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CUAUHTÉMOC CÁRDENAS ¿EL HIJO PRÓDIGO?
Ricardo Morales Pinal

La presencia del ingeniero Cárdenas en un acto priista de proyección nacional constituye –para el que lo quiera entender- el cierre de un ciclo abierto apenas hace unos cinco lustros, justamente cuando la Corriente Democrática del PRI encabezada por el hijo del general y ese viejo maestro del discurso, protagonista de la vida política nacional, entre otros muchos políticos liberales un día decidieron había que poner un hasta aquí a los tecnócratas neoliberales que con el ahora desmemoriado MMH abrieron de par en par las puertas del país al extranjero y lo entregaron a los sectores más conservadores y reaccionarios por la vía de las reformas constitucionales que dieron al traste con los candados que el Constituyente de 1917 le había puesto a la santa alianza clero-burguesía neo porfirista.
Como parte de la estrategia trazada por la CD cardenista para lograr un reconocimiento legal se utilizó la estructura partidaria que la izquierda había venido construyendo en un largo período que pasó desde el semiclandestinaje en que por un largo periodo tuvieron que moverse los comunistas, hasta aquella que se logró en un corto periodo abierto en el sexenio de López Portillo con la Reforma Política impulsada por Jesús Reyes Heroles. Hay que recordar que, por otra parte, a la izquierda comunista-socialista mexicana no le quedaron muchas opciones para su subsistencia como corriente política dado el proceso de descomposición del sistema soviético del cual dependía en una cierta medida y así, en un plano de conveniencia mutua cardenistas y socialistas confluyeron en un gran frente democrático que después de importantes batallas electorales cristalizaron en el proyecto del Partido de la Revolución Democrática, justamente el año en que el muro de Berlín era echado abajo por una población harta de la simulación y el autoengaño soviético.
Lo que siguió fue un largo periodo de dominación del cardenismo al interior del PRD en el que sus incómodos aliados –comunistas y socialistas- fueron arrinconados a la quinta fila, con la excepción claro está de los principales ideólogos de esta corriente encargados de las elaboraciones teóricas e ideológicas (Rincón Gallardo, hombre de luces y de una ética y una moral revolucionaria a toda prueba, abandonaría las filas del PRD en busca de oxígeno político). Pero el pragmatismo priista del que se nutrió el cardenismo durante décadas finalmente se impuso y fenómenos como el carrerismo político tomaron carta de legitimidad en la vida partidaria. Y como Dios no cumple caprichos ni endereza jorobados, en el seno mismo del PRD se fue fraguando en un largo proceso de recomposición una corriente política procedente del viejo PST en lo esencial y autollamada de izquierda,  a la postre coparía los principales puestos de dirección y de la estructura partidaria y que –acusados hoy de ingratos y pérfidos por más de un columnista político- pretendió mandar al ingeniero Cárdenas al basurero de la historia.  Esto último, aunado al surgimiento de un nuevo líder –hijo putativo de Cuauhtémoc Cárdenas- y quien se alejara primero y rompiera después con el “líder moral” perredista vendría a darle la puntilla al ingeniero quien arriscó las narices y dijo ahí nos vemos a la vida política  activa en el  PRD.
Así como los toros bravos en el último tercio de la corrida buscan las trancas, el ingeniero Cárdenas reaparece justamente en los marcos de ese gran movimiento campesino, héroe de mil batallas, que organizó el General y que en el 88 fue clave para el triunfo del FDN ahora copado por el nuevo priismo al que ya se le queman las habas por retomar el poder presidencial. ¿Andaría el ingeniero Cárdenas como el hijo pródigo en la asamblea cenecista en busca de la reconciliación? ¿O andaría buscando un nuevo escenario de alianzas dada la manifiesta proclividad de la dirección perredista hacia el gobierno de Calderón, como ha venido quedando de manifiesto en los últimos tiempos? No lo sabemos, pero lo que sí es claro es que la presencia de Cuauhtémoc en la asamblea cenecista implica el cierre de un largo periplo alrededor del poder presidencial que después de 20 años las corrientes liberales no han lograron concretar y que, dados los escenarios actuales de antropofagia política en que se baten con sus aliados de todo color y pelaje, esta posibilidad aparece cada vez más remota.
Por otra parte, los grupos liberales aglutinados en torno a AMLO han querido repetir la fórmula del 89 y utilizando la estructura electoral del Partido del Trabajo y aprovechando la necesidad de éste de incrementar su caudal de votación para la subsistencia, se deslindaron de las corrientes izquierdistas del PRD, se integraron a él y desde ahí preparan el terreno para la candidatura presidencial de López Obrador. Es fácil colegir que una vez logrado el propósito de posicionamiento los liberales lopezobradoristas harán con el PT lo mismo que hicieron con el PRD: utilizarlo y bye.
 Así, nos encontramos con un escenario sui generis de la izquierda electoral nacional que inaugura nuevas formas de militancia partidaria  múltiple; es incapaz de renovar su discurso político y sigue jugando a la simulación y al autoengaño.

 

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