DISPARATES
Para tres cosas
Armando Hugo Ortiz

Monterrey.- El origen del actual ejército mexicano fue un conflicto interno, cuando Victoriano Huerta, jefe del ejército federal, traicionó y fusiló al presidente Francisco I. Madero; Venustiano Carranza creó el ejército constitucionalista el 19 de febrero de 1913, que finalmente derrotó al usurpador.

En más de un siglo de existencia no ha realizado su función primordial de proteger la soberanía territorial. Cuando los gringos invadieron Veracruz, en 1914, se largaron cuando les dio la gana. Al penetrar Chihuahua en 1916 persiguiendo a Villa, Carranza se hizo el desentendido.

La participación del escuadrón aéreo 201 en la Segunda Guerra Mundial, fue meramente simbólica.

Desde entonces el Ejército se dedicó a aniquilar guerrillas inexpertas, sofocar revueltas populares o masacrar civiles, como el 2 de octubre de 1968. Hoy asume papel de persecutor contra la satanizada delincuencia organizada.

Todo ha sido enfrentar a otros mexicanos, pero nunca a un ejército convencional. Ni siquiera en los últimos tiempos se ha dado un enfrentamiento entre facciones internas de las fuerzas armadas.

No se sabe si está preparado para el caso hipotético de que Cuba, Guatemala, Nicaragua, u otro país centroamericano decidieran invadirnos. ¿Serían capaces nuestros Juanes de enfrentar con éxito a soldados entrenados y equipados? ¿Serviría todo ese armamento que el gobierno presume en desfiles?

Y qué tal si Rusia, China o Corea del Norte nos enviaran una andanada de misiles intercontinentales, ¿seríamos capaces de interceptarlos con nuestros jets, antes que exploten en México?

Por supuesto que tales quimeras no sucederán, pues ya sabemos quién defiende nuestro territorio, más bien el suyo: Estados Unidos; tranquilos pues, no permitirán que nada de ello suceda.

¿Para qué sirve entonces nuestros ejército?

Para tres cosas: de policía interna, de modelo para selfies, y colgarles a los jefes distinciones, nunca obtenidas en guerras convencionales. 

a_hugo16@hotmail.com