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1778 18 Febrero 2015

 

 

MUROS Y PUENTES
Y sigue la mata dando
Raúl Caballero García

 

Dallas.- El martes 10 por la tarde –el mismo día que fueron asesinados los tres jóvenes musulmanes en Carolina del Norte– fue acribillado a balazos un mexicano, al ser alcanzado por varios policías que lo perseguían.

A plena luz del día el hombre –que ya estaba sin posibilidad de escapar y desarmado– recibió varias descargas de bala en una calle de Pasco, en el estado de Washington.

El michoacano Antonio Zambrano Montes, de 35 años, recibió las descargas de tres policías.

En un principio no se difundió la noticia, pero al día siguiente circuló en las redes sociales el video grabado por un testigo y eso dio la pauta para que los medios de comunicación recogieran los hechos.

El video capta a Zambrano huyendo de los tres policías, y cuando ya se sabe acorralado se da la vuelta con las manos en alto, sin armas, pero los policías le disparan hasta que cae mortalmente herido.

Del acontecimiento se dijo –de acuerdo a la versión de la policía– que Zambrano estaba lanzando piedras a los autos en el estacionamiento de un supermercado, llegaron los patrulleros y también a ellos les arrojó piedras; entonces Zambrano huye corriendo y a partir de ese momento el video nos muestra la persecución hasta que el michoacano cae abatido.

La reacción de la comunidad latina del área fue inmediata, cientos de personas se manifestaron por las calles reclamando justicia... y esta vez al parecer el gobierno mexicano sí alzó la voz (acto que aplaudimos, lo hacemos porque suele responder a estos hechos con tibieza), enseguida enfocó su indignación oportuna y esperamos sin cortapisas.

Hay que indicar que en la zona en que los policías mataron a Zambrano, conocida como Tres Ciudades, dado que la forman Pasco, Tichland y Kennewick, ha habido otras tres muertes por balas de policías en menos de seis meses y en todos los casos los policías han sido absueltos.

El reclamo es el mismo que el año pasado se vio en Ferguson, Missouri, por la muerte de Michael Brown y en Nueva York por la de Eric Garner, ambos víctimas de policías señalados por ejercer brutalidad policiaca contra afroamericanos desarmados. Ni en el caso de Brown, ni en el de Garner, los policías que les dispararon fueron juzgados.

Pero si nos ponemos a sumar casos similares, puede que no acabemos.

En el contexto nacional la ola de casos de personas de minorías, desarmadas, parece crecer. La historia muestra una sociedad enferma de racismo: el jueves 12, dos días después de las muertes de los tres estudiantes musulmanes en Carolina del Norte y del michoacano en el estado de Washington, el director del FBI, James Comey, dio una conferencia en la Georgetown University, en Washington D.C., cuyo mensaje, acaso por ser tan fuera de lo común, se salió del recinto y lo difundieron diversos medios. Comey habló sin tapujos, reconoció que hay prejuicios raciales entre los agentes de policía del país, y diagnosticó que se padece un racismo endémico que debe ser tratado.

Comey se refirió a la ola de asesinatos de afroamericanos desarmados y, en su discurso, exhortó a la policía de todo Estados Unidos a enfrentarse a sus prejuicios, a su racismo inconsciente.

Un racismo, refiere Comey, “que va en aumento; muchas personas de nuestra cultura mayormente caucásica tienen prejuicios raciales inconscientes, ellas reaccionan de manera diferente ante un rostro caucásico que ante un rosto afroamericano”.

Yep, el mismísimo director del FBI en un arranque de sinceridad exponía que “luego de años de trabajo policiaco, los policías no pueden evitar la influencia del cinismo que sienten (...) hay que entender el hecho de que este comportamiento complica la relación entre la policía y las comunidades”. Los policías, remataba Comey, ante las minorías deben resistir “los perezosos atajos del cinismo, y acercarnos a ellas con respeto y decencia”... La asignación pendiente, generación tras generación.

Algo sin embargo hay que aceptar que ocurre. Dos días después del significativo discurso de Comey, el pasado sábado 14 en Chapel Hill, la ciudad donde mataron a los tres jóvenes musulmanes, se dio la “Marcha Moral”, una manifestación por los derechos civiles motivada por la muerte de los tres estudiantes y descrita como la mayor en el Sur desde la marcha de Selma a Montgomery, por la comunidad negra en 1965.

Y volviendo al caso de Zambrano, hay que subrayar que el gobierno mexicano reaccionó de manera más notoria que a como nos tiene acostumbrados (nunca pasa de la consabida “condena” y ya); ahora hasta Peña Nieto salió a indicar lo “indignante” de los hechos y a instar por una investigación ante “el uso desproporcionado de la fuerza letal” de los policías contra un mexicano desarmado.

Diferentes voces se escucharon desde México; Amalia García, de la comisión de asuntos migratorios en la Cámara de Diputados, exigió “se aplique un castigo ejemplar y todo el peso de la ley sobre los policías”. La investigación la han pedido asimismo la SRE; el cónsul mexicano en Seattle, Eduardo Baca; el gobierno de Michoacán; el presidente de la Cámara de Diputados, Silvano Aureoles; y de este lado, hasta el lunes 16 en que hago estos apuntes, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, del inglés) se ha hecho presente para declarar su indignación, y lo mismo Human Right Watch.

El jefe de policía de Pasco, Robert Metzger, dio a conocer la identidad de los tres policías que tirotearon a Zambrano; ellos son: Ryan Flanagan, Adam Wright y Adrián Alaniz, los tres con licencia administrativa hasta que concluya la investigación.

Dicha conclusión, si nos basamos en lo arriba expuesto, se obvia a favor de los policías que dispararon al michoacano, entre tanto los buenos deseos de Comey y las exigencias de justicia se quedan suspendidas en el ambiente cada vez más caldeado; sin embargo, mi pesimismo me indica que se las llevará el viento.

* Escritor y periodista regiomontano, es director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas/Fort Worth, Texas. E-Mail: rcaballero@diariolaestrella.com Twiter: @raulcaballero52.

 

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