Suscribete

 
2022 26 Enero 2016

 

 

Enseñanzas españolas para tullidos
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- ¿Qué enseñanzas podemos extraer para México de las elecciones generales en España? ¿De un comportamiento del voto que alteró el sistema bipartidista surgido del pacto de la transición que permitió pasar del autoritarismo franquista a la democracia representativa?

¿Qué permitió sacar de la pobreza a millones de españoles y elevar las expectativas de sus hijos?  ¿Qué permitió salir del aislamiento territorial a formar parte importante en la construcción europea? Y sobre todo, la modernización de sus estructuras económicas, políticas y sociales.

Vamos, que enseñanzas deja este proceso todavía inconcluso luego de más de un mes de realizadas las elecciones donde se fragmentó el voto y todos los partidos quedaron muy lejos de tener la mayoría parlamentaria y la incapacidad para formar una coalición de gobierno. Hoy esto se ve difícil por lo que la disyuntiva parece oscilar entre un gobierno de coalición en minoría o un llamado a nuevos comicios para intentar compactar lo que hoy se encuentra disperso entre las siglas partidarias.

En primer lugar, resulta asombrosa para nuestras rutinas electorales esa posibilidad de sumar cuando un partido o coalición no alcanza la mayoría absoluta. En México, desde 1997 tenemos gobiernos presidenciales sin mayoría y sin coaliciones de gobierno que permitan lograrlo. Y, es que en el sistema presidencialista a diferencia del parlamentario, opera el principio de que el partido y candidato que gana la Presidencia de la República se lleva todos los cargos públicos. Entonces, los incentivos para coaligarse más allá de una coalición electoral son más bien escasos y quizá los costos pueden ser altos apoyando a un mal gobierno que terminará el mandato constitucional. No obstante, en la reforma electoral de 2013, se incorporó a la ley electoral la figura de gobierno de coalición pero hasta el día de hoy no se ha utilizado en la federación, ni en los estados, es una medida precautoria de la cual puede echar mano todos, pero especialmente el partido del Presidente. Esto significa que los pactos para alcanzar la mayoría absoluta o la calificada se dan una vez que se forma el gobierno como sucedió con el llamado Pacto por México.

Así, con nuestro diseño electoral, Mariano Rajoy no estaría en la situación de precariedad en que se encuentra para pactar la formación de un gobierno de coalición bajo la premisa de que sería para sacar adelante “las reformas que sean necesarias”, cuando ya la Ejecutiva del PSOE ha dicho que “no es no” a su petición de sumar fuerzas más el partido Ciudadanos y todo indica que los socialistas se inclinan por una coalición de gobierno con Podemos y el apoyo o abstención de las organizaciones independentistas catalanas: Esquerra Republicana y Democracia i Libertat.

Entonces, alguien podría preguntarse: ¿es mejor nuestro sistema electoral que el español para formar gobierno? Sin duda, lo es. Es más útil para la formación de gobierno en un escenario de alta fragmentación del voto pues no es indispensable pues se determina por mayoría relativa. Peña Nieto obtuvo el 36% de los votos.  Pero, también es mejor el español, porque  los pactos tienden a ser de políticas de gobierno, de corresponsabilidad política estando o no en el gobierno, aun cuando hay quienes alertan sobre los riesgos de una coalición entre la izquierda y los nacionalistas para la unidad política y territorial española.

Así, que de no alcanzar el Partido Popular su objetivo de coalición de gobierno está en la disyuntiva entre gobernar bajo esas condiciones de precariedad política y convocar a nuevas elecciones para esta primavera o dar pie para que se forme un gobierno de minoría. Cosa que en México es impensable. Si la situación se torna difícil, cómo ha sido notorio desde la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa  es decisión del Presidente cambiar o sustituir a los Secretarios de despacho. En cambio,  en el sistema español, los ministros se deben al Parlamento y estos pueden ser relevados del cargo por su bajo rendimiento o pérdida de confianza.

Es decir, en México quien alcanza una Secretaría  de Estado puede estar seis años en el cargo con resultados magros o pésimos y nunca ser relevado, pues sólo basta para sostenerse estar en el ánimo del titular del Ejecutivo, lo que es una barbaridad desde el punto de vista del rendimiento del gobierno.

Entonces, dentro de la inestabilidad política que actualmente se vive en la península ibérica, favorece el debate político en la agenda de los dos bloques políticos, por un lado el PP y el PSOE y por el otro Podemos y los catalanes, que tiene como eje la relación institucional futura con la Unión Europea y la obligación de este país de aplicar las políticas estructurales europeas. Las mismas que han llevado a la ruina a millones de españoles y la vuelta a la migración  de cientos de miles de jóvenes a otros países, incluidos latinoamericanos, pero también lo que explica el vuelco en el comportamiento electoral.

Y, eso ha provocado, que la derecha genere un nuevo partido que es Ciudadanos; y de la matriz de la izquierda agrupada en el PSOE e IU haya salido el partido Podemos expresión del movimiento de indignados que hace dos años llenaban las plazas de España, y esto es una enseñanza para México de que es posible articular nuevos partidos resultantes de la conversión de la protesta pública en organización política.

Más aun cuando existe una radicalización del nacionalismo catalán donde sorprendentemente los anticapitalistas de izquierda agrupados en el Partido Anticapitalista Catalán, Candidatura de Unidad Popular (CUP), tiene la llave de la gobernabilidad pues con sus diez diputados han impedido la reelección de Artur Mas, como Presidente de la Generalit de Cataluña y se van los catalanes a nuevas elecciones para marzo y con ello se posterga el proyecto de la independencia.

Es decir, el escenario español se ha complicado por la alta fragmentación del voto tanto a nivel nacional como comunitario y la emergencia de nuevas fuerzas políticas, sin embargo, la fortaleza de las instituciones no están en duda es parte del juego democrático, de pesos y contrapesos, y tarde o temprano se impondrá la cordura para garantizar la estabilidad y gobernabilidad española.

Esa es la principal enseñanza que las elecciones españolas podrían estar mandando a los países latinoamericanos, y en particular a México, que las tuvieron en 2015 y están viviendo una gran inestabilidad en los procesos sucesorios. Unos por la falta acatamiento de los resultados electorales como sucede en Venezuela y otros, porque lo social, se ha desbordado y la representación política pasa por una crisis severa de legitimidad de los políticos. Entre, estos últimos, se encuentra nuestro país donde los problemas de violencia han ido en aumento aun cuando en la campaña presidencial se dijo que los priistas sabían por experiencia como administrarla y esta capacidad ha sido un rotundo fracaso, como antes lo fue el llamado “Presidente del Empleo”. Y, hoy, esta escala entre los políticos locales como ocurrió en las elecciones del verano pasado cuando asesinan a 19 dirigentes, operadores y candidatos o el crimen reciente en Morelos de la alcaldesa perredista Gisela Mota Ocampo.

Finalmente, lo peor que pueda suceder en España es que no haya acuerdo en la política de pactos y tengan que convocar a nuevas elecciones parlamentarias, con el riesgo que igual ningún partido obtenga la mayoría absoluta del Parlamento y se dificulten los pactos partidarios, pero la experiencia indica que puede construirse desde la izquierda como desde la derecha. Ciudadanos y Podemos son gobierno y eso obliga a la responsabilidad política. Acercar posiciones asumiendo que la política es negociación y acuerdos.

Hoy, mismo se está haciendo entre el PSOE y Podemos, buscando la formación de un gobierno de izquierdas. Y eso lo están viendo los ciudadanos, que en la hipótesis de nuevas elecciones tendrán la posibilidad de un voto estratégico, cómo de hecho sucedió en alguna forma cuando un segmento importante de los indignados, tuvo que decidir entre votar las opciones partidarias emergentes y votar PP o PSOE.

El caso mexicano, si nos atenemos a los resultados de las últimas elecciones federales y estatales, la fragmentación en el mapa político no ha sido problema. Se ha integrado una Cámara de Diputados sin mayoría del partido del Presidente que la hace con sus aliados coyunturales  y eso le permitió aprobar la ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de 2015 y así hasta que termine la gestión de Peña Nieto.

En definitiva, estamos ante dos escenarios de fragmentación del voto sin un partido que haga una mayoría absoluta, en el caso español, su entramado institucional favorece el acuerdo para formar gobierno incluso más allá de las identidades partidarias. En México esto no es problema pues basta tener mayoría relativa para que el resto se resuelva con una mezcla de acuerdo político y las malas prácticas de cooptar líderes y diputados lo que entraña un déficit democrático asimilable por el sistema político. Algo muy recurrente en nuestras rutinas legislativas, que no son tan evidentes en España.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com