La migración ilegal hacia los Estados Unidos y Canadá va en aumento, igual que el incremento de los trabajadores informales sin seguridad social, ni protección laboral. La economía ha decrecido a niveles alarmantes y los impactos en la agricultura y la ganadería están siendo perjudiciales.

Pero el dato más devastador son los pobres: en 1992 había 46 millones de mexicanos en condiciones de pobreza, cantidad que subió a 53.3 millones en el 2012, de los cuales 11.5 millones viven en la pobreza extrema.

 

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