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1252 12 Febrero 2013

 

COTIDIANAS
Mi segunda madre
Margarita Hernández Contreras

Dallas, Texas.- En quinto año de primaria, en California, mi maestra de inglés fue Mrs. Debbie Moore. Fue en este grado que me convertí en lectora impenitente y en devota amante de la música. Por este motivo, la Sra. Moore jugó un papel importante en mi vida y estoy en deuda con ella. Gracias, Sra. Moore.

Los primeros libros que compré con dinero de mi padre fue a través de un catálogo que nos dio la Sra. Moore: Harriet The Spy y Sara Crewe. Fue todo lo que se requirió para que yo quedara por siempre cautiva de la palabra escrita.

Música
La Sra. Moore decidió tocarnos algunas canciones en su tocadiscos dándonos las letras de las canciones y pidiéndonos que subrayáramos componentes de los enunciados como verbos, sustantivos, adjetivos, etc. La primera fue Los sonidos del Silencio (The Sounds of Silence) con Simon y Garfunkel. Canción hermosa, poética y dolorosa y me encantó. La otra fue Eres tan vanidoso (You’re so Vain) de Carly Simon. Me enamoré de Carly, la canción tenía, chispa, ingenio y de plano me pareció de lo más cool.

Curiosamente, también compraba discos que mi mamá me recomendaba de viejas canciones mexicanas como del Dueto Amanecer y las Hermanas Padilla que aún atesoro y que algunas se convirtieron en canciones de arrullo cuando mi hija era bebita.

Del disco de grandes éxitos de Simon y Garfunkel, he reclamado una canción como mi himno personal en inglés: Soy una roca. Siento que todo de esa canción define la adolescente solitaria y asustadiza en que me convertí. “Tengo mis libros y mi poesía que me protegen. Estoy resguardada detrás de mi escudo. Soy una roca, soy una isla y la piedra no siente dolor y la isla nunca llora”. Todo dicho.

Carly fue otra cosa. Religiosamente me fui comprando todos los álbumes que iban saliendo de ella. Me decía que estaba practicando mi inglés y mejorando mi pronunciación de inmigrante (sí, para entonces ya era una joven adulta).

Mi madre nunca tuvo la inclinación de identificarse con ninguna de mis fases adolescentes, pero yo sentía que Carly entendía todo lo que había que entender sobre mí y la hondura de mis sentimientos, conflictos y necesidades. Me gusta pensar y decir que fui criada por Carly, que de algún modo se volvió en una segunda madre para mí.

Todavía me emociono cuando me entero de algo sobre Carly. Sé que ya es abuela. Sé el nombre de sus dos hijos, Sally y Ben. Espero que sean como su mamá. Me imagino que tuvieron una infancia feliz y privilegiada.

A veces imagino que le escribo una carta a Carly, donde le cuento lo mucho que su música significa para mí; cuánto ellas, Carly y su música, me ayudaron cuando más neurótica fui; que a veces me imagino como la niña que fui, y que como un “ramillete de flores” / “pongo a moverse con su canción más dulce”. ¡Ay, Carly, cómo te ha querido esa niña extraña!

margarita.hernandez@tx.rr.com

 

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