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1231 14 Enero 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
La crítica política
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Poco antes de las elecciones de julio de 2006, el periódico Milenio publicó una página en la que señalaba las posibles inclinaciones políticas de algunos de los conductores de programas de noticias más conocidos. Había de todo, unos con López Obrador, otros con Calderón, los menos con Madrazo y a uno de los periodistas lo señalaban como que se acomodaría con quien fuera el ganador.

Ahora con el cambio de gobierno y el regreso del PRI se está produciendo el acomodo y reacomodo de periodistas y editorialistas. De Calderón no hay ni quién se acuerde, aunque en los primeros días de diciembre uno que otro periodista fue víctima de la inercia de seis años y cometieron el gazapo de hablar del “Presidente” Calderón.

El enfoque y la postura ideológica política no varía gran cosa. Los que han hecho de la “democracia y la democratización” su modus de opinión se muestran cautelosos ante el gobierno de Peña Nieto ya que, advierten, hay que estar alerta ante un resurgimiento del “pasado priísta autoritario”. Para quienes el tema predilecto es la “incapacidad de los gobiernos mexicanos” para aplicar políticas eficaces en términos de crecimiento económico, hay algunas señales buenas, pero mientras no se realicen las “reformas estructurales” no hay nada válido. Así que cada quien sigue explorando o explotando los mismos temas y posturas ante el poder político, como si realmente fueran interlocutores de quienes están en el gobierno.

Afirma Luis Rubio: “Todo cambió pero todo sigue igual”. Para de inmediato señalar que: “En menos de una semana, el nuevo Gobierno se instaló y cambió la dinámica política del País: los profesionales habían regresado, y con ellos la formalidad en la política”. El uso y abuso del lenguaje y el arrojo para decir que “en menos de una semana” se cambió la dinámica del poder no pasa de ser un ejercicio de retórica. A la siguiente línea Luis Rubio advierte del peligro de que el “mayor riesgo para el nuevo Gobierno –y el País– es que perciba que su éxito inicial le lleve a concluir que ya no es necesario hacer nada, que el problema eran los incompetentes de antes y no la realidad”.  Así que el cambio de la dinámica política que Rubio apreció en cuestión de días, ese “éxito inicial”, se puede ir a la basura si los nuevos gobernantes son tan inmaduros como para creer que el problema era de personas y no de realidades. Y ¿cuál realidad está viendo Rubio?

El ejercicio cotidiano del periodismo de opinión hace caer en excesos y en defectos cuando se pretende ofrecer una visión crítica de lo que un nuevo gobierno, con apenas unas semanas en ejercicio, significa en la realidad socio-político-económica mexicana. A menos de que se ejerza la adivinación, el nuevo gobierno no puede enjuiciarse más que por los hechos, por lo que ha ejecutado, hasta el momento. Lo demás es pura especulación, no un verdadero análisis.

Hay acuerdo en señalar que lo más relevante del gobierno de Peña Nieto es el denominado Pacto por México. Al lograr el acuerdo con las dirigencias de los partidos se creó un mecanismo de concertación política que no existía. El escenario en el que los jefes de las bancadas en el Congreso Federal eran los “operadores políticos” ha quedado de momento a un lado. El espacio de negociación política se abrió hacia las estructuras partidistas y el Ejecutivo. La integración de un grupo de control del proceso de la instrumentación del Pacto vino a consolidar el mecanismo, aunque no se sepa todavía bien a bien cómo funcionará.

En ese contexto resultó relevante la celebración del foro “México políticas públicas para un desarrollo incluyente”. La promoción de José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, al convocar al BID, al FMI y a la CEPAL, para anunciar que se establece una alianza estratégica entre el gobierno mexicano y la OCDE es una forma de espaldarazo al nuevo gobierno mexicano. El bloque de organismos internacionales puede funcionar como palanca de apoyo para impulsar políticas públicas que la correlación de fuerzas internas no ha hecho factibles hasta ahora.

La OCDE es responsable de proyectos como el de la evaluación de estudiantes de 15 años, el proyecto PISA, que evidenció el atraso educativo de los jóvenes mexicanos. También ha promovido desde hace años la homologación de los estudios de nivel profesional en el espacio educativo europeo, con el enfoque de competencias.

La OCDE realiza anualmente una serie de estudios sobre el conjunto de los países que la integran, sobre los temas más relevantes en materia de desarrollo económico. También produce diagnósticos y propuestas para países de manera individual.

Así que contar con la asesoría y apoyo de la OCDE es un recurso muy atractivo para el gobierno mexicano.

El discurso de Gurría al abrir el Foro se concentró en las “reformas más urgentes en México”: a) la educación, que debe mejorar sus resultados y crear condiciones para la innovación; b) aumentar las capacidades de los trabajadores en activo; c) impulsar un crecimiento económico “verde”; d) aumentar la competencia en todos los sectores; e) mayores y mejores servicios sociales y e) mayores ingresos fiscales para financiarlos. La reforma fiscal, dijo Gurría, es la más urgente de todas porque le da viabilidad a las demás.

Allí entró Gurría en un territorio de lucha política al señalar que, al entrar a impulsar estas reformas, hay enfrentamiento con los intereses creados, con los poderes fácticos “los cuales se atrincheran para evitar, diferir o diluir el impacto de las reformas, a fin de preservar sus intereses y privilegios”. Y agregó, en un tono que llama la atención: “El estado mexicano debe dejar claro que utilizará todos los recursos a su alcance para evitar que esto suceda”.

Gurría no hizo referencia alguna a la inseguridad, la impunidad, el estado de derecho, las instituciones de justicia.

 

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