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2074 7 Abril 2016

 

 

Hannover de pasadita
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- Neues Rathaus –Nuevo Ayuntamiento– sobrevivió casi por puro milagro a las bombas de la II Guerra. Los pasos nos llevan desde la estación de tren hasta el corazón de la verde Hannover. En la entrada del Nuevo Ayuntamiento hay cuatro maquetas que representan el trazado y la arquitectura de la ciudad en distintas etapas históricas, desde la Edad Media hasta el presente.

Por ley ningún edificio de Hannover puede sobrepasar la altura de las agujas del Nuevo Ayuntamiento. La ciudad es chaparrita y modesta pero muy funcional, en contraste con la caótica Monterrey. 

Escuchamos relatos conmovedores que pasan de una generación a otra sobre la reconstrucción de la ciudad, incendiada, saqueada y pulverizada en los años cuarenta. A través de senderos arbolados y frescos ya estamos en el Maschsee, enorme lago artificial construido por órdenes y planos grandilocuentes proyectados por el aborrecido Adolfo Hitler. Belleza serena, de origen infame sin duda, pero no menos acogedora por sus jardines primorosos e incontables museos que albergan joyas de arte, ciencia y cultura de todo el mundo.

En el memorial de Aegendienkirche se nos encoge el corazón. Ahí se siente el peso solemne del tiempo detenido por la locura bélica. De la iglesia gótica del siglo XIV no quedan más que paredes chamuscadas y unas cuantas piedras desmoronadas donde estaban el altar y el coro.

El casco ruinoso es  reminiscencia de lo que jamás debe volver a suceder no sólo en este país sino en el planeta. En la base del campanario hay  objetos obsequiados por el pueblo japonés. Destaca una campana sagrada y una placa con la silueta de un cuerpo humano, estampado por el flash radiactivo de la bomba en Hiroshima. Destrucción y muerte que se acercan a nuestra piel en este monumento descarnado.

Hannover nos dice que la amenaza nuclear pende sobre nuestro presente aunque preferimos soslayarla. La capilla es un refugio de paz, hoy sin techo, transformado en polo de manifestaciones teatrales y  conciertos de música al aire libre.  

Para concluir el largo y estimulante recorrido vamos a la Panza de Hannover (Der Bauch von Hannover). El nombre nos suena enigmático como tantas cosas en esta nación. Se trata del Markthalle, emblema sibarita de linaje humilde. Mercado pequeño limpio, bien surtido con productos agrícolas de la Baja Sajonia y de otras regiones de  Alemania. Nos envuelve con su orgía de sabores, colores y aromas en un laberinto de puestos comerciales y barecitos bastante económicos. Hay que tener buena barriga para entrarle a la oferta de tan deliciosos manjares.

Hannover en verano es tibiecito, con nubes bajas, ventrudas y prietas.
–El clima cambiará– avisan los amigos germanos.  

Yo creía a los regios paladines de la desazón climática. No es así. Los alemanes son los campeones. Aquí hasta un niño predice con exactitud milimétrica la llegada violenta de una borrasca polar en una noche veraniega.


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